El presidente de Venezuela repite permanentemente que la influencia de su país en la región busca consolidar el "sueño bolivariano", para lo que apela recurrentemente a figuras históricas, y a pretendidas reivindicaciones del pasado para justificar el presente.
Pero los relatos de Chávez son malas falsificaciones de la historia, que pasan bajo el travesaño del supino desconocimiento que campea por estos pagos.
La última sanata, a la que apeló después del triunfo de su acólito Evo Morales es la pretendida hermandad venezolano-boliviana, o el supuesto interés del Libertador Bolívar en lo que por entonces era el Alto Perú.
Dijo ayer Chávez que Bolivia era "la preferida del Libertador"; llama a Bolivia la "Patria de Bolivar y de Sucre". La tergiversación se remata al combinar la gesta bolivariana con citas de Tupac Katari.
Bolivia nunco estuvo en los planes de Bolivar, valga la aliteración. El entonces Alto Perú dependía para la época de la independencia del Virreynato del Río de la Plata, y hasta allí subieron los Ejércitos Auxiliares de Buenos Aires en su afán de imponer la revolución porteña.
Primero fue al mando de Castelli que venció a los realistas en Suipacha, en 1810, y cayó luego en Huaqui.
Después fue Belgrano, rotundamente derrotado en Vilcapugio y Ayohuma. Y más tarde Rondeau que vencedor en La Quiaca es apaleado en Sipe Sipe en 1815.
Cuando los ejércitos de Buenos Aires se retiraron, el territorio quedó en manos de las tropas realistas llegadas del Perú que sometieron a sangre y fuego toda intentona rebelde. Y así fue hasta 1823, cuando luego de que San Martín asegurara la independencia del Perú, el general Santa Cruz ocupó La Paz tras la batalla de Zepita.
Pero los relatos de Chávez son malas falsificaciones de la historia, que pasan bajo el travesaño del supino desconocimiento que campea por estos pagos.
La última sanata, a la que apeló después del triunfo de su acólito Evo Morales es la pretendida hermandad venezolano-boliviana, o el supuesto interés del Libertador Bolívar en lo que por entonces era el Alto Perú.
Dijo ayer Chávez que Bolivia era "la preferida del Libertador"; llama a Bolivia la "Patria de Bolivar y de Sucre". La tergiversación se remata al combinar la gesta bolivariana con citas de Tupac Katari.
Bolivia nunco estuvo en los planes de Bolivar, valga la aliteración. El entonces Alto Perú dependía para la época de la independencia del Virreynato del Río de la Plata, y hasta allí subieron los Ejércitos Auxiliares de Buenos Aires en su afán de imponer la revolución porteña.
Primero fue al mando de Castelli que venció a los realistas en Suipacha, en 1810, y cayó luego en Huaqui.
Después fue Belgrano, rotundamente derrotado en Vilcapugio y Ayohuma. Y más tarde Rondeau que vencedor en La Quiaca es apaleado en Sipe Sipe en 1815.
Cuando los ejércitos de Buenos Aires se retiraron, el territorio quedó en manos de las tropas realistas llegadas del Perú que sometieron a sangre y fuego toda intentona rebelde. Y así fue hasta 1823, cuando luego de que San Martín asegurara la independencia del Perú, el general Santa Cruz ocupó La Paz tras la batalla de Zepita.
La intervención de Bolivar no va a llegar hasta el 1825, cuando envía a Sucre (venezolano de Cumaná) a estabilizar la situación. En 1825 Sucre llamó a Congreso General para decidir el destino del país entre tres alternativas: continuar apegados al Rio de la Plata, unirse al Perú o la independencia. Y acá aparece la primer gran mentira chavista. Si bien Sucre creía en la independencia, Bolivar nunca apoyó la creación de un nuevo país. En un segundo Congreso se declara la independencia, y se bautiza al país como Bolivia, tal vez para comprar la voluntad del Libertador, al que se designa " Padre de la República y Jefe Supremo del Estado". Bolívar agradeció estos honores, pero declinó la aceptación sugiriendo que el cargo fuera para Sucre, al fin y al cabo padre de la criatura.
En 1826 estuvo presente en la Asamblea Constituyente y presentó su propio proyecto constitucional, que incluía cuatro poderes, presidente vitalicio y tomaba como modelo a Haití. Casi doscientos años después esa elección no deja de resultar paradójica.
Asociar a Bolivar con el sueño indigenista es otro despropósito. Como señala José Luis Gómez-Martínez cuando Bolivar habla de la independenci lo hace desde un "nosotros" muy peculiar, que no implica a los indígenas, y cita “No somos indios ni europeos, sino una especie media entre los legítimos propietarios del país y los usurpadores españoles: en suma, siendo nosotros americanos por nacimiento y nuestros derechos los de Europa, tenemos que disputar éstos a los del país y que mantenernos en él contra la invasión de los invasores” , palabras expresadas en la Carta de Jamaica. El "nosotros" bolivariano es el de los españoles nacidos en América.
Que de indigenismo nada, queda más que explícito cuando en carta al General Páez sostiene "el nuevo gobierno que se dé a la república debe estar fundado sobre nuestras costumbres, sobre nuestra religión y sobre nuestras inclinaciones, y últimamente, sobre nuestro origen y sobre nuestra historia”.
Todo lo demás es cartón pintado, o apenas una falsificación histórica más, urdida para justificar un sueño imperial devaluado, crecido como versión farsesca de aquella federación de estados que sí soñó Bolivar, de la que éste seudobolivarianismo está en las antípodas.
argenblogs
argenblogs
9 comentarios:
Yo juraría que este tipo de tergiversaciones pasa con todos los libertadores americanos, empezando por Bolívar y siguiendo por Martí. Entre otras cosas, porque esta gente tenía un ideario político liberal.
Felicidades por el artículo, Blogbis.
Felicitaciones por el artículo, Rubén.
Un pueblo analfabeto es capaz de comprar cualquier cosa, incluyendo presidentes analfabetos.
Muy buen post, Rubén, muchos detalles que no conocía. Sos como el Libro Gordo de Petete, a la vez educa y entretiene... :-)
Excelente. Lástima que opiniones como la tuya no tengan eco en los medios masivos de comunicación.
Brillante post!!!
Pablo
Me sumo a las ponderaciones... qué lindo es leer opiniones de gente que sabe de lo que habla!!!! una joya para ir cerrando el año!!!!
Y hablando de joyitas: les recomiendo el artículo "Just do it" que publicó hoy Victor en "Cogito Argentum"....
Agradezco sinceramente el feedback. No era pa' tanto, che...
DE BOLIVAR A BOLIVIA
"Ni Vd., ni yo, ni el Congreso mismo del Perú, ni de Colombia, podemos romper y violar la base del derecho público que tenemos reconocido en América. Esta base es, que los gobiernos republicanos se fundan entre los límites de los antiguos virreynatos, capitanías generales. o presidencias como la de Chile".
