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18 de mayo de 2013

"No hay nada que festejar" (RDP dixit)


De Relato del Presente, una de las notas más sensatas, centradas y apropiadas que he leído sobre la muerte de Videla.

A mí, en lo particular, la muerte de Videla no me alegra, porque está más vivo que nunca. Y no sólo está vivito en la memoria de ese puñado de personajes que aún sostienen que con los militares estábamos mejor, sino que está rozagante y gozando de buena salud en los que, a 30 años de finalizada la dictadura, todavía la usan para justificar los males que aún padecemos. Videla vive en cada político que cuenta lo mal que la pasó en los setenta, mientras nos convida un cafecito en la sala de recepción de su chacra injustificable. Videla está presente en cada acto en el cual se utilizan las plazas para festejar que ya no está, como si se hubiera ido ayer, mientras la realidad y el pasado reciente nos pasan por arriba y, finalizados los actos, esas plazas vuelven a ser el hotel a cielo abierto de varias personas. Videla esta vivo, muy vivo, en cada violación a los Derechos Humanos que se realiza constantemente desde hace treinta años, pero que ni se intenta abordar, dado que estamos en democracia y con eso debería alcanzarnos. Videla nos saluda cada vez que alguien esconde la pobreza y acusa de desestabilizador al que la denuncia. Videla vive en cada uno de los agujeros que esta democracia no puede tapar, pero que rellena con el fantasma militar. 
(...) 
Todo es cierto, tan cierto como que en el medio pasaron nueve presidentes. Nueve presidencias en las que -algunos más, otros menos- el factor Videla funcionó como cuco cada vez que alguien se quejó de algo, porque aun no sabemos bien para qué, pero tenemos democracia. En la década del ´80, el cuco era real. A principios de los ´90, el hombre de la bolsa todavía nos asustaba si no tomábamos la sopa. Ya murieron Massera, Agosti, Viola, Galtieri, Lacoste y Videla. Hoy, el cuco es un puñado de gendarmes al borde de la indigencia que reclama un salario digno. 
El resultado es tan obvio que nadie lo ve: acá se puede jugar a la bicicleta financiera, especular con información económica privilegiada, levantarla en pala a costa de la que no se llevan los demás, entretener con el fútbol, tener delirios fundacionalistas, imponer una única verdad, violentar las instituciones con el verso de defenderlas, que mientras se presenten a elecciones cada dos años y no organicen un plan de exterminio masivo, el resto se negocia.

11 de enero de 2011

Dicho

Que las autoridades hayan librado una dura guerra contra la subversión y procuren mantener la paz social son hechos unánimemente reconocidos. No sería justo erigirnos a nuestra vez en censores de una tarea que sabernos intrincada y de la que somos beneficiarios. Pero eso ya no justifica que a los honrados sobrevivientes del caos se nos encierre en una escuela de monjas preconciliares, amenazados de caer en penitencia en cualquier momento y sin saber bien por qué.

María Elena Walsh

23 de diciembre de 2010

Coincidencia




Justo hoy, leyendo el libro "París después de la liberación, 1944-1949" de Anthony Beevor, llegué a la parte en la que el autor relata el juicio al Mariscal Pétain realizado en Francia luego de finalizada la Segunda Guerra Mundial.

Antes de que alguno se agarre la cabeza por la comparación, aclaro que considero que ambos personajes se encuentran a años luz uno del otro en cuanto a sus dimensiones históricas.

Pero me llamó la atención el punto de contacto entre estos dos ex dictadores, que siendo ancianos fueron enjuiciados por una sociedad indignada con ellos cuando tiempo antes los había tomado como sus salvadores.

Al menos Pétain puede agradecer que no lo hayan juzgado dos veces.