2 de julio de 2009

I mustn't stop paying my taxes


Pese al descenso del precio del combustible respecto a 1 año atrás -la nafta JP1 es un costo esencial en el presupuesto de Aerolíneas Argentinas/Austral Líneas Aéreas- el Estado Nacional aportó el equivalente a US$ 50 millones -solamente en junio- a su ineficiente servicio aerocomercial.
Antes que Cristina de Kirchner realice algunas de sus kirchnereadas en Aritmética, aqui va la aclaración: ese monto no incluye la contratación de los 2 nuevos aviones, que también paga el Tesoro Nacional, pero se imputan a otras partidas de gastos.
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¿Cuál es el negocio del Estado Nacional de aportar US$ 50 millones por mes a un servicio aerocomercial?
Que lo expliquen Fernando Solanas, Eduardo Macaluse, Claudio Lozano, Oscar Aguad, Carlos Kunkel y otros defensores de la estatización de la compañía.

U24

Aprovechando que nadie está visitando el blog les cuento que recién vuelvo de pagar los impuestos, así que no les costará mucho comprender que mi actual estado de ánimo no me ayuda mucho a la hora de comentar objetivamente la noticia, pero igual lo intentaré.
Para el imaginario colectivo de estas tierras de promisión, privatizar Aerolíneas obviamente es de 'derecha', y estatizarla de 'ízquierda'.
Entonces, la opción 'progresista' no es otra que introducirla de cabeza en ese enorme agujero negro que es el Estado, y así todos contentos.
Pero en realidad -como en todas las cosas- se trata de dinero, así que pasados los festejos y las grotescas algarabías hay que empezar a pagar.
Bueno, Aerolíneas Argentinas -como mínimo- tiene un déficit operativo de 1,5 millones de dólares diarios.
La subsistencia de empresas estatales perdidosas sólo se explica por la existencia de fabulosos subsidios manejados por burócratas, que las convierten en usinas de distorsiones, clientelismo y movimientos de fondos que tienen invariablemente un destino absurdo.
Estos beneficios implican una brutal e injusta transferencia de recursos, que siempre les son extraídos a los sectores pobres y necesitados, y otorgados graciosamente a los más pudientes.
Significa -en definitiva- que todos pagamos por algo, que finalmente unos pocos reciben prácticamente gratis.
Si yo tengo una empresa deficitaria voy derechita a la quiebra, pero si el estado me garantiza que todos los meses cubrirá el quebranto sigo contenta con mi experimento, viviendo a expensas de los demás.
Es absolutamente falso que el déficit de Aerolíneas sea algo transitorio: todo el mundo sabe que no solo permanecerá, sino que inevitablente se incrementará.
El resultado final de este tipo de políticas no es otro que aumentar la pobreza, o sea exactamente lo contrario a lo que permanentemente declaman los que las propician.
Pero no es que esa gente lo ignore, sino que son unos vulgares mentirosos que esconden su indecencia detrás de discursos ideologizados y consignas pegadizas.
Ellos descuentan que no tenemos escapatoria, y que mansamente financiaremos sus genialidades pagando los impuestos.
No me quiero dispersar, pero estuve viendo que el anciano Solanas está agitando nuevamente las banderas de lo conveniente que sería para los argentinos dejar de pagar la deuda externa, prohibir la circulación de moneda extranjera, y otras lindezas de similar calibre.
El electorado porteño -que se supone es el más iluminado del país- lo apoya con entusiasmo, y no me extrañaría nada -si no se muere antes- que el geronte termine siendo gobierno en la ciudad.
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Parece algo natural en un país donde los tamberos necesitan producir 4 litros de leche para comprar 1 litro de agua.
Obvio, esta triste realidad no forma parte del 'relato' que se escucha en los cenáculos progresistas, donde con total ligereza se admite alegremente que la mejor manera de 'defender la mesa de los argentinos' es destruyendo impiadosamente la lechería y la ganadería, y saliendo -como si fuésemos esquimales- a importar trigo pan.
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2 comentarios:

perogruyo dijo...

Raquel
¡Estás caliente!
jose.

Luis N dijo...

Excelente artículo, Raquel.