1 de octubre de 2009

La Ley de Medios, y yo

Dejando de lado el análisis de si se aprueba o no la nueva Ley de Medios, hay unos aspectos que creo que hasta ahora no se han tenido en cuenta en la tierra de promisión.
Me estoy refiriendo al mejor del peor de los escenarios: el que sigue si se aprueba el último engendro de los Kirchner.
De darse ese extremo, no cuesta mucho imaginar que la maquinaria judicial de Clarín está desde hace bastante calentando los motores, y todo el mundo sabe que el multimedio tiene con qué hacerlo, y de sobra.
Teniendo en cuenta solamente uno de los ítems más conflictivos [la entrega de las licencias en el plazo de un año], el tema abre un espacio muy amplio en el debate sobre los 'derechos adquiridos', que si bien en el universo administrativo de ninguna manera son absolutos -por la sencilla razón que media el interés público- no dejan de existir como tales, en tanto y en cuanto la contraparte cumpla con las obligaciones impuestas.
El contencioso -obviamente con una previa medida de no innovar, o sea una precautoria que asegure que no se cambie la situación de hecho o de derecho, impidiendo que pueda perjudicarse a una de las partes de una relación jurídica modificando los bienes o los derechos que los litigantes tienen sobre ellos- es lo bastante complejo y trascendente como para que se pueda resolver fácil y rápidamente la cuestión de fondo.
Desde ya, no es descabellado imaginar que dilucidar y sentenciar en una acción de esa naturaleza -máxime si es impulsada por Clarín- puede demandar sin mucha dificultad unos cuatro o cinco años como mínimo.
Podrán decirme que el PEN maneja la Justicia, lo que es cierto, pero en un asunto así puedo asegurarles que no es tan fácil, porque una cosa es establecer una tarifa para boludeos domésticos y otra muy distinta que los jueces quieran inmolarse de por vida.
En definitiva, el caso irá a los Supremos, y cuando digo eso me estoy refiriendo no a la actual sino a la próxima Corte.
Pero tampoco terminará ahí, porque los recursos del litigante son tan grandes -en la práctica se podría decir que son ilimitados- que no hay que descartar una o más instancias supranacionales.
Teniendo en cuenta estos elementos, y también que es obvio el hecho que Clarín objetará solamente los artículos que no le convienen pero jamás los que lo favorecen (léase prohibición a las telefónicas a participar en el negocio), no es alocado pensar que los que efectivamente de inmediato se joderán serán los chicos -el hilo se corta por lo más delgado, etc- que no cuentan ni remotamente con los recursos humanos y/o materiales para llevar adelante esa cruzada.
No quiero que nadie me malinterprete, e imagine que yo estoy de acuerdo con el mamarracho jurídico que propone la botóxica descerebrada infame y el despreciable torpe y grotesco mandamás de su cónyugue.
Lo que quiero señalar es que los efectos deletéreos de esa ley totalitaria -si termina aprobándose- afectará a muchos otros antes que a Clarín, y es muy posible que esas pequeñas empresas periodísticas o de cable -o de lo que sea- irremediablemente queden en el camino.
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Tal vez esa sea la verdadera intención del gobierno, y nada más.
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Los recursos de Clarín son demasiado grandes como para boludear, y no podemos dejar de pensar que el multimedio -si quisiera- mañana mismo podría estar mostrando -un ejemplo de entre miles- una filmación con cámara oculta donde aparecen unos mecánicos de Aerolíneas Argentinas confesando que no les proporcionan los respuestos necesarios y que el avión tendrá que salir 'atado con alambre'.
Y lo peor de todo será que si investigan resultará que es absolutamente cierto.
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Como una nunca sabe lo que realmente se está cocinando, hasta es posible que todo este conventillo de cuarta -del que me siento solamente una espectadora- responda solamente la intención del gobierno de establecer un nuevo standar en la permanente 'mesa de negociaciones' que mantiene y obligadamente mantendrá con los que realmente manejan el negocio de la opinión publicada.
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Desde ya creo que la Ley de Medios es un mamarracho amorfo, y que incluya un artículo que establezca que 'no se pueden alegar derechos adquiridos' lo único que hace -en el fondo- es reconocerlos y legitimarlos.
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No podemos olvidarnos tampoco del 'efecto distracción' que de una forma u otra siempre es un alivio para una desastrosa administración que parece que recién se dio cuenta que cortar las calles o los accesos es malo.
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Después de todo, no dejo de tener presente que gracias a Clarín Kirchner fue presidente, y que la descerebrada infame también disfrutó mucho tiempo de sus caricias, así que en definitiva no tengo ni la menor idea por qué el gobierno se enojó tanto.
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Glup!
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2 comentarios:

Klaus Pieslinger dijo...

Hum, bien pensado... además no sería raro que hayan preparado una yunta de potenciales testaferros -amén de las ONGs que ya están en la nómina- para ir copando a las pequeñas empresas que vayan cayendo...

Beto dijo...

Como dice Raquel, de cualquier lado de donde se lo mire, los que pierden son los chicos y sobre todo las voces independientes.

Clarin puede tener recursos pero le esta faltando una cosa, que es credibilidad.

Lo de las tres tapas que voltean a un presidente ya no corre. La gente no les cree mas nada.

Una buena nota sobre el tema la hizo Fontevecchia en el ultimo Perfil.

http://www.perfil.com/contenidos/2009/09/25/noticia_0042.html