11 de septiembre de 2008

El extremo del odio


Finalizada la guerra se impuso en 1948 la institucionalización de los Derechos Humanos, lo que suponía una bisagra en la historia del hombre.
Sin embargo, estos derechos fueron avasallados desde el mismo día de su creación cuando a las víctimas gitanas de ambos sexos castradas y esterilizadas en la preguerra y durante la misma, fuera y dentro de los campos de concentración, se les negó la posibilidad de tener una defensa justa.
Durante el juicio celebrado en Nuremberg, el fiscal jefe de la Corte, el juez norteamericano Robert H. Jackel, dijo de muy mal humor que no estaba allí para defender a los gitanos; esto fue determinante para impedirles que obtuvieran una indemnización.
El argumento de los jueces para rechazar su reclamo fue que la castración no implicaba una merma en la capacidad laboral de las víctimas.
A los familiares directos de aquellos que fueron asesinados se les concedió el equivalente a mil dólares por cada vida.
Tampoco se tuvo en cuenta los experimentos químicos realizados con los bebés nacidos en cautiverio, ni con los grupos de niños coordinados por Josef Mengele.
A tal punto llega el desprecio por los gitanos y por su dolor que esas tumbas, como las de sus mayores, que yacían en el campo de concentración de Staro Sajmiste, cerca de Belgrado, no se identificaron hasta 2007.

Jorge Nedich

El Parlamento Europeo redondeó la tarea con leyes persecutorias que criminalizan la migración pobre, y las mismas se aprobaron con plena conciencia de que los gitanos son apenas tolerados en tiempos de paz y los primeros en sufrir la represión y la violencia en tiempos de recesión o conflictos.
Con una larga historia de persecuciones, la comunidad gitana constituye el 2% de la población de la Unión Europea.
El horror no acabó con el fin del nazismo.
En los últimos años se supo que en la República Checa, Eslovaquia y Hungría se están aplicando políticas de esterilización contra mujeres gitanas, sin su consentimiento. Algo parecido ocurrió en Suiza, Suecia y Noruega.

5 comentarios:

Carlos dijo...

Los gitanos son parias por quienes nadie mueve un dedo.

Raquel Reznik dijo...

Y si lo mueven, es siempre el pulgar para abajo.
Pero no existe ninguna razón objetiva, y ese odio es uno de los tan frecuentes sentimientos aberrantes de una sociedad profundamente enferma.

Carlos dijo...

y..algo habrán hecho.

Martín Benegas dijo...

Es cierto, en gente supuestamente educada persiste el arcaico odio a los gitanos.

Anónimo dijo...

Ustedes perdonen, pero los gitanos que conviven con nosotros en la Argentina viven del robo y la rapiña. Como encargado de un negocio me cansé de seguirlos y ver como escondían mercadería en sus mugrientas ropas hasta que decidí impedirles la entrada. Me pregunto cuantos de ustedes se paran cuando 4 gitanas lo rodean y quieren iniciarle una conversación. No hablo de genocidio ni de pena de muerte, pero tampoco me pidan que me caigan simpáticos.