19 de mayo de 2009
Akedat Yiṣḥāq
'Abraham and Isaac', de Rembrandt van Rijn
Uno de los momentos más cruciales de nuestra historia lo encontramos en el capítulo 22 del libro del Génesis.
En éste, Di-s somete a una tremenda prueba a Aḇrāhām, y le ordena sacrificar a su hijo Yiṣḥāq en una montaña que 'Él le mostrará'.
Aḇrāhām obedece, pero en el último minuto, cuando Yiṣḥāq está a punto de ser sacrificado, Di-s retira su petición, y lo bendice.
Este episodio se conoce como la Akedá o como Akedat Yiṣḥāq, 'el ligamiento' o 'el ligamiento de Yiṣḥāq'.
Bueno, este relato -para muchos horroroso- puede ser interpretado de muchas formas.
Aunque para entenderlo bien es preciso prestar atención a ciertos detalles que con frecuencia son omitidos, y que nos traslademos a un contexto histórico donde los sacrificios humanos eran mucho menos frecuentes que ahora.
De todas formas, es curioso que nadie se pregunte que edad tenía Yiṣḥāq en ese momento, y que todos presuman o imaginen -erróneamente- que era un niño.
Bereshit Rabba 56.4- Gen 22.7-8
ויאמר יצחק אל־אברהם אביו ויאמר אבי ויאמר הנני בני ויאמר הנה האש והעצים ואיה השה לעלה: ח ויאמר אברהם אלהים יראה־לו השה לעלה בני וילכו שניהם יחדו:
Y dijo Yiṣḥāq a Aḇrāhām su padre y dijo: 'Padre mío'. Y dijo: 'Aquí estoy hijo mío'. Y dijo: 'He aquí el fuego y la madera, pero ¿dónde está la oveja para el sacrificio?' Y dijo Aḇrāhām: 'Dios verá para sí la oveja para el sacrificio, hijo mío'. Y los dos fueron juntos.
Me gustaría que se imaginen escuchar estas palabras -que fueron dichas cuando Aḇrāhām y Yiṣḥāq subían solos a la montaña- y presten atención a la repetición de los términos 'padre mío' e 'hijo mío'.
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Bueno, para el judaísmo no existe el diablo o el demonio.
Hasatán, Samael, el 'ángel acusador', en la literatura talmúdica y rabínica no es un ente que se opone a Di-s, sino un ángel cuya misión es acusar a la humanidad.
Este ángel se ocupa de mostrar ante Di-s las faltas y las imperfecciones de los humanos para que éstos sean adecuadamente castigados.
En términos psicoanalíticos, Samael es una especie de 'principio de realidad', un equivalente al 'SuperYo' universal.
Para la Kabbalah, Samael no es más que 'la severidad de Di-s'.
La idea de Hasatán como un ángel caído tuvo su origen en movimientos judíos sectarios no farisáicos -no rabínicos- y fue adoptada muy temprano por el Cristianismo y por el Islam desde donde, en la Edad Media, comenzó a incorporarse a sus textos de manera bastante ambigua.
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La iconografía hizo el resto, generalmente representando a Yitzhak como un niño indefenso.
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'Y dijo Yiṣḥāq a su padre Aḇrāhām...'- Vino Samael [el ángel acusador] ante nuestro padre Aḇrāhām y le dijo: '¿Viejo, viejo, perdiste tu corazón? ¿El hijo que se te dió a tus cien años ahora vas a sacrificarlo?' Y [Aḇrāhām] le contestó: 'Justamente por eso lo hago'. Y le dijo [Samael]: 'Si [Di-s] te prueba más que esto, ¿podrás superar la prueba? ¿Si pruebas [decir] una palabra con El, será demasiado?' (Job 4.2)
Y [Aḇrāhām] contestó: 'Incluso más que esto'. Y [Samael] le dijo: '¿Y qué harás si mañana te pide que derrames sangre inocente? Estarás obligado a hacerlo porque derramaste la sangre de tu hijo'. Y [Aḇrāhām] contestó: 'Justamente por eso lo hago'.
Cuando Samael vio que no conseguia nada con sus palabras tornó a Yiṣḥāq y le dijo: 'Hijo de la pobre [Śārāh]... ¡vas a ser sacrificado!' Y [Yiṣḥāq] le contestó: 'Justamente por eso [lo hago]'. Y [Samael] le dijo: 'Y entonces las ricas ropas que ha hecho tu madre serán para Yishmael quien te odia y él heredará tu casa... ¿Por qué no te das cuenta de esto?'
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Y dijo Yiṣḥāq a Aḇrāhām su padre y dijo: 'Padre mío... Padre mío'
Y dijo: 'He aquí el fuego y la madera...'
Y [Aḇrāhām] le dijo a Yiṣḥāq: 'Ya será castigado este hombre [Samael] y será reducido. En todo caso, Di-s verá para El la oveja hijo mío, y si no, tú serás la oveja para el sacrificio.
'Y fueron los dos juntos...'
Uno a ligar y el otro a ser ligado, uno va a sacrificar y el otro va a ser sacrificado.
Van 'juntos' porque están de acuerdo con lo que van a hacer.
