Ahora que ya pasó el referéndum y que Escocia decidió quedarse en el Reino Unido por una mayoría mucho más amplia que la esperada, aunque dejando atrás a un inquietante 45% de escoceses que rechazan el status quo, se abre un nuevo e intrigante capítulo de la historia británica. Y es que básicamente los eventos del 18 de septiembre de 2014 han dejado en claro una cosa: el arreglo constitucional e institucional del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, que había sobrevivido con vaivenes los últimos trescientos años, ha agotado su utilidad.
No hay otra forma de decirlo así. De lo contrario, media Escocia no habría votado por hacer un bollo con trescientos años de historia razonablemente exitosa (aunque con muchos puntos oscuros que BlogBis ha señalado en repetidos comentarios).
Dejo parte de un artículo previo al referéndum que hiciera el columnista inglés Dan Hodges y que considero bien descriptivo del estado de cosas actual: "En Escocia estamos viendo que poco menos de la mitad de las personas están jugando con la idea de darle la espalda al Reino Unido para siempre, y la otra mitad está exigiendo una autonomía casi total como precio para permanecer en él. En Inglaterra crecen los reclamos por una autonomía similar a través de un parlamento inglés, parlamentos regionales o incluso de parlamentos municipales individuales. En Gales el apoyo a la independencia está ahora arrimándose al veinte por ciento, y hay reclamos similares para la devolución de más poderes y una reevaluación de los acuerdos de financiamiento. En Irlanda del Norte las personas se están absteniendo de matarse unas a otras, lo que al parecer representa un gran éxito. Si esto es la unión, ¿exactamente a qué se parecería la fragmentación?"
Si me tienen paciencia y se bancan un artículo algo largo, acá van algunos de los desafíos que deberá afrontar Londres si desea que sobreviva la Unión que se la vio tan cerca de morir anoche.
1) Mayores facultades a los gobiernos autónomos: Va a tener que pasar. Si Londres le promete y le otorga a Edimburgo más autonomía, más cuestiones con jurisdicción exclusiva y más control de su propia billetera, va a ser inevitable que le conceda lo mismo a Cardiff y a Belfast. Acá va a ser necesario un extremo cuidado, porque es una promesa que ya le fue hecha a los escoceses y que inmediatamente provocó la furia de muchos diputados ingleses, que al margen de quejarse por la falta de autonomía de Inglaterra ya han dicho que darle más al gobierno escocés sería "incentivar a un adicto".
2) Devolución de poderes a Inglaterra: Desde el instante mismo en que se crearon los gobiernos autónomos de Escocia, Gales e Irlanda del Norte, el proverbial gato al que la política británica no sabe cómo ponerle un cascabel es la pregunta "¿y qué hacemos con Inglaterra?". Mientras los ingleses se mantuvieron tranquilos, la pregunta quedó como algo académico, pero ahora que los propios ingleses (como reacción a las quejas de los nacionalistas de los otros países) empiezan a cuestionar el papel que les toca jugar en Reino Unido S.R.L., empieza a tornarse indispensable hallar un modo de devolver poderes al gran mudo de las Islas Británicas.
La primera solución aparente, cada vez más popular entre las bases de los conservadores y en el UKIP, es crear un Parlamento y un Gobierno exclusivos para Inglaterra, con facultades idénticas a las de los otros tres países del Reino Unido, pero al tener Inglaterra a más del 85% de la población del Reino Unido, cualquier salida autonomista terminaría por crear prácticamente un Estado paralelo, igual de remoto y desconectado, y de dimensiones casi idénticas al actualmente existente, por no decir uno que dominase la Unión de la misma manera que, por ejemplo, Serbia dominaba a la agonizante República Federal de Yugoslavia antes de la independencia de Montenegro.
Tanto esa solución como la de "votos ingleses para las leyes inglesas" (ver abajo) son desagradables para los burócratas de Londres y para un Partido Laborista que se sabe más débil en Inglaterra que los tories. Es por eso que las soluciones preferidas de los laboristas son la división de Inglaterra en asambleas regionales con poderes devueltos (una solución que se propuso en 2004 y que fracasó en un referéndum en parte porque las regiones propuestas eran totalmente artificiales y no generaban identificación en el electorado) o la concesión de poderes a los gobiernos municipales y de los condados, en donde podrían hacer valer su peso electoral.
