28 de noviembre de 2009

Pacto subterráneo


La diferencia de fondo entre Kirchner y Duhalde, en cambio, se disipa a la hora de los procedimientos, más bien se unen: es que ambos ignoran ciertos temas para agredir o defenderse y comulgan en hablar sólo desde el atril, escapando por ejemplo, a cualquier reportaje televisivo (Duhalde, por consejo de expertos, uno de los cuales estuvo afincado en Clarín; Kirchner por propia iniciativa, desconociendo quizás hasta su capacidad de seducción, seguramente por aborrecer a todo aquel que le pregunte con una lapicera).
Como ambos no son favorecidos por el amor público de los números, deben aplicarse a un mismo método de apariciones programadas con discursos estudiados, sin aventurarse a interrogantes o tropiezos.
Medrosa actitud.
Así -creen– podrán obtener más adhesiones.
Al revés de los que figuran en los planos bajos, quienes se vuelven lenguaraces, hablan en cuanto lugar les ofrecen o se invitan, arriesgándose en cualquier terreno para cosechar futuros adeptos –hasta José Pampuro ahora ofrece entrevistas, no vaya a ser que peligre su rol sucesorio en el Senado, mostrándose como un kirchnerista no tan cerril– y, por supuesto, guardan un obvio silencio de hospital (ni atril, ni entrevista, apenas alguna declaración o comunicado) aquellos que la fortuna popular hoy los consagra como adelantados en la pugna electoral: Reutemann y Cobos.
Quienes tienen más para perder que ganar no hablan.
Los que tienen todo perdido hablan hasta por los codos, y quienes alimentan salir del congelamiento lo hacen por partes.
Tristeza de fin de año.


U24

Parece obvio que Duhalde y Kirchner tienen un acuerdo, y que hasta ahora lo cumplen a rajatabla.
Uno ataca ocasionalmente con munición liviana, y el otro guarda silencio.
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