Cambia como el tiempo.
Cambia porque es tiempo.
La vida judía se manifiesta de modos diversos.
Se manifiesta diversa, porque lo judío es diverso.
La vida judía es mucho más que sus posibles definiciones conceptuales.
Es cambiante, diversa e ilimitada.
Es vida.
A esta altura -en mi opinión- resulta inadmisible que en el ámbito religioso se siga discriminando a la mujer.
Todos los preceptos y recomendaciones que por milenios intentaron justificar esas acciones han quedado desactualizados, y no reflejan la realidad del mundo hoy.
No tiene sentido mirar hacia atrás, porque lo que sucedió en el pasado es inmodificable.
Quiero decir, el mundo ya cambió, y es una pérdida de tiempo darse vuelta y hacer reproches.
Sobre el punto de vista del judaísmo reformista, voy a resumir una cita con fundamentos bastante extensa -lo siento- que si quieren aunque no es mi deseo pueden saltear:
Tradicionalmente, tres preceptos están reservados a la mujer: hala -ma'asLr, décima parte-, nidá y hadlakat ha nerot -el diezmo sobre el pan, la pureza familiar (las leyes que rigen las relaciones sexuales) y el encendido de las velas de Shabat y las Fiestas.
Si se le permite a la mujer encender las velas, es por que la tradición considera que Eva, la primera mujer, fue la que privó al mundo de su luz al transgredir la prohibición divina de no comer del árbol del bien y del mal.
Las mujeres deben, pues, redimir esta falta cometida por ella...
Si las mujeres no pueden participar en un buen número de mitsvot -preceptos- es a causa de este único texto de la Mishná Kidushin 1,7: 'En cuanto a todo precepto positivo que tiene un tiempo fijado, los varones están obligados a acceptarlos mientras que las mujeres están exentas'.
Estas leyes según las cuales las mujeres están dispensadas, son -por ejemplo- la oración en un tiempo prefijado, la recitación de la Shemá, llevar los tsitsit y los tefilim, por sólo citar algunos.
Se puede señalar que no hay ninguna diferenciación en los Textos, que utilizan el masculino plural para designar a los hijos de Israel, y el plural masculino obviamente incluye a los hombre y mujeres.
La Mɪtsvə aí utiliza el término peturot (exentas).
Esta dispensa a las mujeres ha sido interpretada con frecuencia por la tradición como una prohibición.
Mientras que si nos fijamos en las decisiones de los codificadores, nos daremos cuenta que han sido muchos los que han permitido a las mujeres cumplir con las Mitsvot.
En el Talmud se nos da un ejemplo -Rosh ha Shaná 33a-: 'Mijal, hija del rey Saúl se ponía los tefilin y los Sabios no protestaron'.
Además, en el tratado Menajot 43b podemos leer: 'Todos están obligados a llevar los tsitsit, sacerdotes, israelitas, prosélitos, mujeres y esclavos'.
Rashi, en su Sidur Rashi (Par. 267) escribió: 'El hecho que el Talmud diga que las mujeres están exentas de los preceptos postivos que tienen un tiempo fijado significa simplemente que no tienen la obligación de obedecer pero, si desean asumir la obligación de estas mitsvot, tienen todo el derecho de hacerlo y no se les debe prohibir'.
Maimónides, en su Mɪtsvə Toráh escribió también [Tsitsit 3,9]: 'De la misma que las mujeres están exentas en el cumplimiento de los preceptos positivos, también los pueden cumplir'.
El estatuto tradicional considera a la mujer un poco como un catalizador, y no como una persona legalmente independiente desde el momento en el que ella trabaja para su padre y él es responsable de ella, hasta el momento en el que, por transacción, ella pertenece a su marido. Su rol es, entonces, el de permitir a su marido y a sus hijos varones estudiar.
Pero el Midrash [Sifre Zuta citado en el Yalkut Shemoní, behaloteja 741 final] nos cuenta que Miriam enseñó a las mujeres mientras que Aaron y Moisés enseñaban a los hombres.
En el targum Onquelos -en el versículo 24 del segundo libro de los Reyes- se cuenta que Hulda, una de las siete profetisas mencionadas en el Talmud, había fundado una academia en Jerusalén en la que enseñaba la Ley.
