Hace unos meses se lanzó la consigna Ya no más!
Ahora el reclamo ha escalado y viene tomando proporciones impulsado por organizaciones civiles de cubanos en el exilio. La propuesta apunta a organizar la resistencia civil en Cuba. La consigna es fácil: "acabar con el Régimen de Fidel Castro en Cuba con el menor coste de vidas y sufrimientos".
Detrás de ésta propuesta, coordinada por el Frente para la libertad total de Cuba están organizaciones cubanas en USA y Europa. En su convocatoria a cubanos civiles y militares expresan "el aumento de la represión de la tiranía contra nuestro pueblo y el continuo abuso que mantiene contra él, sumado a su negativa absoluta, obtusa y arrogante de aceptar una salida razonable a la debacle económica, política y social a la cual (...) han sumergido a la nación en la miseria y la esclavitud".
Ahora el reclamo ha escalado y viene tomando proporciones impulsado por organizaciones civiles de cubanos en el exilio. La propuesta apunta a organizar la resistencia civil en Cuba. La consigna es fácil: "acabar con el Régimen de Fidel Castro en Cuba con el menor coste de vidas y sufrimientos".
Detrás de ésta propuesta, coordinada por el Frente para la libertad total de Cuba están organizaciones cubanas en USA y Europa. En su convocatoria a cubanos civiles y militares expresan "el aumento de la represión de la tiranía contra nuestro pueblo y el continuo abuso que mantiene contra él, sumado a su negativa absoluta, obtusa y arrogante de aceptar una salida razonable a la debacle económica, política y social a la cual (...) han sumergido a la nación en la miseria y la esclavitud".
La noticia me llega a través de Fernando Álvarez, un amigo cubano que debió dejar su patria, y padeció la desidia oficial argentina para tratar su pedido de asilo. Difundo a su pedido, y me congratulo de poder volver a colocar mi banner al respecto:
1 comentario:
Tengo horror a una Argentina similar. Para extraer una lección de la historia, aquí va una carta dirigida por Miguel Angel Quevedo, propietario y director de la revista Bohemia, que apoyó al régimen de Fidel Castro: "Sr. Ernesto Montaner. Miami, Florida, 12 de Agosto de 1969 Querido Ernesto: Cuando recibas esta carta ya te habrás enterado por la radio de la noticia de mi muerte. Ya me habré suicidado ¡al fin! sin que nadie pudiera impedírmelo, como me lo impidieron tú y Agustín Alles el 21 de enero de 1965. Sé que después de muerto llevarán sobre mi tumba montañas de inculpaciones. Que querrán presentarme como “el único culpable” de la desgracia de Cuba. Y no niego mis errores ni mi culpabilidad; lo que sí niego es que fuera “el único culpable”. Culpables fuimos todos, en mayor o menor grado de responsabilidad. Culpables fuimos todos. Los periodistas que llenaban mi mesa de artículos demoledores, arremetiendo contra todos los gobernantes. Buscadores de aplausos que, por satisfacer el morbo infecundo y brutal de la multitud, por sentirse halagados por la aprobación de la plebe, vestían el odioso uniforme que no se quitaban nunca. No importa quién fuera el presidente. Ni las cosas buenas que estuviese realizando a favor de Cuba. Había que atacarlos, y había que destruirlos. El mismo pueblo que los elegía, pedía a gritos sus cabezas en la plaza pública. El pueblo también fue culpable. El pueblo que quería a Guiteras. El pueblo que quería a Chibás. El pueblo que aplaudía a Pardo Llada. El pueblo que compraba Bohemia, porque era vocero de ese pueblo. El pueblo que acompañó a Fidel desde Oriente hasta el campamento de Columbia. Fidel no es más que el resultado del estallido de la demagogia y de la insensatez. Todos contribuimos a crearlo. Y todos, por resentidos, por demagogos, por estúpidos o por malvados, somos culpables de que llegara al poder. Los periodistas que conociendo la hoja de Fidel, su participación en el Bogotazo Comunista, el asesinato de Manolo Castro y su conducta gansteril en la Universidad de la Habana, pedíamos una amnistía