9 de noviembre de 2005

Aniversario

A 16 años, hoy hay tantos que se empeñan en construir otros muros.


El muro K



1 comentario:

Anónimo dijo...

LA CAMA

¿Dónde terminó la Cumbre de Mar del Plata? En Brasilia.

¿Cuál fue la conclusión política de la Cumbre de Mar del Plata? Lula es un líder mundial. Mientras que otros –en palabras de Bush- se dedican a “enfrentar vecino contra vecino” (Chávez) o a “acusar al resto por sus fracasos” (Kirchner).

Mar del Plata es la definitiva confirmación de que el presidente argentino y su equipo no tienen la menor idea de cómo funciona el mundo.

Néstor Kirchner llegó a la reunión con un único objetivo: conseguir la intercesión de Bush ante el FMI para que el organismo nos refinancie la deuda.

Doble paradoja. Paradoja del hipócrita de las diatribas contra el Fondo, el consenso de Washington y el neoliberalismo. Y paradoja del crítico del “alineamiento automático” que hoy termina, fruto de su desubicación en el mundo, de rodillas ante Bush pidiendo un favor que no sería concedido.

Un funcionario kirchnerista sintetizó la estrategia oficial: “La Casa Blanca debería jugarse otra vez ante el FMI por la Argentina para que podamos abordar la refinanciación”. Es decir que en la era de las relaciones no carnales, Argentina se colocó en una situación tal que depende de la sola buena voluntad de EEUU para que el G7 se flexibilice respecto de nuestro país y acceda a refinanciar los 5.000 millones de dólares que debemos pagar el año entrante.

Pero no olvidemos que Kirchner se debe también a su hinchada.

Por ello, así como critica al Fondo para poder pagar, las reuniones con Chávez y la no condena a los crímenes de Fidel Castro son la cobertura que preparó por izquierda para poder regalarse con Bush. Entonces, a la vez que se disponía a implorar el favor del presidente estadounidense, enviaba a sus aliados Bonasso y D’Elía en tren a Mar del Plata y el diario oficialista anunciaba la publicación de “El libro bobo de Bush”. Es decir que el gobierno al que le molesta que lo llamen setentista promovía un acto de repudio al hombre del que hace depender nuestra suerte ante el FMI. Los organizadores del acto antiBush se encargaron de destacar la presencia en el mismo de Rafael Follonier, viceministro de Interior.....

La cara de Vicente Fox lo decía todo. El presidente mexicano, que en su momento supo decirle no a Estados Unidos cuando le pidieron su apoyo para la invasión a Irak, fue quien mejor sintetizó la adolescencia de su par argentino: “La impresión que nos llevamos varios es que el pensamiento del Presidente estaba más orientado a cumplir con la opinión pública argentina que con el logro eficaz de una cumbre exitosa”.

Lo grave de la imagen que la Argentina proyectó al mundo en ocasión de esta Cumbre de las Américas no lo constituyen los disturbios callejeros del día viernes. Eso ya es rutina en toda gran ciudad ante encuentros de este tipo. Lo que no es rutina es el comportamiento setentista (o soixante-huitard, como llamó a Kirchner el embajador de Francia) del gobierno anfitrión que –caso único en el mundo- organizó la Cumbre y la contra Cumbre.

Esta aparente esquizofrenia es resultado del trabajo hecho por Néstor Kirchner en sus más dos años de gestión en contra de la única transversalidad que vale la pena para el país, la única que es fuente de soberanía: aquella que lleva a la mayor diversificación posible de nuestros vínculos internacionales.

Pero hay justicia porque, en Mar del Plata, Kirchner recogió los frutos de su tarea bajo la forma de dos lecciones que le dio....George W.Bush.

“Sugiero que en base a sus logros él (Kirchner) pueda defenderse ante el Fondo con una mano mucho más firme”, dijo el mandatario norteamericano en respuesta al pedido argentino. Algo así como: Dios te ayude. Por si no quedaba claro, Tom Shannon, subsecretario de Estado para América Latina, abundó: “La Argentina no necesita nuestra ayuda porque tiene una historia exitosa que debe llevar a este tipo de negociaciones”. O sea, esto es lo que nos cuesta a los argentinos el alarde del gobierno con la “quita histórica” que le aplicó a los tenedores privados de deuda.

