El malestar de la cultura

Es muy cierto que si un padre de familia descubre que su hijo adolescente se llevó a dormir una chica al dormitorio, no dirá nada y hasta se sentirá orgulloso.
Y también que si lo mismo sucede a la inversa, romperá todo a las patadas convencido que su hija es una puta.
Obviamente, una reacción similar o peor puede esperarse si encuentra a su querido hijito varón con otro vago compartiendo la cama.
Si por ventura llega a encontrar a su hija acostada con otra chica, sentirá alivio al obligarse cándidamente a pensar que 'son muy amigas', pero eso no impedirá que haga una rápida evaluación de las curvas existentes (de la amiga de la hija, por supuesto).
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La única diferencia entre las situaciones planteadas es 'la elección del objeto', pero ¡vamos! parece que no es tan simple la cosa.
Lo cierto es que en el primer caso está en juego su propia virilidad, imaginariamente tan poderosa que hasta cree que es hereditaria.
En el segundo, los celos, y a otra cosa.
En el tercero, la situación es un poquito más compleja, pero lo más probable es que bajo la indignación furibunda se esconda un patético ¡él se animó y yo no! que representa algo muy parecido a la envidia.
En el cuarto caso, el relato esconde pulsiones demasiado ocultas como para revelarlas abiertamente en un post.
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Desde ya, todo el mundo está al tanto que las relaciones y los afectos humanos son procesos muy complejos, y que el inconsciente dibuja y disfraza las verdaderas sensaciones haciéndolas potables y armoniosas con la cultura dominante.
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También es cierto que toda interpretación fuera de sesión es una agresión.
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No tengo ni idea por qué hice este post, pero la sexualidad es lo más interesante de la política.
¿O no?
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