10 de noviembre de 2008

El cliente siempre tiene razón


A la mujer que vende su sexualidad se la conoce como prostituta.
A la mujer que regentea a algunas chicas se la denomina 'madama'.
Pero el gran negocio de la prostitución está manejado siempre por hombres, que son los 'proxenetas'.
Al hombre que compra esa sexualidad en algunos lugares se lo llama 'putañero', pero es muchísimo más común la utilización del término 'cliente'.
Esa designación aséptica resulta sumamente conveniente, ya que 'cliente' es -en general- quien utiliza un servicio o compra algo.
Como quiera que sea, 'prostituta' es un término bastante peyorativo y condenatorio si lo comparamos con 'cliente'.
¿Tan poco vales que tienes que pagar? dicen los carteles de una campaña contra la prostitución en Sevilla, que muestran a un hombre con una mano en la billetera y la otra sobre la espalda de una mujer.
Esa campaña está dirigida a los 'clientes' de un solo tipo de prostitución, varones y heterosexuales.
Desde otra perspectiva podría haberse escrito '¿Tan poco vales que te tienes que vender?
Bueno, la 'paz social' exige que ciertos códigos sean respetados.
Pero la falta en el lenguaje -o en las costumbres- de un término que identifique mejor a los 'clientes' no es casual.
Todo lo que lenguaje omite tiene un motivo: que parezca que no existe.
Por cierto, todos y todas de alguna forma pagamos por nuestros vacíos, por 'comprar' un pedacito de felicidad.
El cardenal Richelieu, Beethoven, Van Gogh, Schubert, Nietzsche, Clemenceau, Joyce, Picasso, etc, etc, eran confesos aficionados a los prostíbulos, y para ellos podríamos hacerles un cartel con 'Ellos pagaban con gusto...¡y mira que valían!'
Nuestra ansiada 'paz social' exige que los dueños de los puticubles callen, paguen sus impuestos y sus coimas a la policía con la misma religiosa puntualidad con que antes todos pagaban las indulgencias.
'A veces las ideas son como esos zapatos viejos que nos resistimos a tirar porque resultan comodísimos. O como ese sillón en el que dormimos la siesta desde hace veinte años y del que no estamos dispuestos a desprendernos de ninguna manera. Hay ideas que de tanto usarlas han adquirido ya la forma de nuestro cuerpo, que se acoplan a nuestras necesidades como un útero. Dentro de ellas no nos puede pasar nada, y por eso las defendemos a muerte. Lo malo es que, en la misma medida que nos protegen del entorno hostil, nos limitan. Por ello, hay que tener el valor de cambiar de zapatos, de desprenderse del sillón, de poner en cuestión las opiniones que utilizamos como un dogma de fe para protegernos de la incertidumbre', dijo Juan José Millás.
Ahora está de moda poner cámaras de televisión y videovigilancia, que consiguen sin mucho esfuerzo espantar a los 'clientes', para enojo de las chicas, que han llegado a decir públicamente: 'Permítanme darle un consejito al alcalde de Sevilla y a los de otras ciudades: que se reúnan y pongan esas cámaras a ETA, que tanta gente mata; o bien en los Ayuntamientos donde se roba dinero de los contribuyentes'.
En la práctica 'nadie va de putas', y aunque la prostitución no es un delito y ser 'cliente' tampoco, a nadie le gusta admitirlo.
Y si se considera que la prostitución es violencia de género y explotación de la mujer... ¿por qué no la prohiben y la catalogan como un delito?
Bueno, creo que algún día los políticos tendrán que ponerse de acuerdo.
Si no es un delito es un trabajo y una estrategia legítima de vida, pero si es un delito también está involucrado el 'cliente' en el supuesto ilícito.
'Hay un feminismo de salón, otro de partido, pocos de santo hogar, muchos de literatura; pero ninguno saca adelante a las mas sufridas y maltratadas de entre todas las mujeres. Hay mucho precios que tiene que pagar quien tiene hambre de sexo; ninguno mas barato que el que le dan las mujeres de la calle', dijo Haro Tecglen.
Existen por supuesto situaciones de explotación que deben ser combatidas, y mucha pobreza y hambre y violencia no queridas.
Pero a nadie se le ocurre acabar con el terrorismo doméstico que asesina miles de mujeres prohibiendo el matrimonio o las relaciones de pareja.
Nuestra sociedad comercia con todo, incluso con la vida y la muerte, pero tiene prurito con el deseo y el comercio del orgasmo, y la única razón -para mí-, la única compleja, oscura e incomprensible razón que genera esa incongruencia es que de una forma o de otra todas estamos mal cojidas.
'Qué moral es ésta según la cual, si vendes tus ideas, eres un creador, y acaso un genio; si vendes tu trabajo manual, eres habilidoso y necesario; si vendes la mayor parte de tu tiempo y tu esfuerzo al servicio de cualquier empresa más o menos corrupta, eres una persona más o menos de éxito; si vendes tu estabilidad emocional, tu capacidad de elección, tus opiniones, si vendes tu alma -al jefe, al grupo, al marido, al dinero, al poder, al diablo- eres un ser adaptado y respetable. Pero si, en tu infinita libertad, vendes tu cuerpo; si, a través de tu cuerpo, vendes sabor y tacto, caricias, fantasías, orgasmos; si vendes sonrisas y erotismo; si vendes sexo y compañía; si vendes ilusiones y placeres más o menos fugaces, sos una indigna y marginal', dijo Ruth Toledano.
Y si estás del otro lado del mostrador, sos nada más que un 'cliente', agregaría yo.

