Los manifiestos de La Rosa Blanca.
I
Nada es más indigno para un pueblo civilizado que dejarse «gobernar», sin oponer resistencia, por una camarilla irresponsable que se deja llevar por sus bajos instintos. ¿No es cierto que, hoy en día, todo alemán honrado se avergüenza de su gobierno? ¿Quién alcanza a vislumbrar el alcance de la ignominia que sobrevendrá sobre nosotros y sobre nuestros hijos, cuando haya caído la venda de nuestros ojos y salgan a la luz del día los horrendos crímenes, que superan toda medida? Si el pueblo alemán está ya tan corrompido y descompuesto en su interior que, sin mover una mano, y por una temeraria confianza en las equívocas leyes de la historia, abandona lo más alto que posee el hombre, lo que le alza por encima de las demás criaturas: su voluntad libre de injerir en la rueda de la historia y someterla a su decisión racional, si los alemanes -exentos de toda individualidad- se han convertido en una masa sin espíritu y cobarde, entonces se merecen el hundimiento.
Goethe denomina a los alemanes un pueblo trágico, similar al judío y al griego; pero hoy parece que se ha convertido en un rebaño de secuaces, superficial y sin voluntad, a quienes les han quitado hasta los tuétanos; faltos de núcleo, están dispuestos a dejarse arrastrar al hundimiento. Parece... pero no es así; antes bien, como fruto de una violación lenta, mentirosa y sistemática, cada persona individual ha sido recluida en una cárcel inmaterial; sólo cuando se ha visto encadenada, ha sido consciente de la perdición. Pocos han reconocido la amenaza de corrupción, y el premio por sus advertencias heroicas ha sido la muerte. Sobre el destino de esas personas habrá que hablar aún.
Si cada uno espera hasta que sea otro quien comience, los mensajeros de la vengadora Némesis no podrán detenerse y se acercarán cada vez más; entonces se echará hasta la última víctima sin sentido en las fauces de un demonio insaciable. Por esto, cada uno ha de ser consciente de su responsabilidad como miembro de la cultura cristiana y occidental y como tal ha de luchar, cada uno, tanto como pueda contra ese azote de la Humanidad que es el fascismo y todo sistema de Estado absoluto similar. Oponed resistencia pasiva -resistencia- allí donde estéis; evitad que continúe la maquinaria atea de la guerra, antes de que sea demasiado tarde, antes de que hasta la última ciudad haya quedado reducida a ruinas como Colonia y antes de que la última juventud del pueblo se haya desangrado en algún lugar por la soberbia de un infrahombre. ¡No olvidéis que cada pueblo se merece el gobierno que soporta!
De Friedrich Schiller, Las leyes de Licurgo y Solón:
"…Contra su propio objetivo, las leyes de Licurgo son una obra maestra de la política y de la antropología. Pretendía un Estado poderoso, fundado sobre sí mismo e indestructible; la fuerza política y la estabilidad eran el objetivo que buscaba; alcanzó este objetivo tanto como lo permitieron las circunstancias. Sin embargo, si se compara el objetivo que se propuso Licurgo con el objetivo de la Humanidad, la admiración que despierta una primera mirada ha de dejar paso a la reprobación. Al Estado todo se ha de sacrificar, con excepción de una cosa, aquello a lo que el Estado sirve como medio. El Estado nunca es fin, sólo es importante como condición en la que se puede cumplir el objetivo de la Humanidad, y ese objetivo de la Humanidad no es otro que desarrollar todas las fuerzas del hombre, que es el progreso. Si la constitución de un Estado impide que se desarrollen las fuerzas que hay en el hombre, si impide el progreso del espíritu, entonces es reprobable y dañina, por muy ponderada que esté por lo demás, por muy perfecta que sea en su especie. Su estabilidad se convierte más en un reproche que en honor, pues tan sólo es la continuación del mal: cuanto más dure tanto más dañina será.
»… A costa de todos los sentimientos morales se obtuvo el mérito político y se formó la capacidad para ello. En Esparta no había amor conyugal ni amor materno, ni amor filial ni amistad; no había otra cosa que ciudadanos, que virtud ciudadana.
»… Una ley del Estado convertía en obligación, para los espartanos, la inhumanidad frente a los esclavos; en esos sacrificios desgraciados se insultó y maltrató a la Humanidad. En la ley espartana se predicó el peligroso principio de considerar a los seres humanos como medio y no como fin, con lo que se agrietaron los fundamentos del Derecho Natural y de la moralidad.
»… ¡Qué bello espectáculo ofrece el rudo guerrero Cayo Marcio en su campamento situado ante Roma, que sacrifica la venganza y la victoria, porque no puede ver correr las lágrimas de la madre!
... El Estado (de Licurgo) sólo podía mantenerse bajo una única condición: que se paralizara el espíritu del pueblo; es decir, sólo se podía conservar errando el más alto y único fin del Estado."
De Goethe, El despertar de Epimenides, segundo acto, cuarta escena: "Genios
.....
Pero lo que ha salido osadamente del abismo
puede dominar a medio universo
gracias a un destino de hierro.
Ha de volver al abismo.
Ya amenaza un temblor tremendo,
¡en vano logrará imponerse!
Y todos los que están unidos a él
Han de quedar aniquilados con él.
Esperanza:
Ahora me encuentro con mis bravos,
que se han reunido en la noche,
para callar, no para dormir,
y la bella palabra de la libertad
se susurra y se balbucea,
hasta que en una novedad desusada
en los peldaños de nuestros templos
de nuevo gritemos, extasiados:
(con convencimiento, fuerte)
¡Libertad!
(más moderado):
¡Libertad!
(un eco, de todos lugares):
¡Libertad!
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Le rogamos que haga cuantas copias pueda de este escrito y las difunda.
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2 comentarios:
Aunque sea como homenaje a esos valientes jóvenes alemanes que dieron su vida por opinar libremente bajo el hitlerismo, vale la pena difundir estos pensamientos.
O como ejemplo, ahora que los encontré en castellano
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