13 de marzo de 2005

Se viene la noche

Desde los primeros artículos de éste blog vengo señalando que la estatura de los políticos que hoy conducen la República alcanza apenas para una gestión municipal. Y no exagero: el presidente, trajo como principal experiencia de gestión haber sido gobernador de Santa Cruz, provincia con 197.000 habitantes, alimentada con la plata fácil de generosas regalías petroleras (el 52% del ingreso corriente en 2002) y mantenida en un carácter cuasi feudal a través de un 23% de la población económicamente activa dependiente del empleo público.
Sobran los ejemplos: el secretario legal y técnico fue el presidente de la corte santacruceña, el ministro de Planificación Federal (cargo centralista inventado por la administración K) está en manos de quién decidía los precios del zanjeo en Gallegos.
Hay sobrados registros de cómo se condujo el Néstor y su banda, tanto en el municipio de Rio Gallegos como en la gobernación. Hay incluso grabaciones de cuando instaba a sus seguidores a apalear a quienes protestaban en medio de la crisis de 2001. Sus palabras de entonces marcan su modus operandi: “tenemos que correrlos, no puede ser que nos dejemos atropellar así…basta de este tipo de cosas”.
Llegado a la presidencia por casi por accidente “llegamos acá de pedo, no vamos a hacer lo mismo que los otros”, dijo el propio Néstor, lo suyo el primer año fue alimentar el romance con el pobrismo que lo desvela a él y a todo el peronismo. Lo demás fueron gestos de mala educación, descortesías, invectivas, reconvenciones, regadas de un falsa pretensión revolucionaria, un gatopardismo de clase media muy a la altura de sus antecedentes de revolucionario pequeñoburgués de su juventud universitaria.
Pasó un año, pasaron dos, y las cuestiones de fondo se fueron postergando a golpes de efectazos mediáticos y de los contrapuntos del canje de deuda. De golpe, acabado el canje y cuando pagar es la única que queda, Nestitor se da cuenta que la máxima peronista se le hace de tan palpable, casi sólida: la única verdad es la realidad.
La verdad es que los aumentos de salarios que dispuso desde el gobierno los licuó la inflación.
La verdad es que el desmanejo de la seguridad es tal que aunque echó a la cúpula de la Fuerza Aérea e inventó una Policía de Seguridad Aeroportuaria, la falopa sigue pasando por Ezeiza como por un colador.
La verdad es que a pesar de Arslanian y Juanjo Alvarez, la vida no vale nada y te pueden hacer boleta en la calle o te podés freir en una disco sin que el Estado haga lo más mínimo para prevenirlo
La verdad es que aunque las ideas progresistas hayan invadido la escuela, los chicos saben cada vez menos sobre menos cosas, y la universidad se deteriora en progresión logarítmica.
La verdad es que aunque discursee contra los aumentos de precios, su “política económica” abrió la exclusa del monstruo inflacionario.
La realidad, triste indicadora de la única verdad, indica que aunque haya gestos voluntaristas estamos lejos de ser un “país normal”, la posición de la Argentina en los indicadores de libertad económica retrocede año a año. Igaual, se cae la posición del país en el ránking de competitividad, y en el de desarrollo tecnológico.
La realidad marca que aunque su ministro De Vido siga trayendo barcos con fuel venezolano, el gas no alcanza.
La verdad es que aunque Chávez le prometa una realidad bolivariana, y se ignore todo rasgo de realismo , el mundo no ha dejado de ser unipolar, y el centro de atención está en Washington.
La verdad le marca que aunque repudie a la SIP, la realidad del control estatal a la prensa esta ahí, palpable.
La verdad le indica, inexorablemente, que aunque llame sus partidarios en su ayuda –como en Río Gallegos – no hay manera de correr a palazos a la realidad.
Y la realidad es que con esta conducción municipal, al país se le viene la noche.

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