Lección Nº1: de cara a la Argentina, el G7 es uno solo y Washington no va a privilegiar a la Argentina por encima de sus intereses comunes con ese bloque.

Además, el presidente estadounidense se permitió explicarle públicamente a Kirchner que, para que haya inversión, es necesaria una “coherencia en la legislación, que los contratos se cumplan”; debe haber “certeza de que no se van a cambiar las reglas de juego y cuando un gobierno combate la corrupción envía una señal a los inversores”.

Joaquín Morales Solá se complace siempre en subrayar que “nunca nadie escuchó una alusión crítica o peyorativa de Kirchner a Bush o a EEUU. No lo ha hecho en público pero tampoco en privado”. Y recordemos cómo quiso el santacruceño congraciarse con ellos exponiendo una curiosa tesis acerca del capitalismo bueno (norteamericano) y el capitalismo malo (europeo). Esta visión se exacerbó durante el conflicto con Suez y el gobierno galo. ¿Y qué tenemos ahora? Que Bush le habla casi como un vocero de la empresa francesa: no habrá inversión si no se respetan los contratos.

Lección nº2: el capitalismo es uno solo.

Kirchner perdió la apuesta por la ayuda de Bush. Después de eso, no hay discurso anti consenso de Washington, ni cara de perro, ni “no me gusta que me patoteen”, ni “no soy alcahuete” que valga. Por más que ahora un miembro del gabinete le diga a Página 12 que “Bush no es decisivo para hablar con el FMI”, el papelón –como es costumbre- está hecho. Es por despecho que hoy el presidente grita: “así me tocara quedarme solo, me quedaré defendiendo los intereses de los argentinos”. No está defendiendo nada, sólo tratando de disimular el revés sufrido.

El libro bobo de Kirchner
Pero allí no terminan los logros del anfitrión de la Cumbre. La estrategia estadounidense de ir tejiendo acuerdos bilaterales con cada país de Latinoamérica se vio servida por el ideologismo de Kirchner.

La sigla ALCA es más que nada objeto de una batalla formal; lo real es la apertura de negociaciones con cada país solitariamente considerado, lo contrario de la unión que hace la fuerza.

Lula dejó –y alentó- que Kirchner fuera al frente contra el ALCA, mientras él se mantenía en segundo plano. En concreto, nuestro presidente fue acostado en una cama cuyas sábanas fueron prolijamente tendidas por nuestro vecino y principal socio en el Mercosur (que tal vez se abrió así la puerta al Consejo de Seguridad de la ONU) y por la gran esperanza blanca de Kirchner ante el Fondo: George W. Bush.

En concreto, en Mar del Plata se deliberó y en Brasilia se resolvió. Cada uno cosechó su siembra. Kirchner fue humillado y Lula elogiado. “Brasil es un amigo de Estados Unidos. Le agradezco por su liderazgo en el hemisferio y alrededor del mundo”, dijo Bush tras reunirse una hora y media en privado con el presidente brasileño.

Ya es tarde para que el gobierno salga a aclarar que no está en contra del ALCA o a diferenciarse de Hugo Chávez con aclaraciones que no hacen más que oscurecer como decir que mientras “Chávez le dice a Bush ‘imperialista perverso’ nosotros le pedimos que, si va a ser líder, lidere de forma responsable”. Tal la brillante explicación de un ministro argentino que, comprensiblemente, guardó el anonimato.

Según muchos analistas, nuestra región no está entre las prioridades geoestratégicas de Estados Unidos. Puede ser. Pero las complicaciones que ese país está enfrentando en otras regiones hacen que Washington no pueda hoy darse el lujo de descuidar su propio continente. Este es pues el momento de pertrecharse para las negociaciones y cambios que vienen y no de negarse siquiera a hablar. Como bien lo dijo Fox, a quien Kirchner, honrando su condición de anfitrión, no recibió en privado: “No entiendo por qué la resistencia a sentarse a una mesa a platicar”.

