5 de abril de 2013

Parábola platense




La ciudad de La Plata fue un corolario del cierre del proceso de guerras civiles que forjaron a la República, sometida definitivamente la Provinicia de Buenos Aires al gobierno central después del fallido levantamiento de Carlos Tejedor, aplastado a sangre y fuego en los combates de Puente Alsina y de los Corrales Viejos el 21 y 22 de junio de 1880.

Con las armas aún humeantes, el presidente Nicolás Avellaneda obtuvo la federalización de la Ciudad de Buenos Aires, extirpándole a la provincia su capital y la ciudad más importante del territorio nacional. Juan Bautista Alberdi escribió entonces su “La República Argentina consolidada en 1880 con Buenos Aires como Capital” un panegírico al fortalecimiento del estado nacional que veía entonces como el camino para erradicar las luchas políticas que habían ensangrentado  por 70 años a las provincias.

En 1881 asume como gobernador bonaerense Dardo Rocha, del entonces hegemónico PAN. Su principal tarea de gobierno fue encarar la construcción de la nueva capital provincial, que debía instalarse a relativamente poca distancia de la ciudad de Buenos Aires, proponiéndose entre otros emplazamientos Olivos, San Fernando, Zárate, Flores, Luján, Mercedes, Chivilcoy , Ensenada, Quilmes y Mar del Plata.
La ubicación  elegida fue la de las Lomas  de Ensenada y el proyecto de trazado –conducido  por Pedro Benoit, Jefe del Departamento de Ingenieros de la Provincia-  tuvo la personal intervención de Dardo Rocha y contó entre los proyectistas al Arquitecto Martín Juan Burgos, formado en la Academia de San Luca en Roma.

El 19 de noviembre de 1882 se colocó la piedra fundamental de la ciudad, en un acto cívico que con la pompa de la época reflejaba el propósito de abrir una nueva era: “depositamos bajo esta piedra, esperando que aquí queden sepultadas para siempre, las rivalidades, los odios, los rencores, y todas las pasiones que han retardado por tanto tiempo la prosperidad de nuestro país" dijo el gobernador, ante el vicepresidente Victorino de la Plaza presente en el acto representando al presidente Roca.

La ciudad ideal que debía representar la pujanza bonaerense, nunca logró constituirse en un núcleo autónomo respecto a la antigua capital. Y el paso del tiempo no sólo desdibujó el plano fundacional sino que  disparó un crecimiento caótico, entrelazado con la expansión de Ensenada y Berisso en un confuso fenómeno metropolitano, sin planificación, sin infraestructura suficiente,  que a 130 años de su fundación es la versión antitética de aquella ciudad sana para todos sus habitantes que se proponía en los años de la Argentina del Progreso. 

51 muertos en la calle son la muestra palpable de que todo lo que se esperaba de aquella ciudad, y de aquel país, se ha vuelto inalcanzable. 

6 comentarios:

Nacho. dijo...

Excelente!

Anónimo dijo...

muy bueno
no habia asociado la historia de la ciudad con el scenso y ocaso argentino

VdB

Anónimo dijo...

ascenso, digo

VdB

Sergio dijo...

Que linda la historia, no obstante no explica que algo debe estar mal en el país, quizás desde antes de 1880.
Hay veces que pienso como seríamos ahora si hubiesen triunfado la invasiones inglesas.

Anónimo dijo...

No comparto. La historia de esperanza y fracaso que se asocia a La Plata demuestra que la construcción de un país es un proyecto colectivo y transgeneracional, que nunca está terminado (ni para bien ni para mal).

No estábamos salvados hace 100 años ni estamos condenados hoy.
Perdimos inútilmente en politiquerían menores un siglo (que se paga en calidad -y cantidad- de vida de nuestra generación) pero si tenemos la capacidad de aprender algo de nuestros graves errores y horrores, posiblemente el nuevo siglo sea mucho mejor.

Unknown dijo...

Desde mi ignorancia creo que el plano de la ciudad que ilustra el post, muestra una ciudad proyectada con lo más moderno en diseño urbanístico para su época.