Las 10 peores metidas de pata de los debates presidenciales de Estados Unidos.
Interesante resumen. Algunos son tomados de debates entre precandidatos de un mismo partido.
Desde Jimmy Carter alardeando de los consejos recibidos de su hija de 13 años hasta Gerald Ford, nada menos que un republicano, negando la dominación soviética de Europa Oriental.
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9 de octubre de 2012
4 de octubre de 2012
Debate
Interesante resumen de un periodista sobre el debate entre Romney y Obama del día de ayer:
Por qué Romney ha ganado el debate en diez puntos
Por qué Romney ha ganado el debate en diez puntos
29 de junio de 2010
¿Me permiten unas palabras?

Viene armándose un lindo debate en el blog que podrá manifestarse de muchas formas, pero que a la larga es el eterno debate entre las concepciones más “pragmáticas” y las más “principistas”. Me parece un debate valiosísimo que tenemos que darnos, cuidando sí de mantener este espacio que tenemos para hablar, que es raro en la Argentina, y evitar que nuestras discusiones escalen al punto de arruinarlo.
Les pido un rato de su amable atención mientras me inmolo sin invitación en el debate. Ya me compré un pasaje de ida al carajo por el largo de este post, así que por favor ténganme paciencia.
En mi humilde opinión siempre tenemos que contrastar nuestras ideas con la realidad, porque justamente pretender que la realidad se adapte a las construcciones ideológicas es el gran defecto (o crimen) que le achacamos a la izquierda y que ésta se supo ganar. De manera simple, el conservadurismo busca hasta encontrar una pieza cuadrada para encajar en un agujero cuadrado, mientras que el progresismo trata de limar y serruchar los bordes del agujero cuadrado para meter como sea una pieza circular.
En cada país, las ideas políticas se corporizaron de maneras diferentes. El conservadurismo británico es más aristocrático, mientras que el estadounidense es, por falta de un mejor término, más popular. Las agendas de ambos son totalmente distintas: en el Reino Unido, creo yo y alguien que sepa más podrá corregirme, está más orientado a la preservación de los elementos fundamentales de la nacionalidad y de una tradición política centenaria en medio de una sociedad que cambia vertiginosamente, mientras que en Estados Unidos enfatiza más el resguardo del libre mercado y en la limitación del poder de un Estado que cada vez más se “olvida” de los principios que hicieron grande a ese país.
En el Reino Unido, Sarah Palin probablemente encaje más con el UKIP o el BNP que con los Tories; en Estados Unidos, David Cameron sería un “Blue Dog” del ala derecha demócrata en vez de formar parte del GOP. Pero ni Estados Unidos necesita un Cameron ni el Reino Unido una Palin, ambos dirigentes son la respuesta que nuestro lado del espectro político (llamémoslo “derecha”, “conservadurismo” o “liberalismo”) encontró para la situación particular que enfrenta ahora cada país.
Sostener que una variante es desde el vamos superior a la otra, pienso yo, no corresponde e ignora las realidades políticas y socioculturales que hicieron que Palin fuera Palin y que Cameron fuera Cameron, más allá de las simpatías o antipatías que nos puedan despertar. Si lo queremos trasladar a qué clase de liberalismo o conservadurismo queremos acá, es otro debate, siempre que recordemos que las características propias de la Argentina impactarán en las ideas que queremos proponer.
Argentina no tiene Dukes y Earls, tiene sindicalistas y barones del conurbano; no tiene un Congreso independiente, sino una escribanía servil; no tiene hombres y mujeres capaces de decidir racionalmente en una economía moderna y libre, sino pobres tipos que así como están van muertos, y tampoco tiene un Tea Party, sino una sociedad con el cerebro lavado y enjuagado por el progresismo. Jugamos en esta cancha, y el éxito eventual del liberalismo o conservadurismo no va a venir de la “pureza” que tengan nuestras conversaciones, sino de convencer a la gente de que nuestras ideas van a redundar en una mejor calidad de vida.
Alsogaray quiso hacer eso cuando le aportó el plan a Menem y habrá muchos que lo podrán tildar a él de traidor y lo que sea, pero la realidad es que sin ese acto de “traición” hoy todavía existiría una ENTEL que tarde veinte años en instalar una línea fija y miraríamos con envidia al zapatófono del Superagente 86, por poner un ejemplo.
Respecto del debate sobre la conservación de edificios, “ni tan tan ni muy muy”. Estados Unidos será la tierra de los rascacielos y los shoppings, pero Washington está llena de edificios conservados del siglo XIX y Filadelfia cuida a la perfección el Independence Hall. Y en Francia habrá tesoros arquitectónicos de varios siglos de antigüedad, pero en Paris también existen las torres de La Défense, hay un Euro Disney en Marne-la-Vallée y la Bastilla y las Tullerías terminaron demolidas. En ambos países se decidió atendiendo a lo que mostraba la realidad del momento y al criterio de su gente. No sé si haya más o menos "razón" en una u otra postura.
