5 de enero de 2014

Y siguiendo con los temas serios

Que siga el genocidio
James Neilson

Con frecuencia creciente, el papa Francisco se asevera angustiado por lo que está sucediendo en el Oriente Medio, África y Pakistán, donde las matanzas de cristianos ya son rutinarias; pero, como tantos otros occidentales, sigue atribuyéndolas a abstracciones: intolerancia, prejuicios sectarios, violencia, "persecución encubierta" y así por el estilo, de suerte que para poner fin al horror afirma que hay que rezar por la paz. Lo mismo que el expresidente norteamericano George W. Bush con su guerra contra "el terror", Francisco es reacio a decir que los responsables de una campaña de exterminio equiparable con la primera fase del Holocausto perpetrado por los nazis, y con el genocidio de armenios y griegos cristianos a manos de los turcos, son musulmanes que se inspiran en el Corán, que les ordena obligar a los infieles a optar entre convertirse al islam –ser lo que hoy en día llamaríamos ciudadanos de segunda clase que obedecen sumisamente a sus amos de la única verdadera fe– o, si se niegan a dejarse humillar, morir.

Uno supondría que, luego de casi 1.400 años de conflicto constante, los mandatarios occidentales entenderían que el islam nunca ha sido "la religión de la paz". No pueden sino haberse dado cuenta de que escasean los ejemplos, si es que existe uno, de convivencia pacífica, en un clima de respeto mutuo pluralista, de una minoría sustancial musulmana, para no hablar de una mayoría, con otras comunidades, sean éstas judías, cristianas, hindúes, budistas o, en el caso de los chinos, de tradiciones confucianas. Sin embargo, toda vez que se produce una nueva atrocidad llamativamente cruenta, los presidentes y primeros ministros de los países presuntamente más poderosos nos aseguran que sería un grave error vincularla con dicho credo porque la mayoría abrumadora de sus adherentes no soñaría con tomar al pie de la letra las exhortaciones belicosas de Mahoma.

¿Es así? Por desgracia, no lo es en absoluto. No sólo en los países ya musulmanes sino también en Europa, un porcentaje muy elevado de los fieles quiere ver aplicada en todas partes la despiadada ley islámica y cree que cualquier medio empleado para lograrlo, incluyendo los atentados que siembran miedo entre los recalcitrantes, puede justificarse.

Ni Francisco ni los dirigentes políticos de Europa y otros países occidentales saben qué hacer para frenar la ofensiva islamista. Parecen haberse convencido de que, si insisten en que el islam es un credo bondadoso y tolerante, una versión mesopotámica del cuaquerismo o metodismo, terminará siéndolo. Por lo tanto, se esfuerzan por acomodarse a las reclamaciones de militantes que, año tras año, se hacen más exigentes. Suponen que de tal modo lograrán abrir una brecha entre los "moderados", para los cuales el islam es sólo un estilo de vida, y los resueltos a reanudar el programa de conquistas que fue iniciado por Mahoma.

¿Ha brindado resultados satisfactorios la estrategia apaciguadora favorecida por todos los gobiernos occidentales? Desde luego que no; al contrario, sólo ha servido para envalentonar aún más a los guerreros santos. Es lógico, están ganando. Como nos recordó en una oportunidad Osama bin Laden: "Cuando la gente ve un caballo fuerte y uno débil, por naturaleza preferirá el fuerte". En muchas partes del mundo, los guerreros santos que no mienten cuando juran que prefieren la muerte, tanto la propia como la ajena, a la vida parecen más fuertes que sus adversarios dubitativos.

Francisco dijo hace poco que "no nos resignamos a pensar en un Oriente Medio sin cristianos, que desde hace 2.000 años participan en la vida social, cultural y religiosa de las naciones a las que pertenecen". Se haya resignado o no el pontífice a pensar en tal eventualidad, a menos que los demás cristianos, comenzando con los católicos por tratarse de miembros de la iglesia más grande, se animen pronto a enfrentarse con quienes son sus enemigos mortales, dentro de algunos años no quedará ningún cristiano vivo en la mayoría de los países de la región.

