Cuando yo tenía cinco, o seis años, y faltaban tres décadas para el año 2000 me asustaban todas las predicciones de catástrofes, tragedias, hambrunas y desgracias que esperaban a la humanidad para marcar con día y hora el final de los tiempos.
Mientras llegaba el último día perfecto, aparecieron otras amenazas. Un gigantesco terremoto -"the big one"- iba a seccionar a California por la Falla de San Andrés. Una alineación planetaria nunca antes vista iba a producir una tormenta celestial que afectaría la órbita terrestre, algún trozo de antimateria causaría una explosión a la Tunguska.
No pasó nada. Pero increíblemente todavía aparecen cultores del findelmundismo que sostienen que todo esos males están esperando, pero que ha habido un leve error de cálculo.
Parece que la seducción de la catástrofe inminente es irresistible para la gente. Ahora, cuando lo más chic es mostrar que uno es socioconsciente demostrando preocupación ambiental, el nuevo motor del elusivo fin del mundo es el calentamiento global, del cual hay menos data dura, que confirme que existe tal cosa, que respecto al terremoto que arrasaría Los Ángeles, que salvo noticia en contrario sigue allí esperando su día.
Y a tanto socioconsciente de librería fashion, no hay nada que le atraiga más que el golpe de efecto, la cámara de TV, la foto en la prensa. Por eso, en un happening de los que les fascina -como los shows de Greenpeace- mañana habrá un apagón socioconscientizante, que paradójicamente busca hacer luz de gas, apagando las luces.
Mientras llegaba el último día perfecto, aparecieron otras amenazas. Un gigantesco terremoto -"the big one"- iba a seccionar a California por la Falla de San Andrés. Una alineación planetaria nunca antes vista iba a producir una tormenta celestial que afectaría la órbita terrestre, algún trozo de antimateria causaría una explosión a la Tunguska.
No pasó nada. Pero increíblemente todavía aparecen cultores del findelmundismo que sostienen que todo esos males están esperando, pero que ha habido un leve error de cálculo.
Parece que la seducción de la catástrofe inminente es irresistible para la gente. Ahora, cuando lo más chic es mostrar que uno es socioconsciente demostrando preocupación ambiental, el nuevo motor del elusivo fin del mundo es el calentamiento global, del cual hay menos data dura, que confirme que existe tal cosa, que respecto al terremoto que arrasaría Los Ángeles, que salvo noticia en contrario sigue allí esperando su día.
Y a tanto socioconsciente de librería fashion, no hay nada que le atraiga más que el golpe de efecto, la cámara de TV, la foto en la prensa. Por eso, en un happening de los que les fascina -como los shows de Greenpeace- mañana habrá un apagón socioconscientizante, que paradójicamente busca hacer luz de gas, apagando las luces.
El findelmundismo ambiental es como todo dogma, casi una religión para sus creyentes. Como los dulcinianos que proclamaban penitentiam agite, estan dispuestos a destasar al que no abrace su causa. Como mi amigo Luis, que asegurá que fiel a sí mismo, mañana tendrá todas sus luces encendidas.
2 comentarios:
interesante el proyecto de eliminar todas las lamparitas incandescentes del estado de california para el 2012.
Una pedorrada eco idiotista.
Hasta la vista, baby.
En estos momentos estoy en París y siguiendo el sabio consejo de Luis encendí todas las luces. Para mi alegría vi que los galos, por lo menos en mi barrio, no le dieron ni cinco de bolas a lo que planearon los tarados que apagaron la tour Eiffel que, al parecer, pidieron que la gente se plegara a la estupidez ambientalista.
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