La inaudita presión a que funcionarios del gobierno kirchnerista sometieron en las últimas horas a la jueza María José Sarmiento deja la sensación de un poder cuya crispación está dando lugar a un Estado policíaco.
La presencia de un móvil policial en la puerta de la casa de la magistrada sin que ésta hubiera solicitado custodia alguna; las desesperadas llamadas telefónicas de altos funcionarios a la jueza en horas de la madrugada, como si su juzgado no estuviera de feria y como si no pudieran esperar al lunes a la mañana para presentar una apelación en el tribunal; la insólita actitud de la presidenta de la Nación para intentar controlar no sólo con quiénes hablan y se reúnen sus ministros, sino incluso quiénes visitan al titular de un ente autónomo del Poder Ejecutivo, como el Banco Central, y sus insólitos reproches a Martín Redrado por haber cometido el pecado de recibir a periodistas, dejan al desnudo la brutalidad del estilo de un gobierno que ahora también muestra ciertos rasgos paranoicos y denuncia una conspiración que reúne a Julio Cobos, a Redrado y al Grupo Clarín.
Fernando Laborda
La ex-república está herida de muerte.
No quiero ser amarga, pero siento que cada día que pasa el país se parece más a un chiquero tercermundista.
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¿En qué termina todo esto?
1 comentario:
Ya tendría que estar madurando el juicio político.
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