Anoche en los shoppings rosarinos se implementó lo que llaman la Happy Hour, que por tercer año consecutivo organizan para la noche del 23 de diciembre. Los negocios que participan ofrecen por cinco minutos cupones para compar con descuentos que en algunos casos llegan al 40%.
Con todos los regalos ya comprados fui a darme una vuelta, para ver cómo se presentaba la noche. A las 11, cuando empezaba el chiste, en el Alto Rosario no cabia un alfiler, con autos estacionados en la calle hasta a cinco o seis cuadras de distancia. En el Portal Rosario los cuatro pisos de cocheras estaban a full, algo que nunca había visto.
Adentro era una marea de gente, que seguía a los empleados que con altavoces y con la compañia de chicas vestidas de payasas con pitos y matracas anunciaban los descuentos. Corridas, empujones, colas. A los cinco minutos, otro negocio entraba en el sitema y otra vez corridas, empujones, colas. Eso iba a durar hasta las tres de la mañana.
El espectáculo me hizo pensar en la abismal diferencia con aquellas navidades del 2001 y 2002, después en el evidente apego de la gente (de prácticamente todo el espectro social) por esa fiesta capitalista. Por un lado un poroto para los políticos que se intentan apropiar de los beneficios que dejó la devaluación -especialmente en nuestro litoral agrícola- y por otro lado un soplamoco para los pavotes que sueñan con proyectos socialistoides, y en revivir lo de "combatiendo al capital".
3 comentarios:
Hoy pensaba lo mismo sobre el 2001. Espero que ya no tengamos que volver nunca más a esos momentos, y con caídas y recaídas sigamos por una vía pacífica.
Debemos entender que existe un consumismo bueno y uno malo. El bueno es el que se da comiéndonos la renta sojera. El malo el que surge de las inversiones.
Pero claro, Luis. En los noventa era el "fenómeno shopping" que había desplazado a la tradición y a la familia. Ahora es la sana expresión de la navidad.
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