El gobierno aduce que no puede aceptar el ALCA si Estados Unidos no reduce los subsidios a los productores agrícolas. Tiene razón y ésa es una batalla fundamental para nuestro país. Por eso no hay que abandonar ninguna mesa de negociación. El que se levanta pierde. Además hay que ser coherentes. Por ejemplo, el reconocimiento de China como economía de mercado (a cambio de nada o de muy poco), coloca en difícil situación a nuestras pymes y puede pues perjudicar al país tanto como la política agropecuaria de los países centrales. Y Kirchner lo hizo.

El uruguayo Guzmán Carriquiry, subsecretario del Consejo Pontificio de Laicos de la Santa Sede, dijo, en ocasión de una reciente visita a nuestro país, que “América Latina tiene que redefinir sus paradigmas de desarrollo. Se agotaron los modelos estatistas y se resquebrajaron las alternativas neoliberales a ultranza. Junto con ello, se plantea lo que Perón llamaba la continentalización o regionalización y Henry Kissinger la configuración de los Estados continentales. Se plantea, como exigencia ineludible, la integración regional a través de la reconstitución del Mercosur y la necesaria configuración de la Unión Sudamericana. Esto exige que América latina enfrente los dinamismos actuales de mundialización y globalización para renegociar su lugar con los grandes megamercados y poderes de este mundo, como EEUU y la Unión Europea. Se deben intensificr, los vínculos Sur-Sur y las negociaciones multilaterales en el seno de la OMC”.

Lo que corresponde que haga la Argentina es trabajar por la multilateralidad en serio y no hacer exactamente lo contrario mientras se critica al Fondo. Se debe afianzar el regionalismo sin descuidar ningún otro ámbito en el cual se puedan abrir puertas y mejorar nuestras perspectivas de integración al mundo. Ya que mientras la muerte del ALCA es decretada por el mosquetero Chávez y su D’Artagnan Kirchner, el debilitamiento del Mercosur y otras estructuras regionales –al que ambos contribuyen- deja el campo libre para una estrategia funcional a EEUU: negociar bilateralmente con cada país.

Hace escasas semanas, Chávez proclamó su ideario: Basta de Mercosur. Basta de Pacto Andino. No al ALCA y sí al ALBA. En concreto, desintegra lo que existe como base para facilitar futuros acuerdos bilaterales con EEUU. Y eso lo cubre convocando a lo que no existe (el ALBA).

Kirchner, que no dejó de pelearse como un chico con cada uno de los gobiernos de la región y siempre por causas absolutamente secundarias, trabaja en pareja con Chávez en este debilitamiento del Mercosur. Lo que antes EEUU conseguía por medio de dictaduras militares, ahora hasta lo logra –bajo estos gobiernos- con democracia.

En concreto, el kirchnerismo sirve a todos los objetos de Estados Unidos. Pero, como no se trata de un plan sino del resultado de la inconsciencia del equipo gobernante, ni siquiera cobramos por nuestros servicios.

Paraguay ya amagó con dejar el Mercosur. Y otro setentista, (el ex tupamaro, hoy ministro de Ganadería de Uruguay, José Mujica) dijo que el Mercosur está “pinchado” a la vez que reconoció que el desempeño exportador de Uruguay depende de sus ventas a Estados Unidos. Por algo acaban de firmar con ese país un acuerdo de protección de inversiones.

Completando este cuadro, el presidente peruano Alejandro Toledo, antes de terminar su mandato, hace sus últimos aportes a la división regional reavivando un conflicto fronterizo con Chile.

¿Quién es Chávez?

De todo esto, surge una pregunta: ¿Sabrá el kirchnerismo el papel que juega el presidente venezolano en el escenario regional? ¿Sabrá de qué se trata el constante contrapunto verbal que mantiene con Estados Unidos?

La contra cumbre y, más en general, el grueso de las convocatorias anti-globalización, son reuniones de idiotas útiles, promovidas por quienes necesitan la crítica de organizaciones cuyo nivel de marginalidad o degradación acaba fortaleciendo el orden que dicen combatir. George W. Bush se legitima como referente de la derecha mundial gracias a que es atacado por una izquierda que el mismo sistema promueve con ese fin.

