21 de octubre de 2013

Pequeñas delicias capitalistas


El otro día encontré este site homesteadparts.com, que vende partes nuevas para varias marcas y modelos de rifles antiguos, especialmente Winchester.

Me pedí un set completo de tornillos para carabina Winchester 1892 y la banda trasera pero con el anclaje de correa. El sabado abro la puerta y encuentro sobrecito con todos los items y una factura con un Thank You grande escrito a mano.

La pagina da toda la impresion de ser de una operacion chica, probablemente unipersonal.

Me parece todo un tratado en capitalismo el poder pedirle a un tipo en USA estos repuestos para un rifle tambien fabricado alla, pero en 1911. Y recibirlo en tu casa.

Imaginense las posibilidades de negocio reales que hay cuando tenes un ambiente propicio. En Argentina debe haber miles de torneros capaces de hacer un laburo de este tipo, si tuvieran un país que les permitiera encarar con estabilidad estas pequeñas busquedas de prosperidad adecuadas a sus capacidades que son sin duda valiosas. La Argentina es un cementerio de habilidades.

8 comentarios:

BlogBis dijo...

Hace unos años compré una carabina GSG-5, de las primeras que aparecieron en el país.
Se corria el rumor que los tornillos originales del cerrojo se cortaban, y como no es cosa de perder por semejante pavada un arma de por entonces 800 dólares, me puse en campaña para repararla preventivamente.
Encontré -igual que en tu caso- a un pibe tornero que había copiado todo el juego de tornillos en material de primerísima calidad, y como yapa en lugar de la cabeza original con un dibujo exótico, las reemplazaba por fresados Allen.
El juego valía unos 15 o 20 dólares, y te los mandaba a tu casa.
Debe haber vendido unos cuantos miles de juegos, encontró un nicho ideal para su producto.
Podría haberlo hecho como decís un tornero de Barrio Echesortu, pero no el que se avivó y pudo implementarlo fue un pibe de Idaho-.

Max dijo...

Si, pero el de Idaho se avivò porque su paìs le dio esperanzas y posibilidades, en fin, le dio valor a su preparacion, mientras que el pobre tipo de Barrio Etchesortu, con las mismas calificaciones, pagò el costo de ser argentino.

Anónimo dijo...

Dos cosas muy simples hacen la diferencia, posbilidades para el emprendor (baja burocracia, creditos, etc.) y confianza, un persona de cualquier estado pude hacer un pedido pagarlo y tener la tranquilidad que cumplicaran con la entrega. Hay garcas pero son los menos y hay leyes que los castigan.

Unknown dijo...

En la vasta geografía de la pampa sojera, y en cualquiera de los pueblos que se diseminan en ella, es posible hallar siempre un 'mecánico'. Es aquel sujeto, casi siempre un gringo tosco y de modales acotados, pero con una enorme predisposición para cualquier encomienda que se le requiera, aún en domingos o en días de guardar.
De formación autodidacta, supo absorber el conocimiento y la disciplina a través de sus ancestros. Desde Europa vinieron la fragua, el yunque y unas pocas herramientas de mano; y hasta la aparición del galpón, era el patio o la sombra de algún árbol generoso el espacio de trabajo. Luego fueron el torno, el crisol y otros aparatos tan estremecedores por el ruido y los fuegos expelidos, como por lo siniestro de sus aspectos.
Es fácil ubicar a estos personajes. Tienen el taller en los bordes del pueblo; y la fisonomía del predio en el que se instalan es inconfundible: fierros y trastos caóticamente ordenados en torno a la entrada. Ahí la historia se mira a un espejo curvo; restos de aquellas primeras ‘cortitrillas’, tiradas a caballo o con los primeros motores a explosión, o de aquellas cosechadoras que de vez en cuando ilustraban la pujanza en Sucesos Argentinos; tractores y otros implementos agrícolas, de cuando el campo era una fiesta.
No debe haber sujeto más afiliado y especialista a la ingeniería inversa que el mecánico de pueblo; y a manera de reconocimiento, hago mención en esa extraordinaria habilidad a don Edmundo Schrainer. ‘Mundo’, como le decían en el pueblo, tenía una capacidad envidiable para solucionar la veleidad de los cada vez más complejos ingenios mecánicos.
Llegada la pieza o parte a reparar, el viejo se entregaba a la ceremonia de la contemplación absorta del elemento; de allí al primer diagnóstico, en cuestión de minutos, para decidir si era posible arreglarlo o no. Nunca, que yo recuerde, algún ñato se volvió al campo sin solución a sus problemas; con poco pero a la vez con todo se lograba hacer arrancar aquel Perkins, mañoso en las glaciales campañas de julio.
La capacidad de ‘Mundo’ no fue solamente la de reparar cualquier componente, sino también la de replicar hasta el mínimo detalle aquellos repuestos de pre y postguerra, inhallables desde entonces. No había registro escrito de sus métodos, más que unos finísimos garabatos de tiza en un chapón; el procedimiento era estandarizado en un solo paso: ejecutar hasta terminar, así en todo el día y al caer la tarde haya chupado solo un par de mates; la siembra o la cosecha esperan y de ellas dependen muchos más que los dueños de la chacra.
Tal vez don ‘Mundo’ no supo distinguir ni le interesaron tampoco los pares de ‘ismos’ que durante décadas trenzaron al país en una eterna diatriba; ‘trabajar’ fue el único verbo conjugado en aquel espacio concretado de grasa, Radio Cerealista y flama autógena. De su esfuerzo y capacidad innumerables argentos pudieron hacer su trabajo; pero también debió soportar, cual designio reservado a los que alguna vez se jugaron en serio una ‘patriada’, igual cantidad de mamertos con chapa de dirigente; los que siempre subestimaron la bonhomía de su mirada visionaria.
Algunas veces me entrego a imaginar, socarrona e ingenuamente, lo que hubiese sido un encuentro entre don ‘Mundo’ y algún tipo como Norman Foster, o Richard Rogers (BlogBis les contará quiénes son). La atenta indagación del viejo a los planos, bajo la respetuosa mirada de los señores, a los que se les debe una gauchada…