Bolívar a Sucre
"Aunque las cuatro provincias del Alto Perú han pertenecido siempre a la Argentina, es la voluntad del Congreso General Constituyente que ellas queden en plena libertad para disponer de su suerte, según crean convenir mejor a sus intereses y a su felicidad"
Ley de 1825 del Congreso rivadaviano porteño.
La gran victoria de Sucre resonó en todo el continente con inigualado eco. Terminaba allí, por obra de cinco mil jóvenes criollos, la historia de trescientos años de poder español. Lo que parecía imposible y fantástico, era ya una realidad. La emoción que despertó la victoria de Ayacucho corre en las crónicas. Al recibir el pliego con las noticias, Bolívar sufrió un ataque de verdadera enajenación: se arrancó la chaqueta militar, juró ante sus oficiales, ignorantes de lo ocurrido, que jamás volvería a vestir el uniforme militar y se lanzó a bailar solo, como un verdadero poseído. Después, con voz entrecortada, informó a todos del triunfo de Ayacucho y ordenó inmediatamente a sus acompañantes tomar champaña hasta embriagarse, lo que comenzó por hacer él mismo, habitualmente sobrio.
1. El pueblo de Buenos Aires festeja a Bolívar.
La noticia llegó a Buenos Aires a las ocho de la noche del 2 de enero de 1825. Alberdi recordará su niñez: "Mi primera impresión de Buenos Aires son los repiques de campanas y las fiestas en honor de Bolívar por el triunfo de Ayacucho" .
Muchos años más tarde, en su vejez, el general Gregorio Las Heras, que se desempeñaba como gobernador de Buenos Aires al llegar la gran noticia, evocaba sus impresiones con su verba de viejo soldado: "Sacaron en procesión el retrato de Bolívar por las calles con hachas encendidas en noche de pampero. Volcán de fiestas y alegría en la ciudad un mes. Tuve que tirar un decreto para reglamentar el delirio" .
El pueblo de Buenos Aires y las provincias festejaron la victoria de Ayacucho como el triunfo de la Patria Grande. Los amigos porteños de Gran Bretaña, también se hacían eco del regocijo: el intercambio comercial estaba de parabienes. Un grupo de comerciantes ofreció un banquete en el Hotel de Faunch. Las paredes del comedor estaban cubiertas con las banderas de todas las naciones importantes, al lado de retratos de Bolívar y de Sucre. Como correspondía, la banda tocó God save the king al brindarse por el Rey de Inglaterra. En otro banquete los mercaderes porteños elevaron un brindis en homenaje a Canning: "¡Primer estadista del mundo, honorable George Canning, fiel amigo de la libertad!" .
Los festejos populares, en otros lugares, eran menos anglófilos. El coronel Ramírez, de pie en un palco del Teatro Argentino, leyó el Boletín oficial que informaba de la batalla de Ayacucho, mientras la concurrencia, presa de frenesí, vivaba a Bolívar y Sucre. El pueblo porteño se volcó a las calles, a los cafés, a las plazas. Los cohetes que surcaban el cielo, y los pardos que danzaban con sus pífanos y cajas, así como los desfiles, se sucedieron durante tres noches. Los brindis por la patria embriagaron a la ciudad en éxtasis. El nombre de Bolívar era púbicamente aclamado. El célebre Deán de la Catedral de Córdoba, don Gregorio Funes, era desde hacía un tiempo agente diplomático de Colombia ante el gobierno argentino en Buenos Aires. Ante su casa, en la calle Florida, una multitud reunida pidió su palabra. El Deán la arengó exaltando el nombre de Bolívar y Sucre e invitó a la muchedumbre a desfilar hasta la pirámide de Mayo.
2. El partido rivadaviano.
Pero no todo Buenos Aires participaba del júbilo popular. El partido rivadaviano, hechura misma del interés portuario y europeizante, observaba con reserva el espléndido triunfo de las armas americanas. La estructura geoeconómica de la región del Plata encierra uno de los secretos de su historia política. La fertilidad pampeana que había reproducido las siete vacas de la Conquista en millones de cabezas de ganado, la proximidad del puerto y la ciudad de Buenos Aires, habían impreso a sus clases dominantes un acusado sello regionalista.
El poder de hacendados y comerciantes estaba concentrado en "una pradera, una ciudad y un puerto" contiguos y fabulosamente ricos. El resto de la heredad política hispánica era un pesado lastre, más bien orientado hacia el "hinterland" latinoamericano que hacia el Plata, salvo las provincias litorales, con parecidas producciones a la de Buenos Aires, aunque sin su puerto y aduana: Santa Fe, Corrientes y Entre Ríos, recostadas sobre el Río Paraná, cuya llave exterior estaba en manos de los porteños. Este núcleo de ganaderos y mercachifles controlaba la situación, aunque con divergencias internas.
El gobierno del general Las Heras estaba dominado por el partido rivadaviano y este partido buscaba obtener la paz con España mediante negociaciones, aunque fuese preciso pagar con dinero la independencia. No en vano Gabriel René-Moreno llama a Buenos Aires "la ciudad mercante" . Ese es, por otra parte, el rasgo más constante de toda su historia. Buenos Aires observaba con desconfianza todo lo americano. Por lo demás, los militares argentinos que habían militado en Perú con San Martín, eran antibolivarianos o "bolivárfagos" y se aliaban en este odio a los rivadavianos del puerto. La noticia del triunfo de Ayacucho alarmó a las clases conservadoras de Buenos Aires. En su vecindario vivían varios miles de godos y "agodados", notoriamente protegidos por el gobierno de Rivadavia. Este don Bernardino había iniciado en 1816, mientras San Martín y los americanos revolucionarios luchaban denodadamente por la independencia, una gestión humillante ante el pérfido Fernando VII en Madrid , que lo retrata por completo.
3. Rivadavia se pone a los pies de Fernando VII.
En esencia, la gestión del "bolivárfago" de 1825 realizada ante la Corte absolutista de Fernando VII en 1816 era la siguiente: Rivadavia emprendió a espaldas de su gobierno, aunque en estrecha relación con los hombres de su partido, una insensata intriga destinada a coronar sobre las pampas del Río de la Plata, a un vástago de Carlos IV, el infante Francisco de Paula, hermano menor de Fernando VII. Las negociaciones comenzaron cuando la familia real vivía en su exilio en Roma.
