15 de marzo de 2013

Soberbia Inmunda

Caparrós se despacha sin drama sobre lo que piensa realmente de los argentinos en el NYT:

In fact, I dread the effect that this unexpected divine favor will have on my country. We are a society that turned to tennis once Guillermo Vilas won a Grand Slam in France; grew obsessed with basketball when Manu Ginobili made his mark in the American N.B.A.; started raving about monarchy when an Argentine-born princess married the crown prince of the Netherlands; and has persisted in doubting Jorge Luis Borges’s value because he never won the international honor of a Nobel Prize. The fact that “one of us” is now sitting on St. Peter’s throne may have a huge effect on the weight of Catholicism on our lives.

Los argentinos somos todos ovejas imbeciles que a una palabra de Francis correremos a quemar a los progres en la plaza. Patetico intolerante, gente de mierda.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno, Caparrós pertenece a una generación a la que le dijeron que había que cambiar las estructuras y corrrieron a jugar a los soldaditos.
Así les fue.

VdB

Anónimo dijo...

La mano de Dios interviene para poner fin a la era del resentimiento en Argentina?

perez dijo...

Bueno...por lo menos no lo nombro ni al Che ni a Maradona.

Leandro dijo...

En una muestra de shortsightedness, describe de forma bastante acertada lo que tiene en su alrededor inmediato.

Todo el espectro infantilista-psicobolche (él se dice anarquista pero ese traje le queda enorme) tiene por lo general un proceso de estímulo-reacción muy testicular e inmediato, y fallan en intentar entender la motivación y sentido de la acción; en pocas palabras, lo que la vanguardia iluminada grita, ellos hacen carne. Sin cuestionar, sin preguntar, verticalistas, inmediatistas.

Hubo un tiempo en que creí que, al menos, esas vanguardias eran conscientes de su efecto sobre las masas informes que les prestaban atención. Hoy veo cada vez mas ejemplos de que no, que también tienen almas de esclavos, siguen los dictados de sus propias gónadas tanto como esperan que lo hagan quienes aún los escuchan.

A la larga, no logran salir del esquema mental que les dibujó en 1850 un alemán descontento, "exiliado" (mantenido) en Londres, bastante mal historiador, peor economista, con un sistema de explicación unicausal muy conveniente para alguien en busca de verdades fáciles y rápidas. Lo increíble es que aún habiendo venido luego tipos de altura intelectual marcadamente superior, que se animaron y dedicaron a criticar "desde adentro" ese esquema cavernícola, sigan entrampados en simplificaciones tan reductivas que pierden de foco cualquier semejanza con la realidad. Incluso tipos como Hobsbawm, desde el propio marxianismo, podrían ayudarlos a ampliar miras y evitar reduccionismos tan estériles.

Pero, en definitiva, le hablan al mundo del siglo XXI con las palabras de un tipo que en el XIX pensó sobre el final del XVIII. Pero se animan a decir que son los campeones del progreso.

Será que lo que nunca pudieron adquirir es un diccionario?

Blas dijo...

Describe las tipicas reacciones de las masas a quienes ellos dicen amar y defender pero en el fondo aborrecen y quisieran cambiar para transformarla en lo que ellos creen es el deber ser.

Unknown dijo...

Muy buen comentario, Leandro.

Yendo al post, creo que en numerosos países existe un sector importante de la población que padece de "cholulismo" ante un éxito de un compatriota o de un equipo nacional.

No somos los únicos exitistas del planeta.

Cuando España ganó la Copa de Europa, a los manolitos les quedaba chica la península para el agrande que se agarraron, ni hablar de lo que les ocurrió cuando ganaron el Mundial.

Vir dijo...

A mí me parece bastante autorreferencial. Me acuerdo cuando estaba enamorado de los k y los defendía a capa y espada.
En cuanto a JLB, proyecta sus reparos. Nadie minimiza su grandeza poniendo como justificativo el hecho de no haber recibido un premio Nobel.
Y en cuanto al Papa, me parece que este tipo no entendió que la gente ha renovado una esperanza a nivel espiritual que no tiene nada que ver con el triunfalismo que usa como parangón al comparar la elección de Francisco con la medalla de oro del equipo de Manu Ginóbili.