Bueno, yo no propicio la prostitución ni soy prostituta, y lo aclaro porque entre mis pensamientos y lo que transmito en mis notas a veces hay abismos creados por mis limitaciones expresivas.
Pero el sexo para mí es algo luminoso y bello.
Tengo -obviamente- una visión positiva del sexo.
Incluso creo que el sexo puede abrirnos la mente para captar el sentido más profundo de las cosas, y de ahí mi maltratado post sobre el celibato.
En antiguas sociedades -que en muchos aspectos eran más avanzadas que la nuestra- las prostitutas eran las altas sacerdotisas.
Y hasta la misma diosa era considerada una prostituta: 'Una prostituta compasiva soy, decía Ishtar'.
También era prostituta la Afrodita, que ofrecía a los mortales los misterios divinos de su lecho, como también lo era la Astarté cananea.
Hoy, la 'paz social' del sistema necesita abominar a esa mujer que refleja su propia inmoralidad, porque la visión social del sexo degradado le devuelve el calificativo a ella, que muchas veces prisionera de esa mentalidad se considera tal.
Las prostitutas cargan mansamente en sus mochilas siglos y siglos de degradación del sexo por parte de los 'clientes'.

Los autores citados en algunos párrafos del post, aquí.

6 comentarios:

Canzoneri, Claudio I. dijo...

Coincido con vos, Raquel. Todavía no me puedo explicar por que la prostituta es considerada delincuente.
Tal vez tenga sus raices en la trata de personas, en la explotación, en los mundos marginales donde la mayoría de estas mujeres ejercen su profesión, tal vez tenga su raíz en pruritos religiosos, tal vez en el propio machismo.

No acierto a encontrar "la" causa, pero, por cierto, estoy seguro de que quien enseña a un joven a fumar y beber le hace mucho más daño que quien le prodiga "ese" placer.

Acotación: Aunque no me crean, no soy "cliente"

Rāḥēl Reznik dijo...

Lo único que yo odio es cuando hay menores, o violencia, o explotación, etc.
De no existir esas situaciones, quiero decir, descartando eso que es tremendo y repugnante, me parece sinceramente una profesión tan respetable como ser costurera, o senadora, o cocinera, etc.

Victor dijo...

Buen post. Personalmente me ahuyenta bastante la sordidez que acompaña a la prostitución, prefiero el amateurismo.

Hay que ser conscientes que donde hay prostitución siempre hay explotación y casi siempre hay menores.

s2

Julio Rougès dijo...

" Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis" (Sor Juana Inés de la Cruz)

Canzoneri, Claudio I. dijo...

Lamentablemente, como dice Victor, donde hay prostitución y pornografía hay venta de drogas, proxenetas violentos que someten muchachas, pederastía y todas las desviaciones y perversiones que, normalmente, el pervertido no encuentra en el entorno de una relación sexual normal aunque tenga una pareja muy abierta a las distintas prácticas y juegos.

Creo que deben ser contados con los dedos los casos de prostitutas que, como expone Raquel, ejerzan su particular trabajo independientes, sin estar sometidas aunque sea por protección, ya que, convengamos, la fauna de individuos con que se topan es de lo más variada, y que puedan crear un entorno casi amoroso para vender.

La realidad es una trompada en la nariz.

Saludos.

Carlos dijo...

Recuerdo en Roma un programa de TV en que una representante gremial de las prostitutas de la ciudad se quejaba porque estaban siendo desplazadas por travestis brasileros.
La explicación era que a los clientes heterosexuales los satisfacía más las relaciones con trolos que con mujeres. Es decir hay muchos que son son "hetero" ma non troppo.