El socio de Rivadavia en la extravagante aventura era el hijo del conde Cabarrús, aquel colega de los ministros ilustrados del gabinete de Carlos III. El hijo de Cabarrús era un aventurero inescrupuloso, "pillete aristocrático", según la palabra de López, merodeador de las alcobas reales en media docena de Cortes europeas, amigo de la francachela y del dinero fácil, cuya hermosa hermana había sido amante de Barrás y amiga de Talleyrand en los días tormentosos de la Revolución francesa y del que no se sabía, en verdad, si era francés o español. Cabarrús pertenecía al círculo íntimo de Carlos IV y Godoy y se había comprometido, mediante importantes sumas, a llevar a Buenos Aires a Francisco de Paula.
De este modo, Rivadavia lograría neutralizar con la intriga la hostilidad de la reacción europea hacia las colonias en rebelión y obtener el libre comercio con Inglaterra. La maniobra había sido sugerida por Lord Strangford, ya que la política inglesa de ese momento era establecer una monarquía en Buenos Aires, cesar la guerra con España y obtener del legitimismo español por esa mediación británica las concesiones comerciales requeridas, objetivo supremo de Gran Bretaña. Toda la negociación fracasó con la derrota de Napoleón. Fernando se instaló de nuevo en el trono de Madrid. Rivadavia, entonces, obtuvo en Londres un salvo conducto para viajar a Madrid y arrojarse a los pies de Fernando VII.
4. Cortesanos y toreros.
El rey absoluto vivía rodeado de una crápula de toreros y chulos que alborotaban los despachos y aposentos reales: allí, todo "era grosero y temible... Los Calomardes, los Chamorros y los toreros constituían la baja entidad del gobierno en la alcoba del nuevo rey... de índole astuta y feroz .
En los memoriales escritos en Madrid al ministro de Fernando, Cevallos, dice Rivadavia:"La misión de los pueblos que me han diputado se reduce a cumplir con la sagrada obligación de presentar a los pies de S. M. las más sinceras protestas de reconocimiento de su vasallaje... felicitándolo por su venturosa y deseada restitución al Trono y suplicarle humildemente el que se digne, como padre de sus pueblos, darles a entender los términos que han de reglar su gobierno y administración" .
El intercambio de notas entre Rivadavia y Cevallos, asi como la insolencia y desprecio del ministro absolutista por el americano lacayuno constituyen una página poco conocida de la historia latinoamericana. Las reiteradas muestras de acatamiento de Rivadavia ante los reales calzados de Fernando, están fuera de toda imaginación, sobre todo en la Argentina, donde este individuo ha sido elevado por la oligarquía al pedestal de los fundadores de la patria. La respuesta final del ministro Cevallos era previsible: ordenó la expulsión de Rivadavia del territorio español, ahorrándole, en gracia a su servilismo, el envío a los presidios españoles de Africa.
El hundimiento de la intriga obligó a Rivadavia al informar a Manuel José García del fracaso de su misión, a decirle lo siguiente: "Usted me dispensará el que le suplique que de toda esta exposición haga el uso más prudente y reservado posible, pues a Buenos Aires no escribo más claro: creo que debo omitir cuanto pueda exasperar y me sea lícito sigilar; así, doy parte oficial más circunspecto".
Tal era el Señor Rivadavia, "personaje de tono clásico y de maneras teatrales... que convencido de su importancia vivía en profundas meditaciones" , dios de los importadores ingleses, enemigo de San Martín y de Bolívar, personaje al que pronto veremos entregar la Banda Oriental a la "independencia inglesa" y que recibió la victoria de Ayacucho como un acontecimiento perturbador.
Era tan feo que sus adversarios aldeanos le llamaban el "sapo del diluvio". Vestía casaca redonda y espadín de traje de etiqueta cuando ejercía algún cargo público. Su figura tornábase ridícula cuando aparecía con su calzón tomado con hebillas y las medias de seda negra que ponían de relieve el vientre enorme y las flacas piernas. Es espectáculo adquiría un tono patético por el aire presuntuoso y distante de don Bernardino. Era la mejor encarnación de la "nobleza de toga" formada en las Universidades coloniales. Lejos de representar el espíritu revolucionario del "jacobinismo", como lo creerán cándidamente los liberales del tipo de José Ingenieros y los nacionalistas como Federico Ibarguren, Rivadavia expresaba en el Río de la Plata la contrarrevolución.
"Había visto en Francia que la reforma y las libertades constitucionales eran allí una consecuencia inmediata de la política de reacción contra los atentados de la licencia democrática y del régimen militar provocados por la Revolución Francesa. Y él, que por genio, por educación y por propósitos había mirado siempre con aversión los espantosos escándalos de la demagogia, sintió retempladas con eso sus viejas tradiciones españolas y el temperamento aristocrático de su espíritu" .
5. Rivadavia frente a San Martin y Bolívar.
El consúl norteamericano en Buenos Aires, John Murray Forbes, escribía a su Secretario de Estado, Adams: "Esta ciudad recibió loca de alegría la más importante noticia del Perú que jamás haya conmovido el corazón de este pueblo... salvas de artillería en el fuerte, fuegos de artificio por todos lados y acordes musicales por todas las bandas militares, acompañados por aplausos y cantos patrióticos de centenares de ciudadanos, por todos los ámbitos de la ciudad".
Añadía significativamente: "Hay personas de alto rango que han recibido la gloriosa noticia con reacciones equívocas, consternados por el anuncio de los patriotas de una próxima visita del gran regenerador, único que sería capaz de cambiar aquí la opinión pública" .
Gabriel René-Moreno recuerda en su obra la campaña sistemática de la prensa porteña contra Bolívar en El Argos y El Nacional, papeles oficiales del ministerio rivadaviano. "El Grupo de intelectuales de El Nacional era, sin disputa, la nata del unitarismo trascendente. Así califico al porteñismo, autor de los dos desasimientos del Norte y de Oriente en la Provincias Unidas, para los fines de una hacedera hegemonía concéntrica; así califico al porteñismo del apartamiento del Plata en América para la más peculiar y expedita europeización de brazos, capitales y comercio. Los contrarios, es decir, los amantes de la gran Patria argentina, promotores en Buenos Aires de la reconstrucción nacional en forma federativa dentro de los límites y con los vínculos del virreynato, mirando hoy más que nunca en menos aquellas viejas ideas y miras bonaerenses, sentíanse firmes, alentando unidos con la muchedumbre que celebraba en calles y plazas la victoria de América. Pero es la verdad que social y políticamente nunca pasaron de ser una porteña minoría... bien pronto, junto con la propia muchedumbre, fue esa minoría arrollada en la provincia por el particularismo positivista del otro bando" .
Mientras el pueblo de Buenos Aires celebraba conmovido la victoria de Ayacucho, los ingleses se ocupaban de cosas prácticas. Se firmaba el tratado de amistad y comercio con Gran Bretaña: ésta reconocía diplomáticamente, en cambio, a las Provincias del Río de la Plata. El tratado era del mismo género que el firmado poco antes en Colombia y que mereció el conocido juicio de Bolívar. Pero en Buenos Aires no se libraba ninguna batalla por la independencia y tampoco había en la "ciudad hanseática" ningún Bolívar. El general San Martín había abandonado el país con riesgo de su vida, vencido por Buenos Aires. Era un proscripto en Europa.
