2 de marzo de 2013
Érase una vez en otra Argentina
Marco Avellaneda de formó en el Colegio de Ciencias Morales donde se graduó como Doctor en Ciencias Jurídicas. Conoció a la flor de la Generación del 37.
De vuelta en Tucumán, con 25 años presidió la Cámara de Representantes de la Provincia y propuso la constitución más avanzada de aquellos días, durante el gobierno de Alejandro Heredia, el gobernador que había impulsado sus estudios como los de Juan Bautista Alberdi.
Cuando Tucumán se levantó contra el rosismo, Avellaneda por entonces ministro del gobierno de Gregorio Lamadrid, también tomó las armas.
Al caer derrotada la Liga del Norte, pagó con su vida no someterse al centralismo trasvestido de falso federalismo. El jefe de su escolta lo traicionó y lo entregó a Manuel Oribe, el uruguayo que en nombre de Rosas ajustaba sus cuentas en el interior. Otro uruguayo, Mariano Maza, queda encargado del "juicio" y la ejecución: le pintaron a facón la sonrisa mazorquera.
Después de degollado, lo decapitaron y la cabeza fue exhibida en la plaza de San Miguel de Tucumán.
33 años después de la ejecución, su hijo llegó a ser presidente de la República.
¿Alguien se acuerda de violentas venganzas impulsadas por Nicolás Avellaneda? Al contrario, quizás "el hijo del degollado" haya sido el padre de los proyectos relamente progresistas que cimentaron la Argentina de 1880
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2 comentarios:
No terminó también degollado Maza? ¿O ese era Salvador Maza?
Creo que Mariano Maza murió de viejo nomás en su Uruguay natal-
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