Recuerdo que una vez algún empresario me palmeó la espalda y me dijo que siguiera así porque era muy valiente lo mío, mientras se quejaba de las regulaciones a las que los sometía el gobierno. Le pregunté por qué ellos no salían a denunciar las regulaciones que los perjudicaban. La respuesta fue que no podían porque tenían que cuidar la empresa y la gente que trabajaba en ella. Bien, ¿cuánto valdrá hoy esa empresa y a cuántos empleados habrán despedido por falta de negocios? Cerrar la boca cuando uno es atropellado por el Estado, finalmente es muy mal negocio.
Roberto Cachanosky
13 de octubre de 2009
Costo hundido
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1 comentario:
Ser el primero en abrirla tambien.
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