En la práctica, los anuncios de Cristina solo quedan en la tapa de los diarios porque en los hechos no ocurre nada.
Por inoperancia del Estado para implementar las medidas anunciadas, porque se hacen anuncios sabiendo que no se van a aplicar o porque la gente no tiene interés en entrar en el canje del calefón o la bicicleta.
De todas maneras, conceptualmente Cristina pretende vendernos espejitos de colores. ¿Por qué?
Porque lo que hay que preguntarse es: ¿de dónde salen los recursos para financiar todos los anuncios de obras públicas y financiamiento del consumo?
Necesariamente de recursos que genera el sector privado y se lo apropia el sector público.
Esto es, la gente produce, el Estado les confisca vía impuestos parte de sus ingresos y luego los aplica a anunciar créditos y subsidios.
Desde el punto de vista macro, lo concreto es que el Estado deprime el poder de demanda del sector privado castigándolo con impuestos y se los traslada a otros (compradores de autos, bicicletas, calefones, etc).
El efecto de corto plazo es que se reactivan esos sectores y se deprimen las actividades en que antes los contribuyentes gastaban sus recursos.
Por ejemplo, el Estado mata con impuestos al sector agropecuario para financiar sus políticas populistas.
¿Cuál es el resultado?
Que el sector agropecuario empieza a agonizar, se deprime la venta de maquinaria agrícola, agroquímicos y demás insumos generando desocupación en todos esos sectores y, supuestamente, los que venden calefones, autos y bicicletas tienen más actividad. Algo que en los hechos no ha ocurrido.
En el mejor de los casos, tendríamos un juego de sumas cero.
Unos pierden su trabajo e ingresos a favor de otros que reciben el fruto del trabajo ajeno gracias a la arbitrariedad del Estado.
Pero esto sería en el mejor de los casos, porque, en el fondo, hay una pésima asignación de recursos, salvo que Néstor y Cristina consideren que ellos hayan sido beneficiados con una mente superior que les permite gastar mejor los recursos los contribuyentes que si los contribuyentes los gastaran por su cuenta.
Es decir, estaríamos en presencia de una política en la cual hay dos genios en el poder y el resto tenemos todos algún retraso mental que no nos permite gastar el fruto de nuestro trabajo de acuerdo las necesidades que consideramos prioritarias satisfacer.
Podríamos definir esta política como la soberbia del ignorante.
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Roberto Cachanosky
Solo puedo agregar que no solamente el campo está en ruinas: la industria también se está fundiendo.
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