Los manifiestos de La Rosa Blanca
IV
Es una vieja sabiduría, que se repite una y otra vez a los niños, que quien no escucha acaba por escarmentar en cabeza propia; sin embargo, un niño prudente sólo se quemará los dedos una vez en el fogón.
En las últimas semanas, Hitler ha cosechado éxitos tanto en África como en Rusia. Como consecuencia de ellos creció con una rapidez impropia de la pereza alemana el optimismo por un lado y la conmoción y el pesimismo en el otro lado del pueblo. Entre los enemigos de Hitler, es decir entre lo mejor del pueblo, se oían lamentos, palabras de decepción y de desánimo, que en no pocos casos terminaban con la pregunta: «¿Y si al final Hitler...?».
Entre tanto, el ataque alemán a Egipto se ha paralizado; Rommel ha de mantenerse en una situación muy peligrosa; sin embargo, aún sigue el avance en el Este. Este éxito aparente se ha obtenido a costa de los más horribles sacrificios, con lo que no se puede considerar como ventajoso. Por eso advertimos contra cualquier optimismo.
¿Quién ha contado los muertos, Hitler o Goebbels? Ninguno de ellos. Todos los días caen miles de soldados en Rusia. Ha llegado el tiempo de la siega y el segador pasa su guadaña con todas sus fuerzas por el fruto maduro. Vuelve el duelo a las cabañas de la patria; y no hay nadie que enjuague las lágrimas de las madres. Sin embargo, Hitler engaña a aquellas a quienes ha quitado el bien más preciado, llevándoles a una muerte sin sentido.
Cualquier palabra que procede de la boca de Hitler es mentira. Cuando dice paz está pensando en la guerra, y cuando de modo blasfemo menta el nombre del Todopoderoso, está pensando en el poder del maligno, del ángel caído, de Satanás. Su boca son las fauces malolientes del infierno. Su boca son las nauseabundas fauces del infierno y su poder está condenado. Sin embargo aún hay que combatir con medios racionales el estado terrorista nacionalsocialista; quien hoy en día todavía duda de la existencia real de los poderes demoníacos, no ha comprendido el trasfondo metafísico de esta guerra. Tras lo concreto, tras lo perceptible por los sentidos, tras todas las reflexiones objetivas y lógicas se encuentra lo irracional, la lucha contra el demonio, contra los enviados del Anticristo. En todo lugar y en todos los tiempos, los demonios han estado al acecho y han esperado la hora en que el hombre se torna débil, en que abandona arbitrariamente el lugar fundado en la libertad que Dios le ha dado en el orden, que claudica ante la presión del mal, que se separa de las fuerzas de un orden superior y así, después de haber dado el primer paso libremente, se ve impelido a dar el segundo y el tercero, cada vez a una mayor velocidad. En todo lugar y en todas las épocas de mayor necesidad se han alzado seres humanos, profetas, santos que han conservado su libertad y que han hecho referencia al único Dios y que con su ayuda advirtieron al pueblo para que se convirtiera. El hombre es libre, pero no tiene defensas contra el mal sin el verdadero Dios; es como un barco sin timón, expuesto a las tormentas, como un niño pequeño sin madre, como una nube que se deshace.
A ti que eres cristiano, te pregunto: en esta lucha por tus más preciados bienes, ¿hay aún vacilación, un juego con intrigas, un retrasar la decisión, con la esperanza de que sea otro quien alce las armas para defenderte? ¿No te ha dado Dios mismo la fuerza y el ánimo para luchar? Tenemos que atacar el mal allí donde es más poderoso y lo es en el poder de Hitler. «Yo me volví y vi todos los actos de opresión que se cometen debajo del sol: he allí las lágrimas de los oprimidos, que no tienen quien los consuele. El poder está de parte de sus opresores, y no tienen quien los consuele.
»Entonces yo elogié a los difuntos, los que ya habían muerto, más que a los vivos, los que hasta ahora viven... » (Eclesiastés)
Novalis: «Una verdadera anarquía es el elemento generador de la religión. De la destrucción de todo lo posible, levanta esta su gloriosa cabeza cual nueva creadora del mundo... ¡Si Europa quisiera despertar de nuevo, si un Estado de los Estados, una doctrina política de la ciencia nos amenazase! ¿Debiera ser acaso la jerarquía... el principio de la unión de los Estados como visión intelectual del yo político?... La sangre correrá por Europa hasta que las naciones descubran su terrible locura que las hace correr en círculo, y, alcanzadas y calmadas por una música sagrada, vayan hacia antiguos altares en una mezcla multicolor, se propongan obras de paz y se celebre un ágape, cual fiesta de paz en los humeantes campos de batalla, con ardientes lágrimas. Sólo la religión puede despertar otra vez a Europa y dar a los pueblos seguridad, e instalar con nuevo esplendor la Cristiandad visible sobre la tierra, en su antigua y pacificadora función».
Queremos advertir expresamente que la Rosa Blanca no se encuentra a sueldo de ningún poder extranjero. A pesar de que sabemos que el poder nacionalsocialista ha de ser destruido militarmente, intentamos conseguir una renovación del espíritu alemán, herido de gravedad, desde dentro. Pero a ese renacimiento ha de preceder el claro reconocimiento de toda la culpa que el pueblo alemán ha cargado sobre sí, así como la lucha sin cuartel contra Hitler y todos sus cómplices, miembros del partido, secuaces, etc. Se ha de abrir con toda brutalidad el abismo que existe entre lo mejor del pueblo y todo lo relacionado con el nacionalsocialismo. Para Hitler y sus seguidores no hay en la Tierra ningún castigo adecuado a sus hechos. Pero por amor a las generaciones venideras se ha de erigir un ejemplo después de la guerra, para que nadie, nunca más, tenga ganas de volver a intentar nada semejante. ¡No olvidéis tampoco a los pequeños canallas de este sistema; grabaos su nombre para que ninguno se escape! ¡Que no consigan cambiar de bandera en el último momento, después de esas atrocidades y hagan como si no hubiera pasado nada!
Para su tranquilidad deseamos añadir que no se han recogido por escrito en ningún lugar las direcciones de los lectores de la Rosa Blanca. Han sido extraídas arbitrariamente de guías telefónicas.
¡No callamos, somos vuestra mala conciencia!; ¡la Rosa Blanca no os deja tranquilos!
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¡Por favor, reproduzca y difunda la hoja!
1 comentario:
Hoy justo leía un libro sobre el tema. Frase de Churchill cuando le preguntaron sobre la ayuda a la URSS: "En el mismo momento que Hitler le declare la guerra al diablo, enviaré un embajador al infierno". Capo.
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