20 de septiembre de 2005

Una parábola arquitectónica: el país, el progreso y la burocracia

En 1863 el Gobierno Nacional autorizó la construcción del Ferrocarril Central Argentino que uniendo Rosario con Córdoba permitió no solo la radicación de numerosas colonias agrícolas sino la salida fluvial de su producción, convirtiendo lo que hasta entonces era un desierto improductivo en una formidable estructura de producción agropecuaria.
La ruta, de 396 kilómetros fue la primer ruta interprovincial del país, y el corredor troncal más largo de la época. La cabecera de ésta línea se estableció en la Estación Rosario Central. La importancia del nudo ferroviario establecido en Rosario se refleja en que el reloj de la torre durante algún tiempo dio la hora oficial del país, hasta que en 1879 se estableció para esa función el Observatorio Naval.
El FCCA obviamente también transformó a la ciudad, que de pequeño poblado costero pasó a convertirse en el nudo de comunicaciones de la pampa húmeda. En cierto modo la verdadera fundación de Rosario sucedió cuando un tren con colonos partió desde ésta estación y otro llegó con la cosecha de granos para exportar desde los muelles que operaba el mismo ferrocarril.
La expansión ferroviaria refleja claramente la historia económica del país: comenzó a detenerse en 1914, se estancó definitivamente en 1930 e inició su decadencia con la nacionalización de 1946, sujeto de los desmanejos y la falta de visión que caracterizaron a todas las empresas públicas en la Argentina. Entre estos desmanejos, se arrumbó abandonada la Estación Rosario Central.
Ayer fue reinaugurada, para alegría de los vecinos, aunque su refuncionalización muestra otra vez un paralelismo trágico: el espacio que entonces fue un foco de actividad económica, un instrumento para la creación de riqueza hoy es un hermoso, un magnífico, un remozado emplazamiento para la burocracia improductiva, para los tramitólogos y los obstructólogos que han proliferado a lo ancho del país. Más o menos desde la misma época en que aquel país pujante que empujaba el ferrocarril comenzó a opacarse.

5 comentarios:

Louis Cyphre dijo...

muy bueno, Rubén; comparto tu punto de vista.

Anónimo dijo...

Qué grande la fiesta, con malabaristas, zancudos y mimos. Bien progre

Sine Metu dijo...

El espectáculo de fuegos artificiales se oyó desde mi casa, a 15 cuadras como si fuera el bombardeo a Bagdad.
El interesante detalle es que a escasos metros de la nueva minimunicipalidad está el Sanatorio Británico.

Estimado Ingeniero Lift-shit (Intendente de Rosario):
El silencio es salud también mientras dura la campaña electoral.

Anónimo dijo...

El nuevo lugar para los monkies lift-shift.

Anónimo dijo...

Mucho malabaristas, trapecistas, fuegos artificiales que pagamos todos...¿cuánto habrá costado la fiestita??
Pero los grandes hijos putativos de toda puta circulante, que publicitaron el premio a la gobernabilidad que habrán COMPRADO, después de mucho insistir por mi parte en diferentes medios, logré que sacaran de la calle Pte. Roca,el nombre pintado del activista socialista Pocho Lepratti.
Lo que no he podido lograr hasta ahora, pero no he desistido, es que pintaran el que le corresponde.
El de JULIO ARGENTINO ROCA, uno de los mejores presidentes argentinos, que tanto hizo por el puerto de Rosario.
Hasta le he sugerido a La Capital, que pongan mi inquietud en la sección "La pregunta del día"..
Hasta ahora no lo pusieron..
Si alguno más se quiere anotar en el reclamo...agradecida.
Los turistas que según el Etur se deciden pisar suelo rosarino, quedarán desconcertados al ver una calle sin nombre a la vista.