Puede que en la Alemania de Hitler los nazis convencidos constituyeran una minoría reducida, pero consiguieron movilizar a la población entera de su país, poniéndola al servicio de su proyecto brutal. Como los nazis en Alemania, en el extenso mundo musulmán los integristas llevan la voz cantante; les resulta fácil intimidar a sus correligionarios menos fanatizados. Los han ayudado las elites políticas e intelectuales de Europa y América del Norte que se las han arreglado para persuadirse de que criticar el islam, llamando la atención a su trayectoria ferozmente imperial, es "racista" y por lo tanto inadmisible. El progresismo paternalista de elites que, según parece, están convencidas de que todos los males del mundo se deben a la agresividad de sus propios antecesores –como si otros fueran menores de edad, víctimas eternas incapaces de cometer crimen alguno– está detrás del auge de movimientos calificados de derecha en muchos países europeos en que los ciudadanos rasos están hartos de ser sacrificados como cobayos de un experimento multicultural emprendido por personajes que no aprendieron nada de la historia.

A juzgar por sus palabras, el papa Francisco sí se ha resignado a ver limpiado el Oriente Medio de cristianos, pero se consuela pensando en su propia superioridad moral. Para subrayarla, pide a Europa permitir que entren todos los musulmanes que huyen de los horrores de sus países de origen. No le preocupa que llevarían consigo las patologías que han provocado tantas tragedias en Pakistán, Afganistán, Irak, Egipto, Libia, Argelia, Nigeria, la República Centroafricana y, claro está, Siria, país en que los guerreros del islam no han vacilado en exterminar cualquier comunidad cristiana que encuentren en su camino.

Pocos judíos permanecen en países del Oriente Medio en que sus antepasados se habían establecido siglos antes del nacimiento del cristianismo. Con escasas excepciones, se han trasladado a Israel que, felizmente para ellos, a pesar de sus dimensiones modestas es la potencia militar más fuerte de la región. Aunque muchos cristianos han hallado refugio en Israel, no cuentan con ningún país dispuesto a levantar un dedo para socorrerlos.

Se entiende; privilegiarlos sería discriminatorio. Lo mismo que los judíos antes de la Segunda Guerra Mundial y la creación de su propio Estado, carecen de amigos genuinos. Cuando haya culminado el genocidio que está en marcha, muchos, encabezados por el papa actual o un sucesor, lamentarán el destino trágico que les tocó y después de derramar lágrimas piadosas dirán que, de haber previsto lo que iba a ocurrir, hubieran intentado impedirlo, pero para exculparse afirmarán que, por razones que les parecen legítimas, no pudieron hacer nada más que reafirmar su propio compromiso con la paz.

5 comentarios:

carancho dijo...

Espectacular aporte, Don Sine.
Me pregunto de dònde salió este buenrollismo, y privilegiar todas las culturas... excepto la nuestra.

Unknown dijo...

En general, comparto el artículo de Neilson y el diagnóstico y pronóstico que hace del Islam frente a Europa.

Pero me parece que la comparación del Papa con Bush es exagerada porque obviamente no los mueven las mismas intenciones.

También se olvida que el Papa actual no puede salir a incitar a una Cruzada contra el Islam por varios razones, siendo la primera de ellas que éste Papa realmente cree en la paz y se conmueve ante el sufrimiento de los refugiados que huyen de la guerra.

No le pidamos a un jefe religioso que abandone los principios de su fe.

Distinto es el caso de los dirigentes políticos que tienen que hacer frente a amenazas bien terrenales.
La posición más correcta para mí es la que señaló oportunamente el Primer Ministro de Australia y que que tuvieron amplia difusión.

Básicamente es: Australia está abierta a la inmigración musulmana en tanto y cuanto sus integrantes respeten la ley civil y respeten a los que tienen otras creencias. Si rechazan la ley o buscan privilegios especiales o pretendan restringir los derechos de otros, serán expulsados. Fuerte y claro.

Rolando el furioso dijo...

Al fin un líder político que dice las cosas por su nombre. "Si quieren venir, que vengan, pero se integran en buena o reciben su PLR (patada en la raja)si se ponen intransigentes. Disculpen el chilenismo.

Anónimo dijo...

La iglesia católica es parte del problema en esta guerra, fijate lo que viene haciendo hace varios años en europa por ejemplo defendiendo la invasión islamica y este papa que es un progre sigue con el mismo mensaje.

Anónimo dijo...

Por suerte parece que Australia aprendio la lección ya que estan teniendo problemas bastante graves con los islámicos. De verdad crees que este papa siente eso??? Para nada, si tanto siente pena por los "refugiados" lo único que tiene que hacer es darles asilo en el vaticano. Si uno defiende a personas que detestan tu religión y cultura no se merece otra cosa que llamarlo traidor.