Hace dos días se cumplieron treinta años del peor atentado terrorista ocurrido en el interior del país. 12 personas murieron como consecuencia de la explosión de un coche bomba, al paso de un bus de la policía.
9 de los muertos eran agentes de policía. Simples agentes, lo más raso de una fuerza que se nutre de hombres humildes, de barrio. En el acto de recordación, que se celebró al pie de un fragmento del paredón donde se incrustaron las esquirlas, me conmovió ver a la hija de uno de los policías muertos, poner una ofrenda floral abrazada a un sobreviviente de ese acto criminal, hoy blanco de canas.
Pero mucho más me conmovió cuando hoy me enteré que el hijo de uno de los policías muertos, que nunca recibió ni subsidios, ni reconocimientos oficiales, tuvo que dejar la escuela como resultado de aquel día, y ponerse a trabajar para ayudar a su madre a parar la olla.
Hoy cartonea para sobrevivir.
Es el futuro mejor que le brindó la Patria Montonera.
1 comentario:
Igual que aquí en Chile. No hay indemnizaciones a las familias de los 700 militares asesinados por los terroristas. En cambio, si las hay para éstos.
Publicar un comentario