Los progresistas que hoy nos gobiernan sirven a la política de Bush por izquierda, haciendo seguidismo de Chávez, y por derecha, minando la integración regional.

Recientemente, el ex presidente uruguayo, Alberto Lacalle, dijo que Chávez se estaba convirtiendo en heredero de Castro gracias a que “desde EEUU se ayuda bastante; lo que dijo Robertson (el legislador norteamericano que instó al asesinato del presidente venezolano) no sólo es un disparate sino que ha servido para confirmar su condición de perseguido”.

¿Quién violará los derechos humanos cuando muera Fidel? ¿Cómo podrá Washington actuar en defensa de derecho humano alguno cuando ya no esté el comandante para encarcelar y fusilar cubanos? Lo mismo sucede con la proliferación nuclear o el apoyo al terrorismo, los otros dos grandes argumentos del intervencionismo mundial: alguien debe fomentarlos. Y en nuestra región es Hugo Chávez el que les hace los deberes en los tres rubros. Así se entienden sus coqueteos con las FARC y el anuncio de que quiere comprarnos un reactor nuclear. Sale al campo a cachar giles pues necesita socios en la promoción del desorden. Aunque parezca mentira, encuentra eco en el actual gobierno argentino.

Chávez sabe a qué juego juega. Washington también. ¿Y Kirchner?

El presidente colombiano Álvaro Uribe ironizó: “Lleno de petróleo uno puede vociferar contra la globalización”. En agosto del año pasado, el analista venezolano Julio César Pineda explicaba que los consorcios energéticos estadounidenses nunca consiguieron mejores contratos que con Chávez: “En Washington funciona permanentemente un lobby venezolano cuya función es preservar ese mercado y Chávez designó a su viceministro de Energía como embajador en EEUU”.
En diciembre de 2004, el bolivariano participó por primera vez en una reunión del Mercosur y se estrenó pidiendo la disolución de ese foro “ya” para centrar los esfuerzos en otras entidades más ambiciosas, como la Comunidad Suramericana, que poco después se encargaría de boicotear también.

Antes de abordar el convoy revolucionario que lo llevaría a Mar del Plata, el diputado soixante-huitard Miguel Bonasso explicó que el ALCA es una reedición de la Alianza para el Progreso lanzada en su tiempo por Kennedy. Horas después, en el estadio mundialista, el nuevo referente internacional de Bonasso se deshizo en elogios a....¡Kennedy! Esto dijo Hugo Chávez: “Hace 44 años el presidente de los Estados Unidos era John Kennedy. Me hubiera gustado conocerlo porque supo entender lo que pasaba en Sudamérica, en África y Asia, y quizá por eso lo mataron. Kennedy envió a Punta del Este esa propuesta de la Alianza para el Progreso que proponía 20 mil millones de dólares durante 10 años para luchar contra la pobreza, para la reforma agraria”.

Dos horas de discurso chavista atontan a cualquiera, por lo cual se puede entender que semejante comentario haya pasado inadvertido a la audiencia que vestía la camiseta del Che. Pero ¿qué pensar de Bonasso? ¿Es sólo un idiota útil? Su carácter de reincidente autorizaría a pensar que sabe lo que hace. Ya una vez, en los 70, militó bajo las órdenes de raros dirigentes revolucionarios que en nombre de la liberación promovieron el golpe de Estado en la Argentina y el subsecuente aniquilamiento de sus seguidores. Ahora, en nombre del antiimperialismo, Bonasso promueve la figura de un gran agorero que vive repitiendo que “si se atreven a hacernos lo que están haciendo a Irak, comenzaría no sólo en Venezuela sino en toda Sudamérica la guerra de los cien años”.

Gracias a Kirchner, estamos en el sistema de equilibrio continental ¡subordinados a Chávez! Él, como malo de la película, cumple un rol. Eso sí, no debe pasarse de la raya. Debería recordar cómo terminó el panameño Noriega.

