24 de febrero de 2009

Los dos Pactos

Dios dijo todas estas palabras, diciendo: Yo soy El Eterno, tu Dios, Quien te sacó de la tierra de Egipto, de la casa de la esclavitud. No reconocerás a los dioses de los otros en Mi presencia. No te harás una imagen tallada ni ninguna semejanza de aquello que está arriba en los cielos ni abajo en la tierra ni en el agua debajo de la tierra. No te postrarás ante ellos ni los adorarás, pues Yo soy El Eterno, tu Dios, un Dios celoso, Quien tiene presente el pecado de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación con Mis enemigos; pero Quien muestra benevolencia con miles de generaciones a aquellos que Me aman y observan Mis preceptos. No tomarás el Nombre de El Eterno, tu Dios, en vano, pues El Eterno no absolverá a nadie que tome Su Nombre en vano. Recuerda el día de Shabat, para santificarlo. Seis días trabajarás y completarás todo tu trabajo; mas el séptimo día es Shabat para El Eterno, tu Dios; no harás ningún trabajo, tú, tu hijo, tu hija, tu esclavo, tu sirvienta, tu animal y tu converso dentro de tus puertas, pues en seis días El Eterno hizo los cielos y la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos, y descansó el séptimo día. Por eso, El Eterno bendijo el día de Shabat y lo santificó. Honra a tu padre y tu madre, para que se alarguen tus días sobre la tierra que El Eterno, tu Dios, te da. No matarás; no cometerás adulterio; no robarás; no prestarás falso testimonio contra tu prójimo. No desearás la casa de tu prójimo. No desearás la mujer de tu prójimo, su sirviente, su sirvienta, su buey, su asno, ni nada que le pertenezca a tu prójimo.

Parasha Itró

Así como las plagas que desató sobre Egipto fueron la evidencia del poder de D-s rubricando las palabras de Moisés como emisario, en Sinaí la manifestación del D-s de Israel se hizo presente en el momento de la entrega de la Ley.
El Sinaí es donde la Ley se hace palabra escrita y oral para dar testimonio de un pacto que será eterno.
En la medida en que el pueblo mantenga el Pacto y sea fiel a la Ley, D-os será su D-os y estrá con sus hijos en todos sus caminos.
Pero en la medida en que éstos no cumplan con el Pacto formulado en la Ley ya no será D-os el que abandone al hombre sino el hombre a D-os.
La revelación hecha palabra traslada el milagro desde el ámbito natural al cultural, transformado en texto.
La Ley como tal, entonces, es eterna como lugar de encuentro y revelación y, al mismo tiempo, es una renovada invitación a pactar y volver a pactar con la interpretación que de ella formulen las nuevas generaciones de acuerdo con su tiempo y lugar.
La Ley no es rígida como tal, sino un firme lugar de encuentro en el cual es posible volver a conversar.
En estas concepciones fundantes el pueblo de Israel llega a una dimensión de tiempo y lugar en la que un hecho histórico se transforma en elemento constitutivo.
La Torá, desde ese momento, es el equivalente al territorio nacional, donde se consagra la Ley basada en una fidelidad a una alianza que establece no un dogma de fé sino en una creencia que debe ser cumplida a través de la praxis.
Amar a la Torá más que a D-os es la expresión más sublime de obediencia a un mandato que no pregunta en qué se cree sino es qué es lo que se hace.
No sólo nuestros antepasados estuvieron ahí, sino que también nosotros.
Entonces y ahora,  por incontables generaciones, somos benei brit, hijos de ese pacto.
La tradición judía no es legalista sino constitucionalista, en término de proponer la figura del pacto como suma Teológica, y al mismo tiempo, apertura infinita de múltiples y renovadas interpretaciones que, en el marco de la civilización judía, muestran cómo un pueblo llega a ser una nación.
El monte Sinaí es donde se constituye el pueblo de Israel como Nación.
Su genealogía comienza con un hombre: el patrarca Jacob.
Luego de que luchara toda la noche con un ángel bajo la forma de hombre, al éste no poder vencerlo los bendijo diciéndole que su nuevo nombre sería Israel, el que había peleado con D-os y con los hombres, y los había vencido.
Los Patriarcas Jakob, hijo de Isaac y nieto de Abraham, serán llamados desde entonces hijos de Israel.
En la historia y trascendencia milenaria de Israel, estas consideraciones adquieren un orden ejemplificador en cuanto a analogía y metáfora didáctica con la ciudadanía argentina.
El Sinaí de la argentinidad está en su Constitución Nacional.
Porque los Hombres de la Patria lograron plasmar la Ley como institución en la Carta Magna.
En material de espiritualidad cívica, los argentinos siguen siendo esclavos.
La Constitución Nacional es un Pacto sagrado, en términos de espiritualidad cívica y no como dogma o religión.
En el Sinaí, Moisés bajó del monte llevando las Tablas de la Ley y los Mandamientos, y rubricó ese Pacto con los hijos de Israel.
Desde ese momento, el concepto de ser Hijos de Israel se cumple no por haber nacido en el seno de ese pueblo, sino por vivir y cumplir con el pacto de la Ley.
La pertenencia a Israel deja de ser étnica, ya no es sólo la sangre la que manda, sino la Ley.
Todo habitante de la casa de Israel se hace miembro pleno del pueblo judío.
En cuanto a la Nación, es ciudadano de la misma al cumplir la Ley del Pacto.
Ruth, la moabita, abraza la tradición de Israel por propia elección y convicción: 'Tu pueblo será mi pueblo y tu D-os será mi D-os'.
En la Argentina, se hace necesario renovar el pacto fundante.
En el Sinaí se recibió la Ley, y el pueblo exclamó: 'Maase ve nishma', 'haremos y escucharemos'.
El orden de las palabras es un significante.
El hacer se antepone al escuchar, porque a la realidad de una nación se la hace y se la construye.
En la práctica, se la escucha en lo que hace.
El Pacto se escucha en la medida que lo pone en práctica.
Todos los pueblos y las culturas del pueblo han adoptado, con sus peculiaridades, estos principios civilizadores que son la máxima contribución del pueblo de Israel a formar una especie de alianza universal.
La Constitución Nacional propone una construcción compartida, basada en D-os, fuente de toda razón y Justicia.
El concepto de elegido del pueblo judío no se basa en una supuesta superioridad, sino en su convicción indestructible de vivir bajo la Ley de D-os.
Pueblo elegido nada más que por cumplir el mandato, y por intentar vivir fiel al Pacto.
Un hombre llamado Najshon -dice el Misdrah- comenzó a cruzar el Mar Rojo antes que éste se abriera.
Argentina necesita de un igual, que sea el primero que salte confiado a las aguas para que éstas después se abran de par en par y dejen pasar al resto.
Como ya dijimos, la Constitución apela a D-os como fuente de toda razón y justicia, pero no le pide a Él sino a los hombres que hagan Su voluntad aquí en la tierra.
Y recuperar una democracia sólida no es una tarea menor para los argentinos, tan acostumbrados a eludir, incumplir e ignorar todos los pactos...


