6 de julio de 2009

To draw conclusions


Hace casi justo un mes, durante su Asamblea General en suelo hondureño, y por insistencia de Zelaya Rosales, la OEA decidió abrirle los brazos nuevamente a Cuba, a quien había expulsado de su seno en 1962, por considerar al régimen de Castro antidemocrático y comunista.
Treinta días después, esta vez en Washington D.C., y nuevamente a instancias del mismo Zelaya Rosales, Honduras es expulsada de la organización.
Es decir que en el lapso de un mes, una dictadura de 50 años de antigüedad es bienvenida al sistema interamericano, por una parte, y por otra, es rechazada una democracia de 27 años de existencia, a raíz de una crisis política interna, que la OEA califica como violación a la Carta Democrática Interamericana, sin preguntarle nada a nadie más que a Zelaya Rosales.
Hay dos paradojas monumentales en la forma en que la OEA ha abordado en 30 días los dos casos mencionados.
En el caso de la isla caribeña, la OEA tomó la decisión de permitirle su reingreso contra la voluntad e interés del mismo gobierno castrista.
Mientras la OEA sesionaba en San Pedro Sula y debatía hasta altas horas de la noche a favor del regreso de Cuba, Fidel Castro catalogaba esta organización de 'cadáver pestilente' y reiteró que su país no deseaba regresar a ella.
En el caso de Honduras, presidentes con antecedentes antidemocráticos, como el caso de Chávez, Morales y Correa, señalan con dedo acusador a Honduras y se rasgan las vestiduras en su papel de defensores de la 'democracia' en todo el continente, y de nuevo, sin escuchar a todas las partes involucradas, la OEA decide expulsar unánimemente de su seno a un Estado, que ya había dicho que no deseaba seguir allí adentro.

La Honduras Posible

Bueno, parece un chiste, pero curiosamente el empresariado venezolano en su conjunto pidió hoy formalmente a la OEA que envíe una comisión a Venezuela para que 'verifique' la falta de democracia que existe en el país.
'Es urgente que la OEA entienda que lo que estamos viviendo son violaciones a la Constitución, atropellos continuos a la libertad, a la propiedad privada, a la libre iniciativa', porque 'democracia no es solo tener un presidente electo sino respeto a la soberanía popular, independencia de poderes, pluralidad y diálogo', dijeron.
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Pero Insulza y sus socios -náufragos en las malolientes ciénagas del chavismo y del comunismo castrista- mirarán para otro lado, no dirán nada, y todo el mundo sabe que esa iniciativa no prosperará.
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Lo que la OEA -y la patética incombustible infame que supimos conseguir- parecen hoy ignorar es que para valorar si en un país existe o no democracia no es suficiente ver cómo fue electo su Presidente.
Porque los sistemas democráticos comprenden muchísimo más que eso, y hoy en día lo predominante es que debe existir plena independencia y separación de los poderes, y que se respete la Constitución.
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