Estudié en una universidad con sede en edificios que estuvieron condenados a la demolición hasta que se los restauró a nuevo, por lo que entiendo y comparto la necesidad de cuidar el patrimonio edilicio argentino y prefiero que se estudie bien y se hagan todas las consultas necesarias antes de traer la topadora, pero tampoco creo que haya que poner con los ojos cerrados plata del Estado para mantener un antro abandonado y lleno de ratas sólo porque fue un bar donde Gardel cagó cuando no pudo llegar al baño de su casa, en vez de construir algo nuevo que puede beneficiar a la zona. Y ojalá las excusas que se suelen alegar en Buenos Aires para reclamar la conservación de algún edificio fueran tan sólidas como mi ejemplo sarcástico.
A lo que voy es que la realidad concreta, el día a día, excede por mucho a nuestras ideas previas y nos obligan a adaptarnos a las particularidades que presenta una situación específica. Nuestras ideas tienen que ser el punto de partida para analizar la realidad y proponer, pero no podemos pretender que se trasladen exacta y ciegamente al resultado final. El trabajo de laboratorio es bueno y necesario y de ahí pueden nacer soluciones inesperadas, pero por sí mismo no alcanza si no se comprueba con la realidad qué es practicable y qué no.
Pienso que un rasgo que hace valioso al liberalismo es la comprensión de que no se puede aplicar la ideología ciega a la realidad, que ni “lo nuevo” es intrínsecamente superior ni “lo viejo” es necesariamente preferible, que hay que analizar todos los elementos, todos los argumentos y todas las potenciales consecuencias antes de actuar. Algunas veces se podrán aplicar versiones más “puras” de las ideas, otras tendremos que hacer muchos compromisos para verlas convertidas en realidad, nos guste o no. Y lo más probable es que nunca puedas lograr que dos liberales, o dos conservadores, coincidan en la misma visión y respuesta. Es mejor así.
Dejemos la fidelidad hasta la muerte para los matrimonios y el castigo a las herejías para las religiones, que las realidades ocasionales de la política y la economía nos van a obligar más de una vez a ser infieles y herejes a nuestras ideas de base, si queremos tener algún peso en el gran debate que nos tiene que ocupar, que es el que mantenemos con la izquierda.
Bueno, hasta acá llegué con el abuso de vuestras paciencias. Si a alguien ofendí, le pido disculpas y espero que esto no sea tomado como un ataque personal contra nadie, porque no fue mi intención. Sólo quise aportar mi granito de arena al debate que, insisto, es lo verdaderamente valioso que tenemos en este espacio, siempre y cuando nos respetemos en nuestras diferentes posturas y formas de ver la realidad.
Let the flames rise.
Les pido un rato de su amable atención mientras me inmolo sin invitación en el debate. Ya me compré un pasaje de ida al carajo por el largo de este post, así que por favor ténganme paciencia.
En mi humilde opinión siempre tenemos que contrastar nuestras ideas con la realidad, porque justamente pretender que la realidad se adapte a las construcciones ideológicas es el gran defecto (o crimen) que le achacamos a la izquierda y que ésta se supo ganar. De manera simple, el conservadurismo busca hasta encontrar una pieza cuadrada para encajar en un agujero cuadrado, mientras que el progresismo trata de limar y serruchar los bordes del agujero cuadrado para meter como sea una pieza circular.
En cada país, las ideas políticas se corporizaron de maneras diferentes. El conservadurismo británico es más aristocrático, mientras que el estadounidense es, por falta de un mejor término, más popular. Las agendas de ambos son totalmente distintas: en el Reino Unido, creo yo y alguien que sepa más podrá corregirme, está más orientado a la preservación de los elementos fundamentales de la nacionalidad y de una tradición política centenaria en medio de una sociedad que cambia vertiginosamente, mientras que en Estados Unidos enfatiza más el resguardo del libre mercado y en la limitación del poder de un Estado que cada vez más se “olvida” de los principios que hicieron grande a ese país.
En el Reino Unido, Sarah Palin probablemente encaje más con el UKIP o el BNP que con los Tories; en Estados Unidos, David Cameron sería un “Blue Dog” del ala derecha demócrata en vez de formar parte del GOP. Pero ni Estados Unidos necesita un Cameron ni el Reino Unido una Palin, ambos dirigentes son la respuesta que nuestro lado del espectro político (llamémoslo “derecha”, “conservadurismo” o “liberalismo”) encontró para la situación particular que enfrenta ahora cada país.
Sostener que una variante es desde el vamos superior a la otra, pienso yo, no corresponde e ignora las realidades políticas y socioculturales que hicieron que Palin fuera Palin y que Cameron fuera Cameron, más allá de las simpatías o antipatías que nos puedan despertar. Si lo queremos trasladar a qué clase de liberalismo o conservadurismo queremos acá, es otro debate, siempre que recordemos que las características propias de la Argentina impactarán en las ideas que queremos proponer.