Poco antes el Deán Funes escribía al ministro Mosquera: "El General San Martín se halla aquí: es muy menguada la acogida que se la ha hecho. Parece que el 15 de éste se embarca para Londres llevando consigo a su hija" .
La inquina rivadaviana a San Martín no era inferior a la profesada a Bolívar.
6. La tutela marítima inglesa.
Las rivalidades anglo-yanquis de la época permitan conocer en la correspondencia oficial de Mr. Forbes una opinión descarnada sobre el tratado anglo-poteño: "Su ostensible reciprocidad, escribe a Adams en una carta particular, es una burla cruel de la absoluta falta de recursos de estas provincias y un golpe de muerte a sus futuras esperanzas de cualquier tonelaje marítimo. Gran Bretaña empieza por estipular que sus dos y medio millones de tonelaje, ya en plena existencia, gozarán de todos los privilegios en material de importación, exportación o cualquiera otra actividad comercial de que disfruten los barcos de construcción nacional y a renglón seguido acuerda que los barcos de estas provincias (que no tienen ninguno) serán admitidos en iguales condiciones en los puertos británicos, y que sólo se considerarán barcos de estas provincias a aquéllos que se hayan construído en el país y cuyo propietario, capitán y tres cuartas partes de la tripulación sean ciudadanos de estas provincias. ¿Cómo podrá esta pobre gente del Río de la Plata encontrar un motivo para construir barcos a un costo que sería el triple o el cuádruple de su precio en Europa para entrar en estéril competencia con tan gigantesco rival?" .
El comercio libre inaugurado por la revolución de Mayo y confirmado por este tratado, permitía la llegada a Buenos Aires, como al Brasil, de los artículos más inverosímiles de origen británico, entre ellos patines para hielo y braseros de hierro .
Esta sencilla argumentación todavía despierta el lógico furor de las oligarquías latinoamericanas, a un siglo y medio de la independencia política. Los propios norteamericanos, desaparecido su rival británico, ocupan el mismo lugar y practican la misma política que los Canning del siglo XIX.
7. Los intereses porteños y el Alto Perú.
La sombra de Bolívar se agigantaba. En los períodicos gubernamentales de Buenos Aires se comenzaba a criticar cada vez con más aspereza al Libertador. Se le atribuían miras "imperialistas", que es el único antiimperialismo que se permiten los cipayos de todas partes y en todo tiempo. La prensa chilena juzgaba a Bolívar con idéntica desconfianza que sus colegas del Río de la Plata. En el diario El Liberal, octubre de 1824, advertían a Bolívar: "El día que Bolívar quisiese adoptar el sistema monárquico sería el último de su poder y de su gloria" .
Cabe advertir al mismo tiempo que el gobierno de Rivadavia nada disponía para actuar contra el mariscal Olañeta que después de Ayacucho conservaba su dominio sobre las provincias altoperuanas. A título simbólico, proveyó dinero y recursos para 600 hombres de infantería y caballería que con las milicias salteñas al mando del general Arenales vigilaban la región del Norte argentino.
De este modo, la estrategia porteña buscaba crear una frontera y que Sucre y Bolívar terminasen a su costo la independencia. Pero el Congreso reunido en Buenos Aires contaba con algunos diputados que no eran porteños. El diputado Castro afirmó: "Yo no me propuse solamente que nos pusiéramos a la defensiva; me propuse algo más. Me proponía, como necesidad del momento, no solamente la defensa de nuestro territorio libre, sino la restitución de nuestro territorio ocupado... en todos los casos en que han podido pronunciarse esas provincias, hoy ocupadas por el enemigo, se han pronunciado como parte integrante de territorio nuestro, por lo que en esta suposición nuestros congresos y asambleas han nombrado por ellas suplentes, y a su nombre también ha sido declarada la independencia del país" .
Tal era la posición nacional, la que asimismo sostendrá Bolívar pero que rechazaba la mayoría rivadaviana del Congreso Nacional y el propio Poder Ejecutivo, aunque parezca inverosímil. En ese momento llega la noticia de que Olañeta ha muerto a manos de sus propios partidarios. Sucre ocupa con sus fuerzas, después de Ayacucho, todo el territorio del Alto Perú. La presencia triunfante de Bolívar en el continente no podía sino obstaculizar los planes monárquicos europeos de la camarilla de Rivadavia. ¡Y esas provincias del Alto Perú, con sus "cuicos" e indios!
8. Europa y la independencia.
El Deán Funes, agente diplomático de Colombia en Buenos Aires, le escribe a Mosquera, ministro de Relaciones Exteriores de Bolívar: "En una de las conferencias que he tenido con el Ministro (me ha dicho) que la causa de nuestra independencia ha de venir terminada de la Europa. Esta expresión me hizo estremecer". Y agregaba: "La opinión más general es que se trata de coronar aquí al Infante D. Francisco de Paula. No estoy ajeno de creerlo, pero me inclino más a que nuestra causa se ha puesto en manos del gabinete inglés. Hacen pocos días que partió para aquella Corte el Coronel Alvear en calidad de Plenipotenciario. Amigo, yo veo esto de muy mala data y no encuentro dónde fijar el pie, si no es en el consuelo de nuestro Libertador. Nada me fío de los ingleses" .
El general O'Leary, edecán del Libertador, comentando las presiones extranjeras sobre la política americana respondía al Deán: "Convengo con usted que las repúblicas nuevas deben desconfiar enteramente de la mezquina y siniestra política de los gabinetes europeos. Estos no consultan sino sus propios intereses" .
La tendencia invariable de la burguesía porteña era reducir en todo lo posible el área territorial, conservar el puerto y la Aduana en sus manos, que proveían la mayor parte de los recursos fiscales y librar a su suerte a las provincias mediterráneas, que carecían de productos exportables. El Alto Perú se volvía así una carga irritante para los porteños.
9. El Alto Perú en el antiguo virreinato.
Hasta la creación del virreinato del Río de la Plata en 1776, el Alto Perú estuvo políticamente subordinado al virreinato con sede en Lima. La economía altoperuana hasta esta fecha está interrelacionada tanto con el Bajo Perú como con las provincias del Litoral que llamaríase luego argentino, y naturalmente con Córdoba, Salta, Tucumán y Jujuy. El comercio de mulas destinadas a las necesidades de la minería altoperuana adquirió una notable importancia económica. Nacidas en Buenos Aires, Santa Fe y Corrientes, las mulas invernaban en los potreros de Córdoba y pasaban por otros seis meses a Salta. En esta última provincia se verificaba anualmente una feria gigantesca donde se vendían hasta 60.000 mulas .
Este comercio vitalizaba los vecindarios de las numerosas poblaciones que intervenían en su tránsito, fueran abastecedores de troperos, postas o intermediarios. Jujuy abastecía al Alto Perú con su ganado vacuno, destinado a los trabajadores de las minas de plata del Potosí. Además de la minería, las provincias altoperuanas contaban con una importante industria textil en Cochabamba, que abastecía con sus telas bastas a la población indígena, vendiendo sus tucuyos, bayetas y sombreros.
Pero la minería era sin duda la principal fuente de recursos del Alto Perú. Con la plata del cerro de Potosí adquiriría los artículos industriales o alimenticios que necesitaba. La rutinaria explotación técnica de las minas a lo largo de tres siglos, no obstante determinó una decadencia en la prosperidad del Alto Perú . Al crearse el virreinato del Río de la Plata, el empobrecimiento fue notorio. El nuevo virreinato que dará al puerto de Buenos Aires una importancia económica y política decisiva, acentuará la declinación altoperuana, así como pondrá de relieve el comienzo de la crisis en las provincias industriales de la era colonial. A través de Buenos Aires ingresan artículos de origen europeo y se derraman por el Litoral. Las provincias del Norte compiten ventajosamente con las industrias de provincias que se mantenían abasteciendo el Litoral y el Alto Perú. De este modo, si Buenos Aires y el Litoral antes de la creación del virreinato del Río de la Plata, eran mercados consumidores de los productos industriales del Tucumán, a partir de la apertura del comercio español europeo por el Río de la Plata, Tucumán y las restantes provincias del Centro y el Norte se convertirán en mercados consumidores de los productos europeos entrados por Buenos Aires. Tan sólo la debilidad constitutiva de la industria española para proveer en gran escala a las colonias americanas, pudo proteger indirectamente a las industrias criollas. La revolución de mayo de 1810, con la aparición del comercio inglés, asestará a esas industrias un golpe de muerte.
10. Los indios mitayos.
En las minas altoperuanas trabajaban más de 15.000 indios mitayos, que eran reemplazados a medida que morían en el fondo de las minas. Los antiguos súbditos del Imperio incaico estaban obligados a prestar servicio forzoso en la extracción de mineral. Fueron inútiles todas las tentativas jurídicas de la Corona para reducir la crueldad de ese gigantesco proceso de genocidio . Tanto los españoles como los criollos de las clases propietarias de minas en el Alto Perú frustraron por su peso social toda tentativa de reforma . Aquellos indios que no morían en las minas, eran retenidos con diversos pretextos, cuando habían cumplido ya su turno hasta que morían trabajando.
Al anunciarse los llamados a una mita, parte de los indios abandonaban a sus mujeres e hijos y se escondían en la cordillera. Eran buscados con milicias armadas y tropas de reserva, con la ayuda de caciques de indios (verdaderos cipayos quechuas) hasta que se reducía por la fuerza a los alzados. "Así, los mitayos eran conducidos a la muerte con seguridad, sin dejar de oír misa los domingos" .
Cuando llegaba el momento de concurrir a la mita, los indios que no habían huído salían a la plaza acompañados de sus padres, parientes y amigos. Se abrazaban mutuamente entre lágrimas y sollozos, después de recibir la bendición del cura ante la puerta de la Iglesia: "aumenta lo funesto y lúgubre de esta escena el son de los tamborcillos y de las campanas que empiezan a hacer la señal de rogativas" .
La mayor parte no regresaba jamás. Se llegó a temer la extinción de la población indígena. Los propietarios mineros se disputaban con los propietarios de tierras la mano de obra indígena lo que originó innumerables conflictos en la política lugareña altoperuana.
Tres siglos después del célebre debate de Valladolid entre Bartolomé de las Casas y Juan de Sepúlveda sobre los indios, se replanteaba la cuestión. El fiscal en la Audiencia de Charcas y defensor de indios Victoriano de Villalba sostenía que la mita había logrado prevalecer porque "la causa de los ricos siempre tiene muchos abogados y la de los infelices apenas procuradores".
Pero en el Intendente de Potosí se encarna otro Ginés de Sepúlveda. Francisco de Paula Sanz ataca al Fiscal afirmando que los indios "realmente no habían progresado desde los días de la conquista y no eran menos ociosos y estúpidos que antes. Admitida esa holgazanería, el servicio de la mita era útil y conveniente para los indios, pues los ponía en contacto con la sociedad civilizada y los hacía trabajar por un salario" .
11. Antagonismos económicos en el Alto Perú.
La decadencia económica de esta región era irremediable . Faltaban capitales para modernizar la explotación de las minas y la agricultura era primitiva. La expoliación de los indígenas no podía suplir la impericia, la abulia y el estilo rentístico de existencia de las clases altas del Alto Perú. Por otra parte, el librecambismo porteño y su desdén por las provincias de "arriba" chocaban con los intereses textiles de Cochabamba. Los mineros altoperuanos, debe añadirse, preferían adquirir el azogue para extraer la plata mediante el método de la amalgama, producido por las minas peruanas de Huancavélica, en lugar de comprar ese mismo mineral procedente de Europa a través de Buenos Aires, distante de Potosí más de 400 leguas. Así apareció en esa oportunidad una tentativa separatista, reforzada por la perspectiva de adquirir una salida sobre el Pacífico para su comercio. Del mismo modo que Buenos Aires no ofrecía ninguna ventaja económica a las provincias del Norte, las clases dominantes altoperuanos tampoco veían con interés una vinculación subordinada a Buenos Aires. Era notorio en 1825 que una relación dependiente de Buenos Aires había resultado funesta para las provincias llamadas ahora argentinas; y el Alto Perú sacó todas las conclusiones de este hecho.
12. El Separatismo altoperuano.
Si Buenos Aires no lograba dominar militarmente a las provincias del interior alzadas contra su usuparción, mucho menos estaba interesada en ampliar la órbita de sus problemas. La burguesía porteña carecía de todo concepto territorial de la Nación, ya que todos sus intereses la proyectaban hacia Europa. En tales circunstancias, el general Arenales escribe al gobierno pidiendo órdenes, pues "hombres sediciosos" promueven en el Alto Perú su separación de las Provincias Unidas .
Sucre escribe, por su parte, a Bolívar: "Parece que la provincia de Buenos Aires ha calculado que no está en sus intereses la reunión de estas provincias a la República" .
