Un Zelaya maniatado, empiezan a pensar algunos, es mucho mejor que otro desquiciado que, desde la Embajada del Brasil, puede asaltar las instituciones; e imponernos una Asamblea Constituyente una mañana de estas en que nos despierte el eficiente Esdras Amado López, con la noticia de tan infausto acontecimiento.
A cambio de tal albur, el Acuerdo de San José nos proporcionaría una presidencia inofensiva, con un Consejo de Ministros integrado por personas calificadas escogidas por cada uno de los partidos y los grupos que han participado en la lucha en contra de Zelaya, con la exclusión de cualquiera de los ex ministros que acompañaron al ex terrateniente olanchano.
Y si el Congreso Nacional se apura a disminuir los recursos que hasta ahora ha gozado a manos llenas el gobernante, tendríamos un Presidente que estaría encargado de los asuntos ceremoniales, de proteger el sistema electoral y de garantizar la reparación de los daños inferidos a Honduras por el comportamiento desmedido de los ex ministros del gobierno cesado legalmente el 28 de junio recién pasado.
El riesgo de Zelaya, convertido en animador de chusmas, llamadas a tomarse el Congreso Nacional para convertirlo por medio de la fuerza en una Asamblea Constituyente, puede ser neutralizado por una comisión de verificación integrada por dos hondureños y un miembro de la comunidad internacional, sin derecho a veto.
Y asegurado por las Fuerzas Armadas que, de conformidad con la Constitución, en este caso como en junio pasado, les autorizan para sacar al violador de la ley, del pelo de la Presidencia de la República, incluso.
Desnudo o con pijama.
La comunidad internacional no quiere dejarnos libres.
Nos tiene cercados.
Negociar con ellos –no con Zelaya que cumple un papel de títere– es mucho mejor para salvar lo que hemos logrado hasta ahora.
Creer que podemos negociar en forma directa con Zelaya, es un error.
Además de no ser confiable, ha perdido la titularidad del circo, cuya propiedad siguen disputándose Chávez y Lula.
Duro de tomar y digerir?
Claro que sí.
Pero... ¿Hay de otra salida?
...
La Honduras Posible
Bueno, nadie mejor que los propios hondureños para hacer esas evaluaciones, ya que desde afuera es muy fácil opinar.
Como quiera que sea, les cuento que la idea no me gusta en lo más mínimo, y me parece que si los hondureños hacen eso será otro error del que se arrepentirán toda la vida.
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