En el segundo siglo, Bruriá, esposa de Rabí Meir, hija de Rabí Hanannia ben Teradion, estudiaba -nos dice el Talmud [Pesajim 62b]- '300 leyes de 300 maestros en un solo día'.
Su opinión es citada como ley y discute de igual a igual con los rabinos.
Las hijas de Tselofrad de la familia de Manasés -Nm 26 y 27- son llamadas en el tratado Baba Batra 119b: 'sabias, exégetas y justas'.
En 1892, La Conferencia Central de Rabinos Americanos (CCAR) decidió que las mujeres son elegibles para los consejos de administración de las sinagogas, que pueden sentarse al lado de los hombres e igualmente dirigir los servicios.
La mejitsá -separación de los hombres y las mujeres en las sinagogas- es suprimida, y los miembros de toda una familia pueden sentarse juntos.
Es conveniente corregir el desequilibrio de esta visión unilateral, denunciar esta injusticia e intentar repararla: abrir las puertas de un mundo que hasta el presente esencialmente ha sido reservado a los hombres, dandole su espacio legítimo a la mujer.
Este desequilibrio es especialmente tangible en el campo de lo público.
La sinagoga como símbolo y lugar de la vida pública judía ha permanecida cerrada a las mujeres.
Han sido relegadas al último banco, o colocadas en un balcón, porque los hombres -incapaces de controlarse- se sentían inquietos por su presencia en la sinagoga.
Hoy en día, esta exclusión se pone más que en duda.
La sinagoga debe ser reorganizada para que los hombres y las mujeres puedan rezar juntos, considerándose cada uno y cada una como seres responsables, tanto frente a los preceptos como a su sexualidad, tanto ante D-os como ante el otro.
Se podría decir que nada en la Halakha prohibe la ordenación de las mujeres, pero sería ser deshonesto, ya que la cuestión nunca se planteó en estos términos.
De forma general, el acceso de la mujer a los roles públicos parece incompatible con la imagen de la mujer judía tradicional.
Citemos el Talmud [Yomá 66b]: 'el lugar de la mujer está en la cocina'.
Pero... ¿Este rol secundario, descrito por la tradición, es el que las mujeres debieron ser, o que fueron en una cierta época, es prohibitivo o en realidad descriptivo?
Con frecuencia, la Halakha ha sido una justificación en los textos de una situación que ya existía.
Hoy en día las mujeres participan en la vida pública. ¿Por qué estos roles públicos estarían limitados al mundo laico?
Se han interpuesto muchas objecciones en cuanto al rol público de la mujer en el judaísmo.
Moisés Maimónides -Jiljut Shoftim 5, 1,5- dice que solo los hombres pueden ser reyes.
A esto se le podría responder que han habido reinas en la historia judía. Salomé Alejandría -Shlomo Tsion ha-malká- fue reina durante el periodo del segundo Templo (76-67 aec) y en el siglo primero, la reina Helena era admirada por su piedad y filantropía.
También se ha citado la Mishná de Rosh haShaná -3,8- TB Rosh haShaná 29a-: 'Todo el que no está sujeto a una obligación no puede librar a la comunidad de su obligación'.
Esta frase implicaría que las mujeres no pueden ser shelíaj tsibur -enviada de la comunidad- para dirigir la oración ya que no tienen la obligación de rezar a una hora fija.
Este argumento ya no tiene fuerza, ya que hoy en día cada uno puede leer las oraciones en el sidur, el sheliaj tsibur no hace nada más que dirigir los oficios sin observar una mitzvá por ningún otro.
Por otra parte, si las mujeres se han impuesto la obligación de orar, pueden servir de substituto para alguien que no sepa cumplir esta Mɪtsvə.
El nombramiento de rabinas testimonia la completa igualdad de los hombres y las mujeres en los roles públicos religiosos.
La mujer tiene la misma obligación que el hombre de participar en los oficios públicos: la costumbre de no incluir a las mujeres en el número necesario de individuos para hacer un oficio público no es nada más que una tradición, y no tiene fundamento religioso.
Formar parte del minyan -maneh- es integrar de una forma plena la comunidad.
Incluir a la mujer en el minyan es decirle que se tiene necesidad de ella para celebrar un oficio público, que su presencia es necesaria y no opcional.
Se convierte en un miembro de la comunidad de pleno derecho ya que en ella reposa una responsabilidad, y puede ser gracias a ella sea posible leer la Toráh, y que se recite Kadish.
