11 de enero de 2009

The world wags an angry finger

Olmert tuvo oportunidad en el Líbano.
La echó a perder.
Ahora tiene una infrecuente segunda oportunidad.
La criminal teocracia perturbada de Gaza -apenas cuatro días antes del enfrentamiento, el parlamento de Hamás aprobaba una atroz legislación basada en la Sharia, legalizando, entre otras sutilezas, la crucifixión- está al borde del abismo.
Puede ser derrocada, pero solamente si Israel está dispuesto -y se le permite- rematar la verdadera misión de esta guerra.
Para el Departamento de Estado Bush, en su último acto de la función, evitar eso con la prematura imposición de un alto el fuego no sólo sería autodestructivo sino vergonzoso.

El desarme de Hezbolá en el Líbano promulgado por Naciones Unidas es una farsa reconocida.
Los efectivos extranjeros no sólo no han impedido el rearme masivo de Hezbolá.
Su presencia misma hace imposible que Israel tome cualquier acción militar preventiva, a fin de no alcanzar accidentalmente al vigilante belga de fronteras de casco azul.
La 'comunidad internacional' presiona a fondo ahora para imponer una reproducción en Gaza de esa charada.
¿Alguien puede imaginarse que unos inspectores internacionales van a arriesgar sus vidas para evitar el contrabando de armas?
¿Para detener a terroristas?
¿Tomando parte en refriegas con equipos lanzacohetes que atacan a civiles israelíes al otro lado de la frontera de Gaza?
Por supuesto que no.
Se seguirán introduciendo armas de contrabando.
Se construirán fortificaciones más seguras y profundas con vistas a la siguiente ronda.
Mezquitas, escuelas y hospitales serán utilizados de nuevo para almacenar armas y como refugios de terroristas.
¿Cree usted que los 'pacificadores' franceses van a registrarlas?
Lo cual es el motivo de que el único resultado aceptable de esta guerra, para Israel y para el mundo civilizado, es el Final B: la desintegración del gobierno de Hamás.
Ya está en marcha.

© 2009, Washington Post Writers Group, vía Diario de América

1 comentario:

Carlos dijo...

La fantochada de UNIFIL en el Líbano es un esqueleto en el ropero de Tzipi Livni (Y Olmert, of course) que no tropezarán otra vez con la misma piedra.