Las clases privilegiadas altoperuanas, por su parte, de antiguo agodadas y enemigas de la liberación de los indios, contemplan con temor la reincorporación a las Provincias Unidas. Allí existe un gobierno porteño que no controla la mayor parte de las provincias, dirigidas por caudillos militares armados y democráticos que podrían triunfar un día u otro y eliminar la condición semiservil de la mayoría de la población del Alto Perú. Aquellos intereses altoperuanos se radican en el comercio con el Pacífico y advierten en el separatismo indudables ventajas para conservar sin intrusiones peligrosas de ningún poder central, sus privilegios de comercio, de casta y de clase. El intérprete de estos intereses ante el general Sucre será el joven abogado Casimiro Olañeta, sobrino del mariscal.
Olañeta era un sinvergüenza locuaz, un maniático de la intriga. Había ocupado puestos públicos secundarios durante el gobierno español, pero cuando la suerte militar de su amado tío se volvio incierta, lo traicionó, pasándose al bando patriota. Se hizo confidente de Sucre y "le dio al gran mariscal extensas y exactas noticias del estado en que se hallaban las tropas realistas" .
Este Olañeta era el característico abogaducho colonial que describe Gonzalo Bulnes, "sofístico, intrigante, subterráneo" producido por la ciudad universitaria y aristocrática de Chuquisaca. Allí viven los opulentos mineros de Potosí, atraídos por su clima más suave y por la fama de la Atenas del Plata, como se la llamaba. Chuquisaca contaba con 20.000 habitantes, "con sola la mitad presentables, porque la otra mitad se componía de indios, de negros y de castas" .
Olañeta pertenecía a la "mitad presentable" del Alto Perú y en tal carácter asumió la voz de los mineros y terratenientes que abogaron ante Sucre por declarar la independencia con respecto al Río de la Plata. Bolívar en el Perú, absorbido por los numerosos problemas de la Gran Colombia, había dejado a Sucre la tarea de ocupar militarmente las provincias altoperuanas. El vencedor de Ayacucho decidió, ante las presiones que lo agobiaban y en las que él creía ver la opinión de "los pueblos", convocar a un Congreso a las provincias altoperuanas, para "decidir de su suerte" y "sancionar un régimen de gobierno provisorio" .
13. El nacionalismo latinoamericano de Bolívar.
Inmediatamente el ministro de guerra de Bolívar, general Tomás Heres, escribió a Sucre por orden del Libertador reprobando la idea "de que fuese el pueblo de las cuatro provincias del Río de la Plata al que se debía dejar la libertad de constituirse, porque esto habría sido dar un terrible ataque a los derechos de la nación argentina e infringir el de gentes, reconocido hasta hoy en la América antes española; V.S., dando el decreto de que habla para reunir una Asamblea de las provincias del Alto Perú, comete un acto de formal reconocimiento de su soberanía... Si se reuniese esta Asamblea se daría a los pueblos todos un funesto ejemplo, que vendría a debilitar la asociación y a fomentar la anarquía... S. E. (Bolívar) me manda decir a V.S. que el asunto de las cuatro provincias del Alto Perú debe quedar in statu quo, sin hacer innovación alguna que, directa o indirectamente pueda perjudicar los derechos de las Provincias Unidas del Río de la Plata" .
Sucre quedó alelado ante esta actitud del Libertador. Era muy cierto que desde el momento en que el Gran Mariscal de Ayacucho asumió el gobierno militar del Alto Perú había insistido ante Bolívar pidiendo instrucciones sobre las medidas políticas que debía adoptar. Bolívar se había mantenido en silencio. Pero cuando Sucre resolvió actuar por sí mismo y convocar el Congreso Altoperuano, Bolívar descargó un rayo sobre él. Al responderle a su fiel lugarteniente, que poco entendía de política, Bolívar evoca sus viejas lecturas francesas: "Yo mismo no sabía lo que debía decir a usted... Rousseau aconseja que cuando se ignore lo que se debe hacer, la prudencia dicta la inacción para no alejarse uno del objeto a que se dirige; porque puede uno adoptar mil caminos inciertos en lugar del único que recto" .
Pero la clara exposición de la política bolivariana frente a las provincias altoperuanas la formulará el Libertador en una carta del 2 de febrero de 1825 a Sucre: "Ni usted, ni yo, ni el Congreso mismo del Perú, ni de Colombia, podemos romper y violar la base del derecho público que tenemos reconocido en América. Esta base es, que los gobiernos republicanos se fundan entre los límites de los antiguos virreynatos, capitanías generales, o presidencias como la de Chile. El Alto-Perú es una dependencia del Virreynato de Buenos Aires; dependencia inmediata como la de Quito de Santa Fe, Chile, aunque era dependencia del Perú, ya estaba separada de él algunos años antes de la revolución, como Guatemala de la Nueva España. Así es que ambas a dos de estas presidencias han podido ser independientes de sus antiguos virreynatos; pero ni Quito ni Charcas pueden serlo en justicia, a menos que por un convenio entre partes, por resultado de una guerra o de un congreso se logre entablar y concluir un tratado. Según dice usted piensa convocar una asamblea de dichas provincias. Desde luego la convocación misma es un acto de soberanía. Además, llamando usted estas provincias a ejercer su soberanía, las separa de hecho de las demás provincias del Río de la Plata. Desde luego, usted logrará con dicha medida, la desaprobación del Río de la Plata, del Perú y de Colombia misma, que no puede ver ni con indiferencia siquiera, que usted rompa los derechos que tenemos a la presidencia de Quito por los antiguos límites del antiguo virreynato... Yo he dicho a usted de oficio lo que usted debe hacer, y ahora lo repito. Sencillamente se reduce a ocupar el país militarmente y esperar órdenes del gobierno" .
14. La oligarquía de Buenos Aires renuncia al Alto Perú.
Pero el error de Bolívar no residía en su concepción de la cuestión nacional en América Hispánica, sino en la actitud que iría a adoptar la burguesía porteña. Nadie, ni siquiera el Libertador, podía concebir, a pesar de lo bien que conocía Bolívar el carácter político y social de la oligarquía del Plata, que ésta renunciara espontáneamente a privarse del Alto Perú, automutilar la soberanía argentina. Pero así ocurrió, en efecto. Al informarse el Congreso rivadaviano de los acontecimientos de Ayacucho, resolvió enviar una delegación formada por el general Alvear y Alvarez Thomas a cumplimentar a Bolívar sobre sus triunfos.
Al mismo tiempo, debía solicitar al Libertador su apoyo para concluir la guerra con el Imperio del Brasil, que ocupaba la Banda Oriental. En el mismo acto, el Congreso rivadaviano declaraba el 9 de mayo de 1825 "que aunque las cuatro provincias del Alto Perú han pertenecido siempre a la Argentina, es la voluntad del Congreso General Constituyente que ellas queden en plena libertad para disponer de su suerte, según crean convenir mejor a sus intereses y a su felicidad" .