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En el momento que Aḇrāhām estaba atando a Yiṣḥāq su hijo, él [Yiṣḥāq] dijo: 'Padre, soy jóven y temo que mi cuerpo se estremezca por el miedo al cuchillo y te cause gran pena, porque el sacrificio será descalificado y no será aceptable. Por eso, átame muy bien'.
Porque para la Ley judía -Halakha- un sacrificio -tanto aquellos destinados al Templo como al consumo humano- debía de ser hecho con un solo corte limpio, sin interrupciones y sin ninguna imperfección.
Y Yiṣḥāq temía que el estremecimiento involuntario de su cuerpo descalificara el sacrificio si su padre hacía un corte imperfecto.
Inmediatamente leemos: 'Y ató a Yiṣḥāq'.
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El midrash conecta este pasaje de la Akedát con el siguiente -la muerte de Śārāh- y los presenta como eventos sucesivos.
La muerte de Śārāh fue consecuencia directa de la Akedá, porque cuando ella supo que Aḇrāhām iría a sacrificar a su único hijo, murió de pena.
Bueno, Śārāh tenía noventa años cuando engendró a Yiṣḥāq y ciento veintiseis cuando murió.
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Por lo tanto, en el momento de la Akedá, Yiṣḥāq no era un niño -como lo representan el imaginario colectivo y la mayoría de los religiosos cristianos- sino un adulto responsable de sus actos, un hombre que ofreció su vida para obedecer a Di-s.
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¿Podía acaso un anciano atar a un hombre de treinta y seis años sin su consentimiento?
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El miedo de Yiṣḥāq no era a la muerte, sino a sí mismo.
Yiṣḥāq no fue llevado bajo engaños hacia Moriàh.
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Y el episodio del sacrificio frustado es totalmente simbólico, porque marca un antes y un después en la historia de la humanidad, al dejar definitivamente atrás las costumbres de los antiguos cultos cananeos.
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Para los cristianos la historia el sacrificio de Yiṣḥāq se representa en paralelo con la muerte de Cristo.
Porque la base del cristianismo es la presentación neotestamentaria de 'Di-s el Padre' ofreciendo gustoso a su 'Hijo' amado como una víctima por la redención de la humanidad.
Así, el hijo único ha sido entregado a la muerte por su padre que le ama.
Como Yiṣḥāq tomó sobre sus espaldas la leña, así Cristo cargó con el madero de la cruz; y así como Yiṣḥāq se dejó atar voluntariamente, Cristo -el Cordero de Dios- fue sacrificado porque él mismo lo permitió.
En Təˈnax Di-s salvó a Yiṣḥāq del sacrificio, pero -en la versión cristiana- no perdonó a su propio Hijo.
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Agamenón -el rey de Micenas- sacrificó a su hija primogénita Ifigenia, por su ambición de conquistar Troya y para aplacar la cólera de la diosa Artemis.
La hija le reclamó su traición pero él no la escuchó.
Diez años después, su madre Clitemnestra vengó la muerte de su hija, asesinándolo.
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La contradicción se universaliza cada vez que un país manda a sus hijos a la guerra.
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Bueno, este tema se viene estudiando desde hace unos cuatro mil años, y es extraordinariamente complicado, así que es posible que vuelva a analizarlo en otro post.
Gracias por leerme.
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5 comentarios:
Esa es una historia que siempre me llamó la atención, interpretada "literalmente" y ya con los "ajustes culturales" incluidos, me fue entre chocante e incomprensible.
Podrás elaborar, siguiendo con ésto: "marca un antes y un después en la historia de la humanidad, al dejar definitivamente atrás las costumbres de los antiguos cultos cananeos"...?
Con todo el merecido respeto, la visión de un ateo es:
"Viejo fanático con un brote esquizofrénico oye voces que lo mandan a sacrificar a su hijo (también tan fanático como crédulo), y su subconciente lo detiene inventando otra voz más antes de mandarse un cagadón."
Es un poco aplicar la navaja de Ockham: un tema que "se viene estudiando desde hace unos cuatro mil años, y es extraordinariamente complicado", pasa a reducirse a una miseria tan simple como estremecedora si lo explicamos en términos humanos en vez de divinos.
Nunca como ahora fue tan peligroso ser un creyente fervoroso. Imaginate a un Ahmadinejad con poder nuclear, y de pronto escuchando voces "de un ángel de Alá" de reventar Israel a bombazos. ¿Cuál es la diferencia? El fanatismo homicida es el mismo. Pasa por una cuestión de escala solamente.
Un beso,
JL
Ah, a mí también me quedó la duda de lo que te preguntó Klausbert, lo de los Cananeos. Un poco de luz al respecto vendría bien :).
JL
Gracias a vos, Raquel, por el post que, como otras historias bíblicas que traes al blog, nos hace meditar en tantas cosas...
Con todo respeto, creo que el señor del desierto es un psicópata y un cabrón. En 10 páginas crea dos seres curiosos sólo para castigarlos por seguir su naturaleza -que él mismo les dió- así como les manda un diluvio a sus descendientes porque no estaba contento con su propia creación. Ni hablar de la historia de Abraham e Isaac que mencionás y otros muchos etcéteras.
Si no es así y si realmente existe ese señor, me pasarán ¡y para siempre! dos cosas, me condenará al averno o -si me perdona- me enviará al cielo con gente aburrida -que es lo mismo-.
Para eso prefiero la Mitología Griega contada por Manu Sanchez.
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