Sergio Bergman, Rabino

Uno de los grandes méritos que tuvo el cristianismo fue su intento de universalizar el Pacto -con ligeras variaciones o adaptaciones que no vienen al caso- y que en su rústica versión original inicia el post.
Si bien no terminó de cumplir con ese objetivo, consiguió mucho.
Está bien que lo hizo a su manera -por las buenas o por las malas- y que algunos lo pueden criticar por eso y por otras cosas, pero creo que nadie puede estar en desacuerdo con el planteo y la buena intención.
Todas sus variantes doctrinarias coinciden que los Mandamientos son el eje civilizador y las bases de sustentación de la ética individual y social.
Y el Rabino tiene razón cuando establece el paralelismo entre la Ley de D-s con la Constitución, porque ésta no es ni más ni menos que un gran Pacto Político y Social absolutamente indispensable.
Cuando leíamos hace poquito en las noticias que grupos de inadaptados que gozan del apoyo oficial -y que mayoritariamente se dicen a sí mismos católicos o cristianos- atacaban y estropeaban sinagogas en Buenos Aires, me pregunto si sabían que estaban lastimando y amenazando los mismos lugares donde el propio Jesús -al que muchos de ellos dicen adorar- participaba solemnemente de un culto que no ha variado y que permanece y permanecerá inalterable hasta el fin de los tiempos, como expresión fiel del cumplimiento del Pacto original.
Porque pueden cambiar los relatos, los personajes, los dichos o los silencios, los ceremoniales y las tradiciones, pero los argentinos comparten el mismo Pacto que comenzó en Sinaí, que obviamente tenía en su concepción final un destino planetario.
Quiero decir que los rituales no importan, y que deben diferenciar lo esencial de lo accesorio, porque es muchísimo más lo que los une que lo que los distancia.
Coincido con la idea que Argentina -si no quiere perecer- necesita de un Najshon, en el sentido de un líder dispuesto a conducir el proceso de retorno al cumplimiento de sus dos grandes Pactos.

Bueno, la cita del Rabino Bergman es de su hermoso libro 'Argentina Ciudadana', que está sobriamente prologado -por algo será- por el Cardenal Bergoglio.
Pero... ¡Qué largo quedó este post!

3 comentarios:

Sine Metu dijo...

Bergman es un superhéroe

MarcosKtulu dijo...

Pregunta algo trivial: ¿cuándo se escribe Dios y cuando D-os? Esa Torah está escrita sin rayita, y Bergman, que acá escribe todo con rayita, en otro artículo lo hacía sin rayita.

Rāḥēl Reznik dijo...

En la Toráh que cité está escrito sin rayita porque es un traducción al castellano, y únicamente se considera innombrable el nombre en hebreo.
En la práctica es absolutamente indistinto.
No depende de a quién le estás hablando, sino que cuando querés darle un contexto litúrgico a lo que estás escribiendo ponemos D-os o D-s.