Debate. No existe, en todo el sistema publico argentino, un cuerpo de la calidad profesional del Servicio Exterior. La Cámpora quiere devorarlo. Ocupó posiciones en la estructura y utiliza la arbitrariedad y el maltrato como norma en las relaciones con los funcionarios de carrera.
Si el nuevo presidente que tendremos a fines del año próximo quiere alterar el rumbo y dar los primeros pasos para reconstruir un país sensato, donde las mayorías recuperen cierto bienestar estable y duradero, necesitará tomar conciencia de que carecerá de dos instrumentos esenciales: el Estado de Derecho, que permite que una sociedad funcione de manera previsible, y el Estado, que hace posible hacer realidad las políticas públicas elegidas.
El Estado en Argentina se ha ido disolviendo, descomponiendo.
Convertido en botín de los partidos políticos, devino la manera más sencilla para alimentar el clientelismo sobre el que se basa el funcionamiento de una buena parte del sistema político argentino. Decenas de miles de puestos creados para alimentar los favores, la arbitrariedad en el funcionamiento de las organizaciones, el patoterismo impuesto dentro de las oficinas. Entre 2003 y 2012 el número de empleados públicos creció 71%. En dos palabras, ladegradación institucional.
El gobierno que se irá deja al Estado en ruinas. Sólo alcanza el ejemplo de la mentira oficializada y reconocida sobre la inflación para percibir el tamaño del daño causado. Durante siete años, el INDEC, una de las instituciones más serias de nuestro país, fue humillado, manejado a punta de pistola y obligado a mentir frente a los argentinos y el resto del mundo. Hoy reconoce que los niveles de inflación son tres veces mayores de lo que dijeron durante todos estos años.
Mas allá del daño que se causó a la credibilidad y seriedad de la Argentina en el exterior (que será difícil recuperar), el legado, menos comentado, es que una institución quedó arrasada. Costó mucho esfuerzo armarla, perfeccionarla, rodarla.
La destrozaron. Costará rehacerla.
Lector, estoy seguro de que no le sería difícil a usted multiplicar los ejemplos. Pero resulta más útil prevenir los nuevos desastres, en especial, el que parece inminente: destrozar el Servicio Exterior argentino.
Nuestro Estado y sus burocracias nunca fueron una maravilla. Pero dentro de su mediocridad (que implica una limitación enorme para cualquiera que busque mejorar nuestra sociedad) había ciertas islas de eficiencia.
El INDEC, el INTA, la Comisión de Energía Atómica eran buenos ejemplos. El Servicio Exterior, en particular, es el ámbito donde se logró reunir a los mejores cuadros del servicio público.
Hoy todos sus funcionarios son graduados universitarios, aprobaron un difícil concurso donde son seleccionados alrededor del 10% de los que se presentan y hacen un curso de 18 meses en el Instituto del Servicio Exterior. Todos hablan dos o tres idiomas, mantienen una marcada disciplina interna y han acumulado años de experiencia en la difícil tarea de negociar y representar nuestros intereses.
Por cierto, no es homogéneo, ni son sólo virtudes las que caracterizan a sus miembros. Pero no existe, en todo el sistema publico argentino, un cuerpo de la calidad profesional como la Cancillería.
Ahora, La Cámpora quiere devorarlo.
Hace un tiempo empezó a ocupar posiciones en la estructura, a utilizarla arbitrariedad y el maltrato como norma en las relaciones con los funcionarios de carrera.
Ven en la Cancillería una cueva de frívolos, vendidos a dios sabe qué intereses. Sí, algunos hay, son parte de la Argentina. Pero no son “la Cancillería” y a la hora de hacer las cosas no cuentan. Dirigí esa institución durante casi seis años. No creo haber llevado adelante una política de derecha y fueron los cuadros de esta institución los que hicieron viables nuestra estrategia.
La Cámpora quiere cambiar la ley del Servicio Exterior. Quiere hacerlo, entre otras cosas, para designar sin límites a embajadores políticos. Buscan abrir de par en par las puertas que llevan al botín. También, van a intentar que se pueda designar en otros puestos que el de embajador a personas que no hicieron la carrera diplomática, como establece la ley vigente.
Probablemente intenten tomar el Palacio San Martín. No durará tanto como la toma del Palacio de Invierno.
Habrá que resistir un año y después borrar todo lo que estos personajes hicieron, para que no quede ni el polvo de sus reformas.
Sería bueno, como en las otras áreas arrasadas, que los candidatos presidenciales dijeran que así se hará.