Argentina no tiene Dukes y Earls, tiene sindicalistas y barones del conurbano; no tiene un Congreso independiente, sino una escribanía servil; no tiene hombres y mujeres capaces de decidir racionalmente en una economía moderna y libre, sino pobres tipos que así como están van muertos, y tampoco tiene un Tea Party, sino una sociedad con el cerebro lavado y enjuagado por el progresismo. Jugamos en esta cancha, y el éxito eventual del liberalismo o conservadurismo no va a venir de la “pureza” que tengan nuestras conversaciones, sino de convencer a la gente de que nuestras ideas van a redundar en una mejor calidad de vida.
Alsogaray quiso hacer eso cuando le aportó el plan a Menem y habrá muchos que lo podrán tildar a él de traidor y lo que sea, pero la realidad es que sin ese acto de “traición” hoy todavía existiría una ENTEL que tarde veinte años en instalar una línea fija y miraríamos con envidia al zapatófono del Superagente 86, por poner un ejemplo.
Respecto del debate sobre la conservación de edificios, “ni tan tan ni muy muy”. Estados Unidos será la tierra de los rascacielos y los shoppings, pero Washington está llena de edificios conservados del siglo XIX y Filadelfia cuida a la perfección el Independence Hall. Y en Francia habrá tesoros arquitectónicos de varios siglos de antigüedad, pero en Paris también existen las torres de La Défense, hay un Euro Disney en Marne-la-Vallée y la Bastilla y las Tullerías terminaron demolidas. En ambos países se decidió atendiendo a lo que mostraba la realidad del momento y al criterio de su gente. No sé si haya más o menos "razón" en una u otra postura.
Estudié en una universidad con sede en edificios que estuvieron condenados a la demolición hasta que se los restauró a nuevo, por lo que entiendo y comparto la necesidad de cuidar el patrimonio edilicio argentino y prefiero que se estudie bien y se hagan todas las consultas necesarias antes de traer la topadora, pero tampoco creo que haya que poner con los ojos cerrados plata del Estado para mantener un antro abandonado y lleno de ratas sólo porque fue un bar donde Gardel cagó cuando no pudo llegar al baño de su casa, en vez de construir algo nuevo que puede beneficiar a la zona. Y ojalá las excusas que se suelen alegar en Buenos Aires para reclamar la conservación de algún edificio fueran tan sólidas como mi ejemplo sarcástico.
A lo que voy es que la realidad concreta, el día a día, excede por mucho a nuestras ideas previas y nos obligan a adaptarnos a las particularidades que presenta una situación específica. Nuestras ideas tienen que ser el punto de partida para analizar la realidad y proponer, pero no podemos pretender que se trasladen exacta y ciegamente al resultado final. El trabajo de laboratorio es bueno y necesario y de ahí pueden nacer soluciones inesperadas, pero por sí mismo no alcanza si no se comprueba con la realidad qué es practicable y qué no.
Pienso que un rasgo que hace valioso al liberalismo es la comprensión de que no se puede aplicar la ideología ciega a la realidad, que ni “lo nuevo” es intrínsecamente superior ni “lo viejo” es necesariamente preferible, que hay que analizar todos los elementos, todos los argumentos y todas las potenciales consecuencias antes de actuar. Algunas veces se podrán aplicar versiones más “puras” de las ideas, otras tendremos que hacer muchos compromisos para verlas convertidas en realidad, nos guste o no. Y lo más probable es que nunca puedas lograr que dos liberales, o dos conservadores, coincidan en la misma visión y respuesta. Es mejor así.
Dejemos la fidelidad hasta la muerte para los matrimonios y el castigo a las herejías para las religiones, que las realidades ocasionales de la política y la economía nos van a obligar más de una vez a ser infieles y herejes a nuestras ideas de base, si queremos tener algún peso en el gran debate que nos tiene que ocupar, que es el que mantenemos con la izquierda.
Bueno, hasta acá llegué con el abuso de vuestras paciencias. Si a alguien ofendí, le pido disculpas y espero que esto no sea tomado como un ataque personal contra nadie, porque no fue mi intención. Sólo quise aportar mi granito de arena al debate que, insisto, es lo verdaderamente valioso que tenemos en este espacio, siempre y cuando nos respetemos en nuestras diferentes posturas y formas de ver la realidad.
Let the flames rise.
23 de enero de 2009
Tolerant Passions

When we temper our passions with tolerance, we can discuss heated or challenging topics without offending others or disrespecting their beliefs. Though we may occasionally be tempted to lecture those whose opinions differ from our own, our general goodwill and open-mindedness will prevent us from taking our zealousness too far. Those individuals we choose to engage in conversation will enjoy sharing their views with us as they understand that we will listen politely rather than endeavor to change their minds. We can outline our positions regarding certain subjects frankly without inciting conflict because we are gentle and considerate in the manner in which we articulate even our most ardent passions. You will be pleased to find that you can engage in truly friendly debates with ease today when you are willing to listen courteously and carefully to a wide variety of opposing opinions.
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