3) La "cuestión de West Lothian": "¿Por cuánto tiempo tolerarán las circunscripciones inglesas y los honorables miembros ingleses... que haya por lo menos 119 honorables miembros de Escocia, Gales e Irlanda del Norte ejerciendo un importante, y probablemente decisivo, efecto en la política inglesa mientras que ellos mismos no tienen voz en las mismas cuestiones en Escocia, Gales e Irlanda del Norte?". Esa fue la pregunta que hiciera en 1977 el diputado laborista Tam Dalyell, representante de la circunscripción escocesa de West Lothian, y que desde entonces acosa a la conducción política británica.
Básicamente, lo que plantea la llamada "cuestión de West Lothian" es la paradoja resultante del proceso de autonomización de Escocia, Gales e Irlanda del Norte por la cual los diputados de estos países en Westminster continúan votando (y en varios casos ejerciendo el voto decisivo) en asuntos que afectan únicamente a Inglaterra, mientras que los diputados ingleses del mismo cuerpo no pueden tratar esos asuntos cuando afectan a los otros países de la Unión por que de eso se ocupan los parlamentos autónomos.
Al margen de la solución de un parlamento inglés, la solución más frecuentemente propuesta (y que el propio Cameron acaba de reflotar tras el referéndum) es la de "votos ingleses para las leyes inglesas", una expresión que encubre un abanico de mecanismos que incluyen la prohibición de aprobar leyes en los Comunes que afecten a Inglaterra sin el voto mayoritario de los diputados ingleses, o un requisito de previa consideración de esas mismas leyes en lo que para nosotros sería la "etapa de comisión" por parte de un comité de diputados ingleses, o finalmente la exclusión explícita de escoceses, galeses y norirlandeses en todas las etapas de debate y sanción de legislación que impacte exclusivamente a Inglaterra.
La objeción más común a la idea es que terminaría por crear dos clases distintas de parlamentarios con derechos desiguales; la segunda (y la que aterra a los laboristas) es que por esas cosas de la matemática electoral la Cámara de los Comunes podría prohijar una especie de Estado esquizofrénico en el que un gobierno nacional con predominio laborista gracias a las bancas que obtiene en Escocia y Gales sería incapaz de legislar para los asuntos de una Inglaterra cuyos diputados sean en su mayoría tories.
4) La distribución del financiamiento público: Actualmente el Reino Unido tiene una prima lejana de nuestra catastrófica "coparticipación federal", la denominada "Fórmula Barnett" que beneficia a Escocia, Gales e Irlanda del Norte en perjuicio de Inglaterra a la hora de distribuir lo producido por la recaudación fiscal nacional. Se calcula que gracias a Barnett el gobierno central pone en Escocia unas 1.300 libras más por habitante que las que le da a Inglaterra, algo que Salmond y el SNP no mencionaron mucho durante la campaña del referéndum. Y si bien desde Londres se apresuraron a decir que una Escocia fiscalmente autónoma y el paso de los años iban a disminuir las desigualdades de la Fórmula Barnett, la sola promesa atropellada de Cameron de continuar repartiendo los fondos públicos de acuerdo a la formulita de marras ya provocó varios ruidos de descontento entre los parlamentarios ingleses de todos los partidos.
5) Descentralización: Las palabras "Londres" y "Westminster" evocan en todo el Reino Unido (no sólo en Escocia) las mismas sensaciones de centralismo, burocracia, falta de valores comunes, desconexión del resto del país y elitismo que provoca en el flyover country estadounidense la palabra "Washington", sólo que sin la hoja de parra de un régimen federal y autonomista como el de los EE.UU., y con un campo de influencia del gobierno central increíblemente mayor que del otro lado del pond. De vez en cuando flotan propuestas federalistas, pero la noción de "soberanía parlamentaria" sobre la que se basa la constitución no codificada del Reino Unido aborrece la idea de un federalismo basado en poderes originarios sobre los que el gobierno central no tiene competencia... y ni qué decir de lo reacio que sería el funcionariado público de Londres a entregar facultades a otras partes del país.