Esta resolución ratificaba la posición separatista asumida por Sucre, opuesta a la política bolivariana de formar grandes Estados en la América Meridional y confederarlos a todos ellos. El gobierno rivadaviano, que no era representativo de las provincias, por lo demás, envió a Sucre uno nota felicitándolo "por la habilidad y buen juicio con que ha sabido garantizar los derechos de los pueblos que ha libertado" .
La rica factoría porteña se encogía de hombros, estrechaba los cordones de su bolsa y dejaba a los "cuicos" que se las arreglasen solos .
Alborozado, Sucre se dirigió a su jefe, subrayando con ingenua satisfacción su acierto: "Los documentos oficiales que hoy remito manifestarán a usted que mis pasos, en lugar de ser falsos, como antes se creyó, han marchado sobre conocimientos del estado del país, y que el Congreso y el Gobierno argentinos, no sólo han confirmado, sino que han aplaudido mi conducta" .
La provincia de Tarija, por exigencias de Bolívar, no quedaba incluída en la maniobra separatista. Pero se desprendió al año siguiente de la soberanía argentina, casi al mismo tiempo que la Banda Oriental. ¡Bolívar no podía creer en la resolución porteña! "Bolívar miró la noticia de esta ley como una patraña que habían forjado en Córdoba o Salta. ¡No lo podía creer! Tuvo Sucre que enviarle en copia auténtica los documentos. Se rindió entonces a la evidencia" .
No repuesto aún de su sorpresa, al festejar la llegada de la misión argentina encabezada por Alvear en Potosí, el Libertador brindó por "el Congreso de las Provincias Unidas del Río de la Plata cuya liberalidad de principios es superior a toda alabanza y cuyo desprendimiento con respecto a las provincias del Alto Perú es inaudito" .
¡Inaudito! Tal era en efecto el desprendimiento de la oligarquía porteña, que si carecía de concepto territorial de la Nación era justamente porque no era una clase nacional. La noción del espacio geográfico soberano aparece cuando se han generado las condiciones de producción capitalista requeridas para ese espacio, cuando el interés dinástico anticipa las condiciones políticas de esa soberanía, o cuando un puñado de patriotas afirma los derechos de la nación.
El regionalismo exportador en América Latina demostraría que sólo era apto para formar Estados, en modo alguno Naciones.
El diario rivadaviano El Nacional se preguntaba el 16 de marzo de 1826 si el Deán Funes podía y debía ser diplomático de un "gobierno extranjero". Funes respondió en El Ciudadano: "Sí, debe serlo, porque la causa de Colombia es la causa de las Provincias Unidas".
Recuérdese a ese respecto que Monteagudo había declarado que su patria era toda América y que San Martín estipuló en la Constitución del Perú que eran ciudadanos del Perú todos los nacidos en América.
15. Provincias altoperuanas contituyen la República Bolívar.
Convocada por Sucre, la Asamblea de diputados del Alto Perú postergó su reunión durante una semana, a la espera de las noticias que se aguardaban de Buenos Aires. El 17 de julio se supo oficialmente que el Puerto se desentendía del destino de las provincias altoperuanas. Ebrios de alegría, los diputados separatistas se dispusieron a crear una nueva Nación. A pesar de las simpatías de Sucre por esta solución, la Asamblea de encomenderos y abogados abrigaba el temor de que Bolívar se resistiese a aprobar el proyecto. Comenzó entonces la "deificación" de Bolívar. La Nación soberana cae de rodillas ante el Libertador, "padre común del Perú", dice la Asamblea en una resolución, "del salvador de los pueblos, del hijo primogénito del Nuevo Mundo, del inmortal Bolívar. Con Vuecencia lo mandaremos todo, todo lo somos con su ayuda..." .
Concluyeron solicitando del Libertador un proyecto de Constitución. Pretendían así ganarse la buena voluntad de Bolívar. Entre los diputados serviles no figuraba Murillo, aquel soldado mestizo que se había hecho matar por los absolutistas por la libertad de América, ni el cura Muñecas. Eran los mineros, terratenientes, hacendados y verdugos de indios los que clamaban por la protección del Libertador victorioso. Asistía una "selecta concurrecia y en que las damas de la alta sociedad no eran las menos recatadas para expresar con grandes aclamaciones su entusiasmo patriótico" .
Presidía la Asamblea el Dr. José María Serrano, antiguo diputado por Charcas al Congreso de Tucumán, que en 1816 había declarado la independencia de las Provincias de Sudamérica, convertido ahora junto al traidorzuelo Olañeta en furioso separatista. Antes que Bolívar recibiese los plácemes aduladores, la Asamblea discutió la cuestión de crear un nuevo Estado. Resultaron mayoría los diputados que apoyaban la independencia del Alto Perú, seguidos por una minoría la incorporación al Perú y por otra, menos numerosa todavía, que apoyaba la reincorporación a las Provincias Unidas del Río de la Plata.
La Asamblea resolvió en definitiva fundar la República Bolívar, ofreciendo así su mayor tributo al Libertador. De acuerdo a tal resolución, Bolívar ejercería el supremo poder de la República por todo el tiempo que deseara residir en ella; fuera de su territorio, gozaría de los honores de Protector y Presidente .
16 Medallas y estatuas al vencedor.
Por añadidura, los cautelosos diputados resolvieron que el 6 de agosto, día del triunfo de Junín, sería declarado fiesta cívica, que el nacimiento del Libertador, también sería fiesta cívica después de muerto Bolívar. Los retratos de Bolívar serían colocados en todos los edificios públicos; en cada capital de departamento de la nueva República sería erigida una estatua ecuestre de Bolívar. Además, se la entregaría al Libertador una medalla de oro guarnecida de brillantes (del tamaño que fijase Sucre).
Para Sucre, los honores eran también considerables, aunque ligeramente menores. Por ejemplo, Sucre tendría también su estatua en cada capital de departamento, pero en vez de ser ecuestre, como la de Bolívar, sería sobriamente pedestre. La adulonería en el Alto Perú conocía todos los matices del arte. A Sucre también se le entregaría una medalla de oro; la capital de la nueva República llevaría su nombre y su aniversario de nacimiento sería fiesta cívica (después de su muerte). Al ejército vencedor de Ayacucho se le haría entrega de un millón de pesos; para conseguir esa suma los diputados solicitaban a Bolívar la gestión de un préstamo. Y para que nada quedase en el olvido, los diputados se asignaron enseguida dietas a sí mismos.
De este modo, el hombre que se proponía crear una gran nación latinoamericana con las provincias emancipadas de España, era convertido en el fundador de una provincia erigida en Nación.
