9 de noviembre de 2009

Yāsir 'Arafāt, el envenenado que no fue


El 11 de noviembre de 2004 supo morir en Francia Yāsir 'Arafāt, un brutal asesino terrorista y ladrón que recibió -tal vez por esas notables cualidades- el Premio Nobel de la Paz y el Premio de la Concordia del Príncipe de Asturias.
A su deceso, muchos periodistas y activistas árabes palestinos instalaron en el imaginario colectivo la siniestra idea que había sido envenenado por agentes del Mossad.
Circularon también las teorías de otras causas bastante menos dignas, como el Sida, o incluso la cirrosis alcohólica.
Lo cierto es que cuando enfermó lo llevaron a un hospital militar en Francia, donde fue atendido hasta su fin inevitable.
No costó mucho advertir que 'la causa de muerte' de 'Arafāt tenía una alta implicancia política, así que no era cosa de manejar el asunto a la ligera.
Su esposa Souha se negó siempre a facilitar el expediente médico, así que nadie pudo tener acceso a esa información elemental que hubiera aclarado rápidamente el misterio.
El gobierno francés, por su parte, declaró que legalmente estaba imposibilitado de violar el secreto impuesto por la cónyuge, pero aclaró que no existió ningún tipo de 'envenenamiento', porque de haber sido así de oficio se habría iniciado un expediente judicial.
En concreto, el envenenamiento fue totalmente descartado, y la verdadera causa de la muerte permaneció desde entonces en el mayor de los misterios.
Aprovechando esa nebulosa, la idea que los agentes israelíes lo habían envenenado quedó flotando como algo no admitido pero muy posible.
En la víspera del aniversario de la muerte de su líder, su sobrino Nasser Al-Kidwa ahora vuelve con el tema, y aunque confiesa que no tiene ninguna prueba que haya sido envenenado, expresa que en cualquier momento podría llegar a tenerla porque tiene el sentimiento y la convicción que fue de esa manera, (?!) así que parece que es cuestión de seguir esperando y nada más.
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Lo cierto es que fue su propia mujer la que no facilitó la historia clínica, y que si habría tenido una prueba -aunque sea mínima- de un envenenamiento o algo intencional, todo el mundo se habría enterado en seguida, máxime teniendo en cuenta que Israel estaba bajo sospecha.
Por consiguiente, es obvio que el motivo de la muerte del mandamás de los terroristas lo ocultaron ellos mismos por la única razón que hacerlo público no le convenía a la causa árabe palestina, y a otra cosa mariposa.
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Sólo por curiosidad, me gustaría saber quienes se quedaron finalmente con los mil millones de dólares que el sátrapa tenía depositados en Cayman Islands.

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