22 de abril de 2007

Apego a la norma, resistencia al piqueterismo

Es un hecho que el piqueterismo se ha extendido a casi todos los niveles de la protesta en la Argentina. Prácticamente no hay sector que quiera hacer saber un reclamo que no apele al lío, al patoterismo, al avasallamiento de las reglas, las normas, y los derechos ajenos.
En este escenario, hay una izquierda delirante a la que le cae perfecto el rótulo de “populismo revolucionario” que forjaron Julio Cirino y Andrés Benavente, que está intentando tomar por asalto las universidades públicas, con las típicas actitudes de denunciar la “privatización”, la “exclusión”, y las sanatas típicas que resuenan en los cadavez más deteriorados claustros del país, desde el 83 a la fecha.
En la UBA ya se los vio en acción. Durante meses obstaculizaron la elección de autoridades, con agresiones y desmanes, sin que los decanos pidieran la intervención de la fuerza pública ante el permanente temor a ser identificados con la “represión”.
El gobierno del Néstor tampoco mandó a conservar el orden, y a la larga terminó siendo el principal beneficiario de la situación, al lograr imponer un candidato a rector “kirchnerista”, algo impensable en la Universidad de Buenos Aires.
De esta manera el Gobierno volvió a usufructuar el piqueterismo, para ganar unos retazos de poder acá y allá, pretendiendo capitalizar protestas como la de los “ambientalistas” entrerrianos, o la de los movimientos de desocupados, que terminó integrando a la estructura del gobierno bonaerense. En la operación, alimenta una situación que no hace más que remarcar el desvanecimiento del respeto a la ley, la anomia generalizada que cunde desde antes de 2001, y que la relativa bonanza económica ha disimulado, pero que sigue socavando las bases del contrato social en la Argentina.
En estos días en la Universidad de Rosario se eligen autoridades. Las agrupaciones de la izquierda delirante pretendían arriarse el control de los consejos, y quedaron en el camino. Como alternativa han intentado el bloqueo de las elecciones de decanos, en una situación que pretenden convertir en un calco de lo que ocurrió en la UBA.
El viernes me tocó ver en mi Facultad, como los militantes de la izquierda delirante ante la realidad evidente de que perdían en los votos, intentaron golpear a los consejeros, robar las papeletas de votación, y forzar la suspensión de las elecciones.
Fue fantástico ver como se abroquelaron todos los sectores –de diversos signos políticos- en defensa de lo que mandan los Estatutos.
Fue una satisfacción ver como los impulsores de este delirante “populismo revolucionario” se quedaron sin su fiesta, por la reacción de los que generalmente no reaccionan.
Una pequeña lección que ojalá se viera en el país, llevándola a la escala de la defensa de la Constitución.
Otro gallo cantaría.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Salió por la tv.

Al parecer se expande esta basura...

MarcosKtulu dijo...

Rubén, me apena que algunos (siempre minoría) se les diera por imitar el bochornoso juego que la izquierda universitaria desplegó en la UBA. Las universidades nacionales tienen un material muy variado: hay excelente calidad humana, y en otros casos hay gente que francamente no se a que viene, pero está ahí y es fulera. Pero así como estos intentos violentos son un recordatorio vivo de la presencia nada pasiva de esta gente, me reconforta saber de mucha otra gente que ve en la defensa de las instituciones la condición de su existencia, sobre todo cuando éstas son tomadas por asalto sin ningún disimulo.
Lo que muchos no entienden es que las instituciones van más allá de las personas que circunstancialmente las ocupan, pero que para defenderlas hace falta gente de carne y hueso, y que cuando un partido o agrupación antisistema plantea sus objeciones en base a una persona determinada, con sus acciones en realidad busca disolver la institución. A veces lo consigue (ver UBA) y a veces no (ver UNR). Lamentablemente sabemos que suerte siguió la Constitución, nuestra norma fundamental en la convivencia política. Puede que, junto a lo de Misiones, estemos asistiendo a los primeros momentos de un cambio que tardará en madurar, pero que es -y acá me guardo los matices- absolutamente necesario.