Acá los grandes partidos de Londres juegan en tiempo de descuento, porque si no se pone alguno la camiseta de la descentralización, el tema va a quedar como caballito de batalla de los varios nacionalismos y del UKIP. Al respecto de esto último, en las semanas previas al referéndum el diputado Douglas Carswell desertó de los tories al UKIP. ¿A qué viene esto? A que Carswell pasaba por ser uno de los principales promotores dentro de los conservadores de la idea de descentralizar el Estado británico y devolver facultades a Inglaterra y a los municipios... y a que en pocas semanas se va a celebrar una elección especial en la circunscripción que representaba (el tipo tuvo la decencia de no borocotizar su banca y de renunciar ni bien pegó el salto), en la que es muy probable que el propio Carswell, esta vez como candidato del UKIP, vuelva a ganar su banca, dándole a los muchachos de Nigel Farage su primera victoria electoral fuera de los comicios europeos y afianzando al partido como el hogar natural de los que aborrecen el centralismo de Westminster y de los que ven a conservadores, laboristas y demócratas liberales como simples sucursales de una misma corporación política.
6) El nacionalismo inglés: Si la devolución de poderes tenía como objetivo adormecer el nacionalismo y el separatismo escocés, galés y norirlandés, no sólo fracasó rotundamente en eso sino que para colmo de males espoleó el nacimiento de un incipiente nacionalismo inglés. Y es que a poco más de 15 años de que se establecieran los gobiernos autonómicos en los otros países de la Unión, en los hasta ahora amodorrados ingleses empezó a surgir una percepción de que a ellos les vive tocando poner en la perinola para mantener contentos a unos escoceses, galeses y norirlandeses a los que cada vez más ven como insolventes, subsidiados y resentidos, sin tener siquiera la autonomía de la que disfrutan los otros.
Esta perspectiva inquieta a los conservadores, porque si en los otros países del Reino Unido el problema nacionalista se canaliza a través de partidos como el SNP, Plaid Cymru o Sinn Fein que corren por izquierda a laboristas y demócratas liberales, el que tiene todos los números puestos para ser la voz del nacionalismo inglés es el UKIP de Nigel Farage, que correría por derecha a los tories. Si como señalamos antes el UKIP consigue dentro de pocas semanas su primera banca en los Comunes por elección y no por deserción, esto podría traerle más de un dolor de cabeza a Cameron... y como mínimo podría costarle la reelección si en 2015 el voto de centroderecha se divide entre los tories y el UKIP y termina abriéndole la puerta de 10 Downing Street a los laboristas.
En fin, una agenda cargadita y bastante difícil de maniobrar, que requerirá que una dirigencia política desacreditada actúe con una muñeca política bastante habilidosa y una sangre fría considerable... y cuyas soluciones van a dar como resultado inevitable que la Union Jack represente a un país muy distinto del que existía hasta el 18 de septiembre de 2014.
La cultura política británica tradicionalmente prefiere la evolución por sobre la revolución, y bien podría hacer que la frase "si no está roto, no lo arregles" sea un lema nacional a la par de "Dieu et mon droit". El problema es que está bastante más roto de lo que pensaban, y va a necesitar arreglo.
La cultura política británica tradicionalmente prefiere la evolución por sobre la revolución, y bien podría hacer que la frase "si no está roto, no lo arregles" sea un lema nacional a la par de "Dieu et mon droit". El problema es que está bastante más roto de lo que pensaban, y va a necesitar arreglo.
A ver qué sale.
3 comentarios:
Enmas, no se si viste por ahí la nota que señala que a raíz del referendum escocés, massomenos el 25% de los yanquis dice que se iría con gusto de la Unión.
Small is beautiful. Menos para una cosa, creo.
No sé qué dirá el Sr. Enmascarado, pero si es un artículo del sitio Slate que habla sobre movimientos secesionistas en EE.UU., lo estoy leyendo justo ahora. Eso sí, el único tema es que allá en los Iunáited Estéits la cuestión del derecho a separarse de la Unión la zanjaron con un cálido y franco intercambio de tiros, así que la veo un tanto difícil...
Por lo demás, coincido en la excepción que plantea, si es lo que interpreto que es...
Mayor, antes que nada excelente su post que me ha servido muchísimo para tratar de entender la galleta en la que se ha metido Cameron porque parece que los ingleses se están avivando que son una especie de hijos de la pavota frente a los escoceses, galeses y ultras de Belfast.
BB, no he leído nada sobre separatismo reciente en EE.UU., habrá que ver ciudadanos de cuál Estado son los que quisieran abrir de la Unión.
Buscaré la nota de Slate que dice el Mayor.
Coincido con lo de que small is beutiful salvo para una cosa: prefiero un gran sueldo en dólares o Euros que uno pequeño.
Con un gran ingreso de guita, las demás pequeñeces no interesan...
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