17. La actitud de Bolívar.
Bolívar concluyó aceptando la decisión de la Asamblea. Inició una gira triunfal por las ciudades de Bolivia, como finalmente llamóse a la nueva República. Repitió en la nueva Bolivia las medidas que había adoptado en Perú sobre la situación de los indios. Fue una oleada revolucionaria de leyes y decretos, que sucedía a la catarata jurídica de la Revolución de Mayo, la que a su vez prolongaba la legislación justiciera, aunque abstracta, de las Leyes de Indias. En esta materia, la Revolución hispanoamericana fue obra de abogados dispuestos a barrer con todo lo antiguo, menos con las relaciones de propiedad.
En 1811 y en 18 el gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata abolía los tributos indígenas, y declaraba extinguida la mita, la encomienda, el yaconazgo y el servicio personal de los indios "baxo todo respecto, y sin eseptuar aún el que prestan a las Iglesias" . Pero, como dice Reyeros, "a los encomenderos españoles, sucedieron los hacendados criollos" .
Bolívar prosiguió esta triunfal revolución sobre el papel declarando extinguida en Bolivia la autoridad de los caciques indígenas y declarando a todos los indios, ciudadanos. Vuelve a abolir el servicio personal, o pongo. La ley bolivariana "se obedece pero no se cumple", como en tiempos del Rey.
O se destruía de raíz la propiedad latifundista o la superestructura jurídica que pretendía elevar el Libertador, serviría para solaz de los juristas. Así ocurrió, en efecto. El mismo destino corrieron las peligrosas innovaciones pedagógicas del extraordinario maestro de Bolívar, don Simón Rpdríguez, venido a la América liberada para realizar bajo la protección de su antiguo discípulo sus proyectos educacionales.
18. Don Simón Rodriguez en el Alto Perú.
Organizador de la enseñanza en Bolívia, durante la presidencia de Sucre, que veía con temor sus atrevidas iniciativas, don Simón desata un gran escándalo en la sociedad altoperuana. Si Bolívar pretendía confederar a los Estados americanos, don Simón no abrigaba pretenciones menores. Se propuso en Bolivia "educar a todo el mundo, sin distinción de razas ni colores... Sucre temía la confusión de las escuelas, porque ello equivalía a herir de lleno los prejuicios que imperaban en Bolivia. A don Simón poco importaban las protestas impertinentes contra todo lo que hacía y deshacía .
El pedagogo revolucionario, aquél ante quien Bolívar hacía veinte años había jurado en el Monte Sacro la libertad del Nuevo Mundo, tomaba al pie de la letra el juramento de su discípulo y sus propias ideas. Estableció en las escuelas bolivianas que fundó, la enseñanza de los oficios manuales, albañilería, carpintería y herrería junto a la instrucción primaria, "lo que escandalizó a los padres de familia, que no querían ver a sus hijos convertidos en humildes artesanos, sino en literatos, doctores, escritores y tribunos" .
Don Simón era llamado "loco" por las familias de la buena sociedad, indignadas al advertir a sus niños mezclados con indiecitos y cholos. Pero don Simón tenía un concepto claro de su tarea: "La intención no era, como se pensó, dirá luego, llenar el país de artesanos, sino instruir y acostumbrar al trabajo, para hacer hombres útiles, asignarles tierras y auxiliarlos en su establecimiento. Era colonizar el país con sus propios habitantes".
Como también alarmaba que incluyera niñas en las escuelas, agregaba: "Se daba instrucción y oficio a las mujeres para que no se prostituyesen por necesidad, ni hiciesen del matrimonio una especulación para asegurar su subsistencia" .
J. A. Cova lo llama "primer socialista americano". Educación de los sexos, oficios y artes para indios y cholos, tierras para siervos, este programa revolucionario superaba en la petrificada sociedad altoperuana todo cuanto pudiera imaginarse.
La pérfida aristocracia de esa aldea, que absorbía la sangre indígena desde hacía generaciones, no estaba dispuesta a tolerar al maestro, como no toleraría un minuto más de lo necesario al discípulo, según se verá luego. Para llevar a cabo la escuela reformadora del gran don Simón, era preciso que Bolívar hiciese la revolución agraria en el país que lleva su nombre, lo que el Libertador no hizo. ¡Una revolución disertante! De esas revoluciones América independiente sufrirá hasta el hartazgo en los próximos cien años. Y bien lo sabía don Simón cuando le decía en una carta a Bolívar: "Sólo usted sabe, porque lo ve como yo, que para hacer repúblicas es menester gente nueva; y que de la que se llama decente, lo que más se puede conseguir es el que no ofenda" .
19. La Constitución bolivariana.
Pero el hecho decisivo que pondrá en movimiento los múltiples factores de disolución de la Gran Colombia, es la Constitución que el Libertador ha redactado para la República de su nombre y que se propone hacer adoptar en Perú y Colombia. La célebre Constitución bolivariana dice en su parte esencial: "Título V. Del Poder Ejecutivo. Art. 76: El ejercicio del Poder Ejecutivo reside en un presidente vitalicio, un vicepresidente y tres secretarios de Estado. Art. 77: El Presidente de la República será nombrado la primera vez por la pluralidad absoluta del cuerpo legislativo. Art. 82: Las atribuciones del Presidente son: Proponer a las Cámaras el vicepresidente. 3: Separar por sí solo al vicepresidente. Art. 80: Por renuncia, muerte o ausencia del Presidente, el vicepresidente le sucederá en el mismo acto" .
El texto de la Constitución cayó como un rayo sobre las diversas fracciones de las políticas lugareñas. Gil Fortoul escribirá que "el autoritarismo paternal de Bolívar se hubiera sustituído al régimen español... era en realidad la única transición razonable entre la Colonia y la República" .
La estructura social de la América independiente requería o la existencia de un poder económico centralizador, para recrear en su torno un Estado unificado o un poder político-militar que cumpliese un papel análogo. Pero se carecía de ambos factores por la debilidad constitutiva de la herencia legada por España. Bolívar pretendió sustituir aquellos factores por un monumento jurídico que no resistió la menor presión de los intereses reales. Su presidencia vitalicia, que era una forma simulada de monarquía, fue resistida hasta por las armas por aquellos mismos terratenientes y comerciantes del partido santanderino que pocas décadas después serían la base del despotismo iletrado del Bisonte Gómez, dictador de Venezuela durante más de treinta años.
Pero enfermo de la enfermedad jurídica del siglo y asediado por legiones de abogados chuquisaqueños y limeños (¿quién hubiera podido resistirlo?), Bolívar disfrutó raras horas de felicidad intelectual redactando una Constitución para su "amada Bolivia" . Embriagado por el honor bautismal que le conferían los astutos doctorcitos altoperuanos antes de traicionarlo, ya le falta muy poco al Libertador para medir la magnitud de su tragedia.
Es mas veraz el comentario anterior que el post del titular del blog... por favor que el anónimo se de a conocer.
Un saludo.
Matías.
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