para él y sus cómplices en el asalto al Cuartel Moncada, cuando se encontraba en prisión. Fue culpable el Congreso que aprobó la Ley de Amnistía. Los comentaristas de radio y televisión que la colmaron de elogios. Y la chusma que la aplaudió delirantemente en las graderías del Congreso de la República. Bohemia no era más que un eco de la calle. Aquella calle contaminada por el odio que aplaudió a Bohemia cuando inventó “los veinte mil muertos”. Invención diabólica del dipsómano Enriquito de la Osa, que sabía que Bohemia era un eco de la calle, pero que también la calle se hacía eco de lo que publicaba Bohemia. Fueron culpables los millonarios que llenaron de dinero a Fidel para que derribara al régimen. Los miles de traidores que se vendieron al barbudo criminal. Y los que se ocuparon más del contrabando y del robo que de las acciones de la Sierra Maestra. Fueron culpables los curas de sotanas rojas que mandaban a los jóvenes para la Sierra a servir a Castro y sus guerrilleros. Y el clero, oficialmente, que respaldaba a la revolución comunista con aquellas pastorales encendidas, conminando al Gobierno a entregar el poder. Fue culpable Estados Unidos de América, que incautó las armas destinadas a las fuerzas armadas de Cuba en su lucha contra los guerrilleros. Y fue culpable el State Department, que respaldó la conjura internacional dirigida por los comunistas para adueñarse de Cuba. Fueron culpables el Gobierno y su oposición, cuando el diálogo cívico, por no ceder y llegar a un acuerdo decoroso, pacífico y patriótico. Los infiltrados por Fidel en aquella gestión para sabotearla y hacerla fracasar como lo hicieron. Fueron culpables los políticos abstencionistas, que cerraron las puertas a todos los cambios electoralistas. Y los periódicos que, como Bohemia, le hicieron el juego a los abstencionistas, negándose a publicar nada relacionado con aquellas elecciones. Todos fuimos culpables. Todos. Por acción u omisión. Viejos y jóvenes. Ricos y pobres. Blancos y negros. Honrados y ladrones. Virtuosos y pecadores. Claro, que nos faltaba por aprender la lección increíble y amarga: que los más “virtuosos” y los más “honrados” eran los pobres. Muero asqueado. Solo. Proscrito. Desterrado. Y traicionado y abandonado por amigos a quienes brindé generosamente mi apoyo moral y económico en días muy difíciles. Como Rómulo Betancourt, Figueres, Muñoz Marín. Los titanes de esa “Izquierda Democrática” que tan poco tiene de “democrática” y tanto de “izquierda”. Todos deshumanizados y fríos me abandonaron en la caída. Cuando se convencieron de que yo era anticomunista, me demostraron que ellos eran antiquevedistas. Son los presuntos fundadores del Tercer Mundo. El mundo de Mao Tse Tung. Ojalá mi muerte sea fecunda. Y obligue a la meditación. Para que los que pueden: aprendan la lección. Y los periódicos y los periodistas no vuelvan a decir jamás lo que las turbas incultas y desenfrenadas quieran que ellos digan. Para que la prensa no sea más un eco de la calle, sino un faro de orientación para esa propia calle. Para que los millonarios no den más sus dineros a quienes después los despojan de todo. Para que los anunciantes no llenen de poderío con sus anuncios a publicaciones tendenciosas, sembradoras de odio y de infamia, capaces de destruir hasta la integridad física y moral de una nación, o de un destierro. Y para que el pueblo recapacite y repudie esos voceros de odio, cuyas frutas hemos visto que no podían ser más amargas. Fuimos un pueblo cegado por el odio. Y todos éramos víctimas de esa ceguera. Nuestros pecados pesaron más que nuestras virtudes. Nos olvidamos de Núñez de Arce cuando dijo: “Cuando un pueblo olvida sus virtudes, lleva en sus propios vicios su tirano”. Adiós. Éste es mi último adiós. Y dile a todos mis compatriotas que yo perdono con los brazos en cruz sobre mi pecho, para que me perdonen todo el mal que he hecho". Miguel Ángel Quevedo
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