En poco más de 48 horas se van a abrir las urnas en Bolivia. Todo parece indicar que de las mismas no va a salir un ganador claro, que se lleve la mayoría absoluta que pide la Constitución Política.
A cambio van a salir dos minorías, que por lo irreconciliable de los proyectos que representan van a abrir una nueva etapa de crisis ese el sufrido e incomprendido país. Porque claramente no hay nada en común, nada que hilvanar entre la utopía regresiva, ahora maquillada de populismo bolivariano que encarna el MAS , y la propuesta de razonabilidad mínima que lleva PODEMOS.
Sea como sea el orden en que salgan, Tuto y Evo, Evo y Tuto, el cisma va a estar presente en la sociedad, y cualquier resolución que tome el congreso para beneficiar a uno u otro va a herir a medio país. Por eso tal vez el llamado que hicieron las Fuerzas Armadas, que aún transgrediendo su rol constitucional pidieron que en esa suerte de segunda vuelta legislativa se respete lo que se decida en las elecciones, haya sido hecha previniendo que de otra manera la situación puede volverse incontrolable.
La historia política de Bolivia es eruptiva, volcánica. Y 23 años de democracia no parecen haber jugado a favor de la jerarquización de las instituciones, sino que afectadas por un mal que cunde por el subcontinente parecen cada vez más endebles y corruptibles. La combinación de ambos componentes puede dar un resultado explosivo.
El trámite mismo de éstas elecciones, con el fallo del tribunal constitucional sobre la distribución de escaños, la negativa del congreso a acatarlo, y la situación zanjada por decreto muestra justamente qué valor se le da al equilibrio de poderes.
En los últimos días las jugadas de los candidatos fueron bien diversas. Mientras Tuto se empeñaba en llevar para su redil al 12% de votantes de Doria Medina, Evo profundizaba su mensaje cada vez más parecido al de Chávez. Hace dos días incluso, para ganarse la simpatía de los militares prometió para el sector un reequipamiento total y una puesta en valor de la profesión militar. Como si a un país con 900 dólares de ingreso anual per cápita viniera a necesitar más militarismo.
Para completar el panorama, y mientras el proceso electoral está por completarse, el presidente Rodríguez Veltzé ha firmado el llamado ha asambleas Constituyente y Autonómica. Todo está en el aire. Queda además el indigenismo más combativo, el del Movimiento Pachakuti, que aunque ha sido absorbido en la intención de voto por el MAS ha anunciado que no respetará a ningún gobierno, porque cualquiera reflejará la dominación del estado de los blancos, sobre el ideal del nuevo Tahuantinsuyo.
Podría suceder que el 20% de indecisos se volcara masivamente a apoyar a alguno de los candidatos, dándole el respaldo necesario para encarrilar la situación. Pero quedan menos de 48 horas, y ese milagro no creo que sea factible.
A cambio van a salir dos minorías, que por lo irreconciliable de los proyectos que representan van a abrir una nueva etapa de crisis ese el sufrido e incomprendido país. Porque claramente no hay nada en común, nada que hilvanar entre la utopía regresiva, ahora maquillada de populismo bolivariano que encarna el MAS , y la propuesta de razonabilidad mínima que lleva PODEMOS.
Sea como sea el orden en que salgan, Tuto y Evo, Evo y Tuto, el cisma va a estar presente en la sociedad, y cualquier resolución que tome el congreso para beneficiar a uno u otro va a herir a medio país. Por eso tal vez el llamado que hicieron las Fuerzas Armadas, que aún transgrediendo su rol constitucional pidieron que en esa suerte de segunda vuelta legislativa se respete lo que se decida en las elecciones, haya sido hecha previniendo que de otra manera la situación puede volverse incontrolable.
La historia política de Bolivia es eruptiva, volcánica. Y 23 años de democracia no parecen haber jugado a favor de la jerarquización de las instituciones, sino que afectadas por un mal que cunde por el subcontinente parecen cada vez más endebles y corruptibles. La combinación de ambos componentes puede dar un resultado explosivo.
El trámite mismo de éstas elecciones, con el fallo del tribunal constitucional sobre la distribución de escaños, la negativa del congreso a acatarlo, y la situación zanjada por decreto muestra justamente qué valor se le da al equilibrio de poderes.
En los últimos días las jugadas de los candidatos fueron bien diversas. Mientras Tuto se empeñaba en llevar para su redil al 12% de votantes de Doria Medina, Evo profundizaba su mensaje cada vez más parecido al de Chávez. Hace dos días incluso, para ganarse la simpatía de los militares prometió para el sector un reequipamiento total y una puesta en valor de la profesión militar. Como si a un país con 900 dólares de ingreso anual per cápita viniera a necesitar más militarismo.
Para completar el panorama, y mientras el proceso electoral está por completarse, el presidente Rodríguez Veltzé ha firmado el llamado ha asambleas Constituyente y Autonómica. Todo está en el aire. Queda además el indigenismo más combativo, el del Movimiento Pachakuti, que aunque ha sido absorbido en la intención de voto por el MAS ha anunciado que no respetará a ningún gobierno, porque cualquiera reflejará la dominación del estado de los blancos, sobre el ideal del nuevo Tahuantinsuyo.
Podría suceder que el 20% de indecisos se volcara masivamente a apoyar a alguno de los candidatos, dándole el respaldo necesario para encarrilar la situación. Pero quedan menos de 48 horas, y ese milagro no creo que sea factible.
argenblogs
2 comentarios:
Que no cunda el pánico (decía el violinista del titanic).
En todo esto, que papel juega Quispe?
Quispe es justamente el líder del MIP (movimiento Indígena Pachakuti) que aunque no tiene votos, amenaza con desconocer a cualquiera que salga elegido.
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