Kirchner quedó a la zaga de este personaje. Idiotas útiles hay en todas partes. Pero que ese papel lo cumpla el gobierno de un país soberano es triste y dice mucho acerca de la decadencia de la clase política argentina.

Pradera seca
Tras dos años de una de las gestiones más conservadoras y menos imaginativas posible (y sin la excusa de una mala coyuntura mundial), ¿ha salido fortalecido el presidente por el resultado electoral del 23 de octubre?

Así parecen creerlo muchos pues tal es el lugar común de casi todos los balances post comicio. Desde ya, el propio Kirchner debe pensar que logró el objeto que con tanto ahínco buscó en campaña. Sin embargo, siendo éste un presidente cuyo eje de gestión ha sido la constante esgrima verbal con adversarios reales o imaginarios –“trabas, trabitas, trabazas”, supo decir- lo que ha logrado en realidad es quitarse elementos de gobernabilidad. En adelante, está obligado a expresarse propositivamente. Ya no tiene a quién enfrentar, denostar o culpar. Ahora, la realidad.

Es el momento de cumplir las promesas de campaña, como los 22.404 millones de pesos anunciados a lo largo y ancho del país en obra pública. Pero fundamentalmente es el momento de enfrentar los problemas estructurales que la Argentina arrastra y cuyas soluciones el Gobierno ha venido postergando.

“Estoy pensando en el día 24”, dijo el presidente al votar. Pronto se sabrá si es cierto.

Quizá lo ideal para la Argentina hubiese sido un resultado “alemán”. En el país europeo, el voto de la gente obligó a la dirigencia a sentarse en busca de acuerdos con una razonabilidad a la cual tal vez nunca hubieran llegado por su propia conciencia. En nuestro caso, lo que no logró esta elección, lo impondrá, más temprano que tarde, la realidad. El mismo gobierno, que hasta ahora rechazó todo diálogo con el argumento de que implica debilidad (Alberto Balestrini fue duramente maltratado por el pecado de decir que con el duhaldismo había que “sentarse a conversar”), empieza a reconsiderar el tema, como veremos más adelante.

Un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) señala que la pobreza extrema en Venezuela pasó del 15% al 23% durante la gestión de Chávez. Otro rasgo une por lo tanto a Kirchner con el hermano bolivariano. Ambos encabezan gobiernos incapaces de traducir en beneficio para la gente el buen momento que viven sus países merced a la coyuntura internacional.

En Argentina, la desigualdad social se agrava pese al crecimiento económico, 47 % de los asalariados trabaja en negro, 38,5% de los argentinos es pobre, la industria –pese al “nuevo modelo productivo”- todavía produce menos que en 1997 y el dólar barato no frena la invasión de productos brasileños.

Hayan sido planificados o espontáneos, los incidentes de Haedo que causaron el destrozo de la estación de tren y la quema de 15 vagones y dos patrulleros, son resultado de la falta de autoridad del Estado. Argentina es una pradera seca, fruto de dos años de ausencia de gestión. Cualquiera que tire un fósforo puede provocar el incendio.

La discusión entre el Ministro del Interior de la Nación y el Secretario de Seguridad de la provincia de Buenos Aires en torno al origen de ese estallido es doblemente triste pues se trata de dos aspirantes a la gobernación de la provincia de Buenos Aires. El gobierno de los derechos humanos de los muertos promueve a León Arslanian mientras los argentinos viven en el mayor desamparo como lo atestiguan los 31 jubilados asesinados en hechos delictivos en lo que va del año.

Con considerable atraso, el gobierno parece estar ahora descubriendo que la inversión es un elemento clave, tanto para prevenir en el futuro posibles cuellos de botella en el crecimiento económico, como para contener, en el presente, uno de sus síntomas: la inflación.

