La escena transcurre en Rosario. Toco timbre y estoy esperando que me vengan a abrir la puerta.
- Disculpe, Señor. (Dicho con la mayor corrección y amabilidad).
Me doy vuelta y me encuentro con un muchacho de unos 25 años, lentes y una bolsa de esas reciclables que te venden ahora en los supermercados.
"No quisiera comprar pan de soda venezolano?"
Mi natural instinto me hizo decirle "No, gracias", por lo que el muchacho saludó y siguió caminando. Luego me arrepentí. Obviamente se trataba de un exiliado del chavismo, que terminó en Argentina y en lugar de buscarse un plan social se las rebusca con el libre comercio. Además me quedé con la intriga de cómo será el pan de soda venezolano.
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