14 comentarios:
y van a necesitar algo así para hacer limpieza:
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Hoy escuché a Dante Caputo comentar el asunto.
Lamento reconocerlo, pero juro que lo sentí -comparado con lo que se oye actualmente- como si fuera un verdadero estadista.
Y me acordé de cuánto lo odié en los 80, cuando jodía con la latinoamericanización y esas sanatas, y no hice más que confirmar la regla de que lo peor es enemigo de lo malo.
Y acá lo peor siempre encuentra al peor.
Lasciate ogni speranza.
Yo tengo en claro que sólo voy a votar a qquien eche a esta escoria del estado.
Si nadie promete eso, me quedo en mi casa. Ni me molesto en ir a votar.
BB, sin duda que tenés razón. Caputo parece una mezcla de Talleyrand y Kissinger en comparación con Timberlan.
Otra diferencia muy importante es que, más allá de que nos gustase o no, Alfonsín tenía definida una política exterior coherente con sus objetivos y Caputo la ejecutó muy bien.
Hay que acordarse que el Gobierno de Alfonsín fue el que puso fin a la rivalidad argentino-brasileña y negoció los primeros convenios de integración bilateral en Bienes de Capital y algo más que no recuerdo. Y me consta que fue Caputo el que impulsó poner fin a esa rivalidad y empezar una etapa de cooperación.
En cambio, tanto el Él como la Ella, pero especialmente esta última, nunca tuvieron una política exterior definida sino que han ido y venido sin coherencia ni convicción alguna, sino con un mero oportunismo de cuarta categoría.
El resultado está a la vista. A la Argentina internacionalmente nadie le cree nada en ninguna materia ni en ningún foro, salvo en los sudamericanos (y hasta por ahí nomás por las contradicciones permanentes), han logrado que nos peleáramos hasta con Lassie y la familia Ingalls, y el mamarracho calvo entregó el manejo de las relaciones comerciales internacionales a Moreno primero y a La Cámpora después.
Caputo debe saber de lo que habla porque él fue Canciller y jefe de los diplomáticos de carrera que eran jóvenes y que, pasados 30 años, habían ido llegando a los puestos de mando en la cancillería.
Y esos son los que Timberlan y sus secuaces declararon "irrecuperables" porque tenían más de 50 años, pero dejando de lado que eran los más formados profesionalmente...
Y lo de La Cámmpora es francamente risible sino fuera en serio. No hay sector estatal que no hayan arruinado y si se meten a diplomáticos, nos van a tocar el tujes, o declarar la guerra, hasta Tubalu y Kirivati...
Respecto a tu comentario, BlogBis, ayer tuiteé lo siguiente respecto de la participación de Duhalde en el programa de Morales Solá x TN:
La voz del zabeca de banfield al lado de la pobreza oficialista parece la del zabeca de Blenheim Palace
Sine, muy atinado que publicaras este post porque no es un tema menor aunque muchos no se den cuenta.
Es una lástima que La Nación justo hoy no tengo habilitados los comentarios porque me temo que verificaríamos mi hipótesis de que a una amplia mayoría de los lectores le importa tres pitos que los diplomáticos sean o no profesionales de carrera. Eso se notaría en la baja cantidad de comentarios que obtendría el artículo con las declaraciones de Caputo.
Llegué al artículo vía Twitter. Coincido en que uno de nuestros problemas es que para la mayoría de la gente no lo son.
Es falta de educación.
Y falta de liderazgo.
La gente no se da cuenta que para sus asuntos personales la Ella se hace atender por el mejor especialista del país en cada área, pero para los asuntos de la política que debemos disfrutar/padecer todos parece elegir al más venal rastrero y delincuente.
By the way, en el año 84 me disfracé de Caputo en una fiesta de disfraces y causé furor.
Uh... si es la que yo creo fue una en que yo me disfracé de... no mejor ni contarlo.
Sine, muy cierto tu comentario.
En el 84,¿usaste la capureta en el disfraz? Me hubiera gustado verte... ¡Jajaja!
BB, no seas guacho y nos dejes con la intriga, mirá que la imaginación popular suele ser peor que la realidad.
Plis, contá de qué te disfrazaste.
No, no fue con capureta, pero era parecida. Lástima que en esa época no estaban de moda las selfies.
Enmascarado, te lo cuento por otra vía. No creo que alguien en otro sitio se hubiera atrevido a hacer algo análogo. Así nomás te lo digo.
Y más en ese contexto espaci-temporal....
OK, BB, espero ansioso el relato, pero puedo esperar a que me lo cuentes en persona. No por discreción, sino porque así habrá más detalles...¡JaJaJaJa!
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