Pero las decisiones de inversión no se toman de un día para el otro ni puede un clima favorable a las mismas ser creado por una conferencia de prensa del Ministro de Economía. “La inflación se frena con inversión”, dijo Lavagna descubriendo el agua tibia. ¿Y el tiempo perdido? Los contratos de concesión de servicios públicos llevan 4 años sin ser renegociados. Y el Gobierno más de dos mostrándoles los dientes a quienes en gestiones anteriores dieron el paso de invertir en el país y, más en general, a todo el empresariado, nacional y extranjero, que a sus ojos es siempre culpable hasta que demuestre lo contrario. El resultado es que las inversiones en este año (unos 4.200 millones U$S) no llegarán ni siquiera a la mitad del promedio del período 1995-2000 (9.000 millones U$S).

Las últimas invectivas contra los supermercados, por la inflación, confirman que la línea oficial seguirá siendo la demagogia en desmedro del largo plazo. Veremos si el gobierno, ahora que se “legitimó”, deja de lado de una vez por todas la campaña permanente.

“Muchacho, que porque la suerte quiso.....” (Celedonio Flores)

Aún en el contexto la difícil situación que vive en estos momentos, el presidente del Brasil, Lula da Silva, reafirmó que no tomará ninguna medida “populista” que ponga en riesgo la estabilidad: “no haré ningún gesto que pueda agradar momentáneamente y perjudicar a millones en el futuro”. Es la contracara de Kirchner que seguramente cree que populismo es lo mismo que popular.

El populismo consiste en hacer lo que se supone que al pueblo le agrada con prescindencia de responsabilidad alguna en la defensa de los intereses de la Nación y del Estado. Lo popular es la concurrencia en la defensa de los intereses de un pueblo, de su Estado y de su Nación. El populismo es capaz de trabajar en contra de los intereses del Estado y de la Nación, con tal de conseguir circunstancialmente la adhesión del pueblo. A la larga, éste lo repulsa porque sabe que sus posibilidades se corresponden con la viabilidad del país en el cual vive. Lula no es populista. Hace lo que debe.

Según el “Diccionario de política” de Norberto Bobbio, la demagogia “es una práctica política que se apoya en el sostén de las masas favoreciendo y estimulando sus aspiraciones irracionales y elementales y desviándolas de la real y consciente participación activa en la vida política”. Populismo y demagogia son los principales rasgos de la “nueva política” kirchnerista. La actitud del gobierno en la Cumbre de Mar del Plata fue un hito más de esta práctica que en campaña alcanzó su paroxismo.

El Ministro de Defensa José Pampuro dijo en referencia a los intendentes tránsfugas: “por lo menos han mostrado un mecanismo de adaptación”. Gracioso eufemismo para referirse a la deslealtad y al oportunismo. “Muchachos, pásense todos juntos”, rogó. La columna vertebral del frente K fue la traición.

No hubo fervor. No hubo pasión por festejar el triunfo. Se pueden comprar favores carnales; amor no. La plaza de Mayo estuvo vacía y el sustituto fue la adhesión de Gorriarán y la reaparición de D’Elía. Es natural. No puede despertar fervor un gobierno que “todo lo ha conseguido pagando como un chabón...”

La facción
James Madison dijo que “una facción es cualquier grupo –sea una mayoría o una minoría- que atenta contra el interés general”. El carácter de facción no lo determina pues el número sino el espíritu. Es la incapacidad de contener y reflejar al conjunto. Y, como vemos, en el caso de Kirchner el espíritu faccioso se proyecta tanto en lo interno como en lo internacional.

El 23 de octubre, el gobierno incrementó electoralmente su poder como facción pero en modo alguno puede arrogarse la representación del conjunto. Una política antinacional por más que circunstancialmente junte votos no deja de ser por ello una política antinacional.

La Iglesia hizo saber que espera que Kirchner abandone la confrontación y se abra al diálogo con la oposición. Los obispos creen que el país está demasiado fragmentado para que el Presidente persista en esa línea. Durante la campaña y ante la pregunta de un empresario en el coloquio de IDEA, Cristina Kirchner descartó que sea factible que se pueda sellar algún tipo de acuerdo, como el Pacto español de la Moncloa. Sin embargo, a posteriori de los comicios, un columnista de La Nación le atribuyó al gobierno el haber dicho “hay que aprender lo mejor que tuvo el Pacto de la Moncloa”.

