"Sr. Director,
El debate en la Cámara de Senadores por el tema de los superpoderes reveló el último agravio a la organización constitucional, no ya a la cuestión de la separación de poderes violentada por la transferencia de facultades legislativas al ejecutivo en contradicción con lo establecido en el artículo 29, sino a los cimientos del régimen federal.
El debate en la Cámara de Senadores por el tema de los superpoderes reveló el último agravio a la organización constitucional, no ya a la cuestión de la separación de poderes violentada por la transferencia de facultades legislativas al ejecutivo en contradicción con lo establecido en el artículo 29, sino a los cimientos del régimen federal.
Cuando el Senador Giustiniani criticó los DNU expresando que los mismos facilitan el manejo discrecional de fondos públicos, la primera dama y senadora Fernández de Kirchner, le retrucó enrostrándole “falta de honestidad” al santafesino, enumerando obras ejecutadas por disposición del gobierno federal en la provincia como si estas fueran garantía de ecuanimidad y no la consagración de un sistema por el que el Ejecutivo Nacional maneja la obra pública con criterio imperial, avasallando a la jurisdicción de las provincias e incluso de los municipios.
No hace falta ser muy astuto para descubrir que , en todo el país, la obra pública aparece sólo si no es bendecida por el presidente, o por su omnipotente ministro de Planificación, y en el caso específico de Santa Fe, no representa más que una pequeña fracción de lo que la provincia aporta en impuestos y retenciones, principal fuente de ingresos de este festín de la discrecionalidad, que consolida un nuevo modelo centralista, ésta vez con eje en una clase política cebada en la autocracia antirrepulicana. "
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