27 de mayo de 2015

Aún más panfletos antinazis

Los manifiestos de La Rosa Blanca


III

"Salus publica suprema lex"

Todas las formas ideales del Estado son utopías. Un Estado no puede construirse de un modo puramente teórico, sino que ha de crecer y madurar como cada persona individual. Pero no se debe olvidar que al comienzo de cada cultura había una forma previa al Estado. La familia es tan antigua como el hombre mismo y, partiendo de esa convivencia primigenia, el hombre racional ha creado un Estado cuyo fundamento es la justicia y cuya ley suprema es el bienestar de todos. El Estado ha de representar una analogía del orden divino; la mayor de todas las utopías, la civitas Dei, es el modelo al que en último término ha de acercarse. Aquí no queremos emitir un juicio sobre las diferentes formas posibles de Estado: la democracia, la monarquía constitucional, la monarquía, etc. Sólo un aspecto ha de ser resaltado inequívoca y claramente: toda persona individual tiene derecho a un Estado operativo y justo, que asegure tanto la libertad del individuo como el bienestar de la comunidad. Pues según la voluntad de Dios, el hombre debe buscar libre e independientemente, en la convivencia y la cooperación de la comunidad estatal, su fin natural, su felicidad terrena.


Nuestro «Estado» actual es la dictadura del mal. «Esto lo sabemos desde hace ya tiempo -te oigo objetar- y no necesitamos que nos lo vuelvan a repetir aquí.» Pero, te pregunto: si ya lo sabéis, ¿por qué no reaccionáis, por qué permitís que los que detentan el poder se adueñen paso a paso, abiertamente o de modo oculto, de un dominio de vuestro derecho tras otro, hasta que un día no quede nada, pero absolutamente nada más que un engranaje mecanizado del Estado, mandado por criminales y borrachos? ¿Ha sucumbido vuestro espíritu a la violación de tal modo que olvidáis que destruir este sistema no sólo es vuestro derecho, sino vuestra obligación moral? Cundo una persona no tiene ya la fuerza para reclamar su derecho, entonces sucumbirá necesariamente. Nos mereceríamos ser dispersados por todo el mundo, como el polvo por el viento, si en esta última hora no nos alzáramos y no tuviéramos por fin la valentía de la que hemos carecido desde entonces. ¡No ocultéis vuestra cobardía bajo el manto de la prudencia! Pues cada día que esperáis y no resistís a este engendro del infierno crece vuestra culpa según una curva parabólica, cada vez más y más.

Muchos, quizá la mayoría de los lectores de estas hojas, no saben cómo pueden ejercer la resistencia. No ven la posibilidad de hacerlo. Nosotros vamos a intentar explicarles cómo cada persona individual está en condiciones de contribuir a derrocar este sistema. No mediante una enemistad individualista al modo de una amarga vida de anacoreta será posible preparar el terreno para derrocar a este «gobierno» o para conseguir que su caída se consiga lo antes posible, sino mediante la colaboración de muchas personas convencidas y que colaboren activamente. Personas que estén de acuerdo sobre los medios con los que pueden alcanzar su objetivo. No disponemos de una amplia selección de dichos medios; sólo tenemos uno a nuestro alcance: la resistencia pasiva.

El sentido y el objetivo de esta resistencia es conseguir que caiga el nacionalsocialismo. Y en esta lucha no se puede retroceder ante ninguna posibilidad, ante ninguna actuación, estén donde estén. Hay que atacar al nacionalsocialismo en todos los lugares donde es vulnerable. Hay que conseguir terminar cuanto antes con este Estado ilegítimo: una victoria de la Alemania fascista en esta guerra tendría consecuencias incalculables y terribles. La preocupación de cada alemán ha de ser no la victoria militar sobre el bolchevismo, sino la derrota del nacionalsocialismo. Esto ha de encontrarse necesariamente en el primer lugar. La necesidad de esta última exigencia se la demostraremos en nuestras próximas hojas.

Ahora, todo enemigo del nacionalsocialismo ha de plantearse la siguiente pregunta: ¿cómo puede luchar del modo más eficaz contra el actual «Estado»; cómo puede darle los golpes que más le afecten? Mediante la resistencia pasiva, sin lugar a dudas. Está claro que es imposible dar directrices para el comportamiento de cada persona individual; sólo podemos hacer alusiones generales; el camino concreto a la realización lo tiene que encontrar cada uno.

Sabotaje en las fábricas de armamento y de otros productos bélicos, sabotaje en todas las reuniones, manifestaciones, celebraciones y organizaciones creadas por el partido nacionalsocialista. Impedir que funcione sin fricciones la maquinaria de la guerra (una maquinaria que sólo funciona para una guerra en la que se trata únicamente de salvar y mantener el partido nacionalsocialista y su dictadura). Sabotaje en todos los campos científicos e intelectuales, que permiten continuar la guerra, ya sea en universidades, escuelas superiores, laboratorios, centros de investigación u oficinas técnicas. Sabotaje en todos los actos de índole cultural, que puedan elevar el «prestigio» de los fascistas en el pueblo. Sabotaje en todas las ramas de las artes plásticas, que estén en relación con el nacionalsocialismo y a su servicio. Sabotaje en todo lo que se escriba, en los periódicos que estén a sueldo del «gobierno», que luchen por sus ideas, por la difusión de la mentira nazi. No deis ni un céntimo en las cuestaciones públicas (ni siquiera bajo la apariencia de tratarse de fines caritativos, pues se trata de un camuflaje). En realidad, no se benefician de ellas ni la Cruz Roja ni los necesitados. El gobierno no necesita ese dinero, no tiene necesidad económica de esas cuestaciones, pues las máquinas impresoras siguen acuñando tanto dinero como se necesite; pero el pueblo ha de ser mantenido continuamente en tensión; no se debe rebajar la presión del candado. No deis nada cuando se recolecte metal, tejidos o cualquier otra cosa. Dirigíos también a todas las personas que conozcáis de las capas bajas de la sociedad para convencerlas del desatino de que continúe esta guerra, de su inutilidad, de la esclavitud intelectual y económica que supone el nacionalsocialismo, de la destrucción de todos los valores éticos y religiosos, y lograd que ejerzan resistencia pasiva.

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Aristóteles, Sobre la política: «... De la sustancia de la tiranía forma parte buscar que ni permanezca oculto nada de lo que dice o hace un súbdito, sino que por doquier haya espías que le escuchen... sembrar la discordia y la calumnia entre los ciudadanos; poner en pugna unos amigos con otros, e irritar al pueblo contra las altas clases que se procura tener desunidas. A todos estos medios se une otro procedimiento de la tiranía, que es el empobrecer a los súbditos, para que por una parte no le cueste nada sostener su guardia, y por otra, ocupados aquellos en procurarse los medios diarios de subsistencia, no tengan tiempo para conspirar... Puede considerarse como un medio análogo el sistema de impuestos que regía en Siracusa: en cinco años, Dionisio absorbía mediante el impuesto el valor de todas las propiedades. También el tirano hace la guerra para tener en actividad a sus súbditos... »
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