Sindicalistas y empresarios afines al gobierno viajaron recientemente a España para mirar de cerca la experiencia de ese país en materia de pactos económicos y sociales. El propio Kirchner dijo “dialogar se dialoga siempre”. No es cierto. Él no dialoga con nadie, pero quizá sea indicio de un cambio. El gobierno insinuó además un visto bueno al diálogo que programan empresarios y sindicalistas. En efecto, preocupadas por la inflación, la UIA y la CGT se reunieron y amagaron con alguna forma de acuerdo social. Héctor Recalde, abogado de la CGT, previno: "No se habló todavía de ningún tema puntual, sino de la metodología del diálogo social". Por ahora, se trata de salarios y precios. Pero la agenda debe ser la de la Nación y no la de las corporaciones. Ninguno de estos sectores, ni el Gobierno desde ya, parece tener alguna idea o preocupación acerca de cómo mejorar la distribución del ingreso, reducir la inequidad y la distorsión fiscal; resolver de una vez por todas el tema pendiente de la renegociación de los contratos de concesión de servicios públicos; encarar el tema energético; trazar un plan de inversiones en infraestructura; redefinir un perfil industrial. Es necesario reinventar el aparato productivo para reinsertarse competitivamente en el mundo. Pero, como vemos, no es ésta la preocupación de las corporaciones, que no se reúnen para encarar las causas de la inflación sino sólo para tratar de atender sus consecuencias y eludir su responsabilidad.

Evidentemente, todavía falta mucho para que el Gobierno entienda qué fue lo mejor de la transición española. Pese a haber dicho que España debe ser nuestro modelo, Kirchner prefiere parecerse a José Luis Rodríguez Zapatero antes que a Felipe González o a José María Aznar. Éstos últimos fueron garantes y ejecutores de ese gran acuerdo entre partidos y fuerzas sociales que permitió realizar las reformas económicas, políticas y jurídicas indispensables para homologar a España con Europa. Aquel consenso, posible merced a una amplia ley de amnistía, generó el grado de confianza, credibilidad y estabilidad necesarias para que cada sector dejase de lado sus discrepancias en beneficio del bien común.

Rodríguez Zapatero, en cambio, empieza a ser visto como el facilitador de la erosión de las bases de la exitosa transición española: desde el ataque a la familia y a la fe mayoritaria de los españoles hasta la revisión de los estatutos de autonomía regional en un modo que cuestiona la unidad de España, al habilitar por ejemplo que se proclame que “Cataluña es una Nación”; en el medio, una errática política de derechos humanos por la cual España se arroga una jurisdicción universal para crímenes de lesa humanidad y al mismo tiempo se niega a condenar las violaciones a los derechos humanos en Cuba. El diario español El País recordaba recientemente que “durante dos décadas la transición española fue el ejemplo a seguir para toda América Latina”, para señalar luego “la profunda tristeza que produce observar este enconamiento de los conflictos en España” y anunciar que “no volverá a haber, en un futuro cercano, la concordia política basada en la coincidencia íntima sobre los fines del Estado que se mantuvo durante un cuarto de siglo”.

Cualquier parecido con Kirchner no es casual. Están hermanados por la misma falla de origen: ambos fueron presidentes producto de la casualidad.

Argentina no necesita un simulacro de Moncloa sino una en serio, un acuerdo para salvar a la Nación, un acuerdo que incorpore en la agenda las causas y no las consecuencias. Un acuerdo que exprese el anhelo de integración de la Argentina a sí misma y al mundo; de reconciliación nacional; de fortalecimiento de las instituciones; de un Estado que no sea presa de la disputa política; de la defensa de los derechos de la persona humana que empiezan por el derecho a nacer y culminan en el derecho a la libertad y la seguridad; de una administración de nuestros recursos que combine armónicamente solidaridad con eficiencia: de un federalismo político que haga realidad el federalismo económico. Finalmente, la dirigencia debe poner su imaginación al servicio de un sistema que garantice como mínimo que no dejemos de poner proteínas en la cabeza de nuestros niños por lo menos hasta los ocho años pues ahí es donde verdaderamente se juega el destino de la Nación.

Por Ricardo A. Romano en Seprin