BlogBis dijo...

Francisco, me encantó tu homenaje, y me hizo recordar a un modelo mejorado que conocí.
El tipo había sido corredor del viejo TC, y con ese oficio de mecánico de arreglárselas con lo que haya, se puso un taller de maquinado.
No era el tornero de pueblo, era algo más, tenía la cruza perfecta con el gringo emprendedor, y se tiró a la pileta del empresariado.
Así que durante los sesenta y setenta se dedicó -como "Mundo" a producir los repuestos inhallables de máquinas herramientas, trefiladoras, trenes de laminación y cuanto fierro en la región necesitara repuestos.
En una oportunidad, cuando yo ya trabajaba haciendo algo en CAD (por 1985 ó 86) me acerqué a ver si en su fabriquita podía hacer algunas horitas de dibujante. En esas épocas le habían pedido cotizar para aplicar su mágica ingeniería inversa para reponer álabes de la turbina de alguna central de Agua y Energía.
No vivió muchos años más. La empresa todavía existe, y ahora es enorme pero ya no tiene nada que ver con aquella. Ahora está en otro rubro y aunque creció cinco, seis, veinte veces de tamaño, perdió la magia creadora del fundador.

Unknown dijo...

Comparto, estimado, que muchos de estos próceres dejaron su legado en desafortunadas manos. El caso de Edival, la fábrica de válvulas de Rafaela, es un caso testigo; don Edison Valsagna comenzó de la misma manera que muchos de los emprendedores.
Es cierto también que cuando el taller debió convertirse en empresa, las condiciones y coyunturas no ayudaron; el cambio de escala, la imprevisibilidad del horizonte económico...vaya uno a saber. Pero lo grave es que con el paso de las generaciones de la familia, el concepto de 'esfuerzo', 'trabajo' y otros valores distintivos del fundador se fueron diluyendo hasta el momento de los trámites para la quiebra o la venta.
Pero bueno, esa es otra historia.
Saludos!

Anónimo dijo...

Qué buenas historias!
y qué pluma, Don Francisco :)
Tienen que escribir así más seguido, Señores.
Un placer emotivo.
Gracias a ambos!

Unknown dijo...

Tengo un Ford Mustang modelo 80,herencia de mi viejo. Hace unos años encargué a los EU los acrílicos de los guiños delanteros. Me mandaron cualquier verdura inservible, mal terminada, de otro color y fuera de medida. Ahí los tengo de recuerdo.
Los que me sirvieron me los hicieron a pedido aquí cerca en Punta Arenas (Chile), con sólo acercarles uno original roto.
Aquí en Río Gallegos, ciudad de la misma magnitud pero argenta, no hay nadie que haga ese trabajo.
Saludos.