6 de diciembre de 2009

Retazos de un blog


Mientras Cuba dependía de la tubería rusa -por donde incesante fluía el petróleo- del bloqueo apenas se hablaba.
Durante la etapa de la Guerra Fría, la desaparecida URSS nos sostenía con 4 mil millones de rublos al año.
La ayuda soviética permitió a Castro mantener el amplio sistema de salud, educación, cultura y deportes a lo largo de todo el país.
Pero también fue una etapa donde se dilapidaron recursos.
Un sinnúmero de planes e ideas descabelladas o irrealizables se pusieron en marcha.
Fueron años de derroche, subvencionando guerrillas en medio mundo.
La larga participación cubana en la guerra de Angola costó miles de millones de dólares.
Acerca de esta etapa se calla y no se ofrecen cifras de los colosales gastos.
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El embargo no es culpable del deterioro en hospitales y policlínicos, ni de la falta de higiene, mobiliario y enseres mínimos en una consulta médica o en un cuarto hospitalario.
Cuando alguien tiene que ingresar para ser operado, debe llevar toallas, sábanas, cubos de agua y hasta bombillos para los baños, habitualmente oscuros.
Y disponer de algunos recursos, como Leandro, 48, diabético crónico, quien hace regalos a su doctora para que lo atienda con rigor.
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Al embargo no se le puede culpar del robo descarado en hospitales y otras instalaciones sanitarias.
'Se roba de todo, desde algodón hasta termómetros', dice una empleada de un importante hospital habanero.
Porque todo es vendible en el mercado negro.
Y a esta clase de robo se une el de los ladronzuelos que recorren las habitaciones y se llevan lo mismo un calzoncillo que un ventilador, aprovechando que los enfermos duermen y sus acompañantes están rendidos tras varias noches de tensión.
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El robo es también habitual en farmacias.
En La Habana existen 376 y difícilmente hay una donde sus empleados no extraigan medicamentos -a veces de mutuo acuerdo con sus jefes- para venderlos a sobreprecio.
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El envejecimiento acelerado de la sociedad cubana es producto de las difíciles situaciones económicas durante décadas, lo que ha provocado que las parejas lo piensen dos veces antes de tener un hijo.
También ha influido la falta de un futuro claro y la realidad de habitar numerosas personas en una misma vivienda.
Cuando se deciden a tener descendencia, por lo general tienen uno o a lo sumo dos hijos.
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El 60 por ciento de la población cubana actual nació bajo el emblema de la revolución.
Y durante 50 años de actos y discursos se les ha hecho creer que salud y educación gratuitas son sinónimo de libertad y democracia.
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Los ciudadanos cubanos nacen ya con el signo de la libreta de racionamiento -implantada en marzo de 1962- y rodeados de limitaciones y estrechez material.
En tiempos de internet y globalización, en Cuba sigue faltando comida, ropa, zapatos, viviendas y libertades.
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Trasladarse de un lugar a otro en la ciudad puede demorar varias horas por la falta de transporte urbano.
El salario promedio de 200 pesos se diluye como agua entre las manos cuando se va al agromercado, donde los precios de frutas y vegetales suelen estar por las nubes.
Para el cubano es una odisea -o un acto de prestidigitación- desayunar, almorzar y cenar.
Sólo una minoría puede dares el lujo de no pensar qué va a poner a su familia en la mesa al día siguiente.
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Ciertamente, cada año el gobierno puede enorgullecerse del cumplimiento de una nueva meta en dos esferas vitales para cualquier sociedad, sean más médicos o más maestros, más hospitales y escuelas reparadas.
Pero también es muy cierto que dentro del círculo vicioso -y desquiciante- en que se ha convertido comer, vestirse, bañarse e intentar tener una casa limpia, se le va la mayor parte del tiempo -y del dinero- al cubano común, por lo regular ajeno a la metralla diaria de doctrina política salida de la radio y la televisión.
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El bombardeo noticioso no afecta demasiado a los cubanos, quienes sin perder su sonrisa roban cuanto pueden en sus centros de trabajo y son bastante indiferentes a la situación interna: a casi nadie le importa la suerte de los presos políticos existentes en la isla, y entre los cuales se encuentran varios médicos, como el doctor Oscar Elías Biscet.
Tampoco al cubano de a pie las palabras libertad y derechos humanos le dicen demasiado.
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Un empleado de una tienda recaudadora de divisas, manifestó que en los radios ahora ofertados, no se puede coger la onda corta, sólo AM y FM.
Una vendedora de maní preguntada al respecto, declaró que no sabe si eso es cierto pues ella no tiene acceso al dólar, pero sí que llevó su viejo VEF-206, de fabricacion rusa, al consolidado (taller estatal de reparación) y cuando fue a sintonizar la novela en Radio Martí, se percató que le habían quitado las bandas con esa frecuencia.
Por qué no reclamó?, le pregunto.
'Para qué, usted mejor que yo sabe que este sistema se ha hecho para que uno no pueda reclamar ni protestar'.
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No hay manzana donde no viva una persona necesitada de asistencia psiquiátrica, sea por stress, depresión, neurosis, paranoia o esquizofrenia.
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Desde hace décadas, los cubanos se alimentan escasa o incorrectamente.
La inmensa mayoría de la población come para saciar el hambre y llenar el estómago.
Pocos son los que conciben la alimentación como sinónimo de salud. Ignoran que la calidad de vida empieza por la boca.
Bajo es el porcentaje de la ciudadanía que consume alimentos enriquecidos o toma suplementos vitamínicos.
Por lo regular, quienes tienen acceso al dólar son los que pueden desayunar, almorzar y comer.
Quienes tienen familiares en el extranjero son los que logran una dieta más balanceada y rica en nutrientes esenciales.
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A las enfermedades derivadas de la desnutrición y la subnutrición se suman los malos hábitos alimenticios de dos generaciones que han crecido y vivido en medio de escaseces y crisis económicas.
Deberán pasar varias generaciones antes de que los males se puedan corregir y una población más saludable comience a surgir.
El aumento del consumo de tabaco y alcohol, las malas condiciones de muchas viviendas con problemas de agua potable e incluso de ventilación, se añaden a las consecuencias de una prolongada alimentación deficiente.
Pero por encima de esas realidades, lo que más influye sobre la ciudadanía es la frustración y la incertidumbre, la falta de estímulo y de perspectiva.
No ya para el próximo año, sino para el día siguiente.
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Al salir del hotel, nos encontramos con la cruda realidad: gente pidiendo, engañando, charlatanes vendiendo ilegalidades, edificios destrozados, llenos de personas muy pobres, sin nada que comer, sin un trapo para poderse vestir, sin jabón para poderse lavar, sin agua corriente.
Madres, niños, padres, gente, mucha gente y muchos niños por la calle, buscándose el día a día con desesperación.
Todo esto entre edificios que a principios del siglo XX alcanzaron su máximo esplendor, verdaderas obras de arte que están rompiéndose a pedazos, dejadas de la mano de Dios.
La Habana se cae, no hay remedio, demasiadas necesidades en una misma ciudad para cubrirlas todas, demasiado tiempo sin hacer nada ha ocasionado esta pésima situación.
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Para llegar al apartamento de Yoani Sánchez se necesita estar en buena forma física.
Nunca se sabe si el ascensor está funcionando.
Entonces hay que usar las escaleras.
Y subir hasta el piso 14 de un edificio prefabricado de hormigón, impersonal y gris, de tecnología serbia (cuando ésta pertenecía a Yugoslavia), y que una vez intentó ser la solución de los burócratas del gobierno cubano al acuciante problema de la