En los movimientos progresistas, las mujeres son contadas en el minyan...
Jordi Gendra
Bueno, lo que sigue es lo que esta judía rústica les quiere decir:
Las interpretaciones de las leyes talmúdicas y rabínicas deben -y pueden- modificarse y actualizarse, respetando si quieren -en lo posible- las tradiciones y las costumbres, pero no cerrando los ojos a la realidad.
Las religiones son instituciones públicas, y deberían de una vez por todas dejar de discriminar a la mujer.
Sinceramente -y con una mano en el corazón- no entiendo qué están esperando para hacerlo, porque esas disposiciones resultan sumamente injustas, y no son más que costumbres arcaicas.
Bueno, pienso que están haciendo la peor interpretación posible de lo que significa la Ley de D-os. ...
No hay razón hoy que justifique afirmar que una mujer -por ser mujer- no pueda ser una erudita del Tə'nax, o que no pueda conocer perfectamente la Mishnáh, el Talmud, o incluso el Shulján Aruj.
...
También es hora de repensar la ley del vientre -judío es el hijo de madre judía- que no es más que una interpretación talmúdica, o sea un invento de los Rabinos.
¿Se olvidaron que Rebekah -la matriarca hija de Bethuel, nieta de Nahor (el hermano de Abraham) y hermana de Laban, quien sería después el padre de Rachel y Leah, dos de las esposas de Jacob- no era hebrea?
Porque solamente la familia del padre era considerada familia, y la familia de la madre no, según el Talmud Babilónico.
Y en esa época se aceptaba únicamente la patri-linealidad, con prescindencia de cualquier otra cosa.
Por citar algunos ejemplos, Judá se casó con la hija de un cananeo (Génesis 38. 2), José con la egipcia Asenat (Génesis 46. 20), Moisés tomó por mujer a Séfora, la madianita (Exodo 2. 21) y a una etíope (Números 12), David, a mujeres filisteas, Abigail y Ahinoam (1 Samuel 25, 42 y 43).
Y todas ellas debieron dejar a sus familias y a sus casas paternas, pero nunca su descendencia fue señalada como no israelita.
Y los contados ejemplos de matri-linealidad (1 Crónicas 2, 35) están en relación directa con la matri-localidad, es decir, que el varón no israelita se incorporaba al lugar o al clan de la esposa.
Aunque, en realidad, esta circunstancia terminaba avalando la patri-linealidad, en tanto el esposo reconocía que su nuevo hogar era el del padre de la mujer.
Porque pese a que a muchos no les gusta, la vida fluye más rápido que las formas.
7 comentarios:
Es increíble como las tres religiones abrahamicas, aunque en grados diferentes y en asuntos diferentes, discriminan a la mujer. Un sacerdote de la Santa Sede me dijo que las mujeres, que son lo más puro que tiene la Iglesia, eran discriminadas y lo aceptaban mansamente.
Desde hace un tiempo, la Church of England ordena mujeres y eso le ha traído problemas con Roma y -dicen- ha frenado el movimiento tendiente a la unión de ambas iglesias.
Yo he notado -tal vez sea una impresión mía nada más- que las quejas por la discriminación de la mujer en el mundo católico surgen desde los sectores que están fuera de la Iglesia, y que las mujeres que concurren y participan del culto -que no son pocas- pareciera que están como entregadas y que ni se les cruza la posibilidad de reclamar.
¿Es así?
Bueno, lo mismo veo en el mundo judío en relación con la ley del vientre, porque somos pocas las judías que advertimos que simplemente estamos siendo usadas como reproductoras.
Supongo que las a mujeres que están dentro de la religión no se les ocurre objetar la doctrina y costumbres de la Iglesia. Me parece que no hay feminismo (por llamarlo de alguna manera) en la Iglesia católica.
Raquel,
Hablando de mujeres, me dijeron que esta noche estará Cumbio en Tiene la palabra (TN 22.00 has). La vi con Gelblung y me pareció mucho más "normal" de lo que dicen; parece ser una gordita piola.
¿Cómo no admirarla?
Mientras tanto, en Israel hay periodicos que no tienen problema ni vergúenza en borrar con photoshop a las ministras del gabinete de gobierno.
Papers alter Israel cabinet photo
La publicación de una imagen de una mujer es considerada por muchos judios ultra-ortodoxos como una violación a la modestia femenina.
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