19 de junio de 2009

Blasphemy


La blasfemia es un concepto extraño.
De acuerdo con mi diccionario se refiere al 'acto o la ofensa de hablar de forma sacrílega sobre Dios o las cosas sagradas'.
Según esta definición, todos los creyentes religiosos incurren constantemente en blasfemia hacia todos los dioses en los que no creen.
Podría pensarse que esta simple observación pone término a cualquier cháchara estúpida acerca de legislar la blasfemia, pero estaríamos en un error espectacular.
Las leyes contra la blasfemia no se encuentran sólo en los lugares obvios, Irán, Pakistán, Arabia Saudi y otras naciones igualmente poco ilustradas, sino también en la mayor parte de los países europeos, Canadá, y varios estados de EE.UU.
Para añadir ironía a la tragedia, por supuesto, Arabia Saudi -ese faro de tolerancia- ha montado recientemente una campaña en las Naciones Unidas para aprobar una resolución anti-blasfemia, patrocinada (¡sorpresa, sorpresa!) por los 56 países miembros de la Organización para la Conferencia Islámica.
En Arabia Saudí, por situarnos en el más obvio motor tras este esfuerzo, no se podría celebrar una conferencia interreligiosa sobre blasfemia religiosa, dado que no se permitiría que los judíos, los cristianos, e incluso los representantes no saudíes del Islam permanecieran en el país si profesaran abiertamente sus credos respectivos.
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Una sociedad abierta sólo puede prosperar siendo eso: abierta.
Comprendo que esto no sienta bien en las naciones teocráticas como Arabia Saudí, pero realmente hay que ser un descerebrado para no verlo en las democracias occidentales.
Y este principio debe aplicarse también al discurso no-religioso: Canadá y varios países europeos, por ejemplo, poseen leyes contra la incitación al odio que convierte en ilegal (por ejemplo en Alemania) la negación de hechos históricos como el Holocausto.
Negar el holocausto es estúpido, fanático e ignorante.
Pero esto debería combatirse con la educación y el pensamiento crítico.
Lo que necesitan ser protegidos no son los discursos que incitan al odio, por supuesto, sino las acciones de odio: quemar iglesias, asesinar a médicos abortistas o atacar las embajadas de los países cuyos ciudadanos publican viñetas satíricas debe ser condenado fuertemente y perseguirse mediante la ley.
Sólo hay una excepción razonable a la protección ilimitada del discurso: cuando alguien incita directamente a los crímenes de odio.
Pero en este punto las religiones tienen un historial realmente malo.

Humanismo Secular

Bueno, se sabe que algunos de los juicios más famosos de la historia -Sócrates, Galileo, Spinoza, y el propio Jesucristo- giraron alrededor de esta misma acusación.
Parece que cuando se habla de blasfemia, se habla del poder.
Pero para mí el tema es más confuso aún, porque estoy convencida que siempre debemos esforzarnos por respetar las creencias de los demás, y ser prudentes.
Y no se bien si el intolerante es el que ofende, o el que se ofende, o ambos.
En definitiva, pienso que incitar al odio es malo, pero a veces la situación no es muy clara o específica y se producen malentendidos.
El concepto de blasfemia es diferente según las culturas, y generalizar -como siempre- es peligroso.
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2 comentarios:

Cogito Argentum dijo...

Tiller hacie abortos en fetos de hasta 37 semanas. Bien muerto esta.

Cogito Argentum dijo...

hacia