21 de septiembre de 2008

Liquidación de vientres


Nuestra casa sería como tantas, donde habitan varias generaciones y una sorda batalla se desarrolla cada día.
El refrigerador quedaría dividido en tres zonas y las parejas harían el amor en voz baja, ante la proximidad de las otras camas.
Llegarían los nietos a compartir la habitación con los abuelos –en este caso mi marido y yo– y a hacerles sentir que ya les estorban a los más jóvenes.
Los niños pasarían una buena parte del tiempo en el pasillo o en la calle a causa del poco espacio disponible en el hogar.
Se harían adolescentes y buscarían pareja, nuevos potenciales inquilinos para esta casa a punto de reventar.
Si antes de los huracanes Gustav e Ike mi generación y la de Teo debían esperar cuarenta años más para tener una vivienda, ahora el plazo ha traspasado los límites de una vida humana.
Junto a las tejas y las ventanas que se llevaron los vientos también salieron volando nuestros sueños de tener un techo propio.
Donde no hay recursos para devolverle lo perdido a los damnificados, qué pueden esperar los que ni siquiera tenían algo.

Generación Y

El relato -conmovedor- describe magistralmente los efectos sórdidos de una de las dictaduras más abyectas del planeta, que curiosamente siempre es alabada por el ala progresista, que impúdicamente la toma como modelo a imitar.

Me viene a la mente -como en una helada ráfaga- cuando las judías confinadas en los campos de concentración dejamos de menstruar.

No hay comentarios.: