28 de junio de 2009

With all due respect


Ocaña siempre se resistió a ser una ministra de Salud como Dios manda, es decir, a fijar políticas y estrategias sanitarias en un país cada vez más carente de los deberes esenciales del Estado.
Kirchner pierde el tiempo lucubrando una economía nacional manejada por Julio De Vido y Guillermo Moreno, imaginando cómo les hurgará mejor el bolsillo a los empresarios, o convencido de que los argentinos son felices volando en aviones del Estado.
Lo cierto es que, al fin y al cabo, los argentinos se mueren por falta de hospitales, de médicos y de decisiones.
Algo raro sucede en un país que pasó de ser uno de los territorios del mundo menos afectados por la gripe porcina a estar en el tercer lugar entre las naciones más dañadas por la epidemia.
Algún sistema de defensas falló.
Alguna obligación política no fue cumplida.
¿Por qué, si no, la Argentina sufriría proporcionalmente más muertes que México, donde la epidemia apareció por primera vez?
México tiene el atenuante de que no sabía que estaba en el medio de una nueva peste.
De hecho, el país azteca logró controlar la epidemia cuando se puso a trabajar sobre ella.
Chile tiene más infectados, pero muchos menos muertos que la Argentina.
Brasil, con una geografía más extensa que la Argentina y con un mapa poblacional más grande y complicado que el nuestro, tiene una cifra mínima de afectados por la gripe porcina.
Eso llevó al gobierno de Lula a aconsejarles a los brasileños que no hagan turismo en la Argentina.
Kirchner se estremeció de furia en Olivos.
Pero, ¿qué le podía reprochar él a Lula, que sólo dio un consejo, cuando el propio Kirchner ordenó en su momento cancelar todos los vuelos a México?
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Según un informe del Consejo Federal de Salud, que agrupa a las provincias y a la Nación, la gripe común afectó en 2007 a un millón de argentinos.
Cien mil fueron internados y 18.500 murieron.
La cifra nunca se conoció oficialmente en aquel año también electoral.
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La Nación

No sé si estoy violando la veda electoral, pero debo decir que estoy convencida que un gobierno serio y responsable debería haber abandonado su alocada propuesta de adelantamiento de los comicios para dedicarse de lleno -y con todos los recursos disponibles- a implementar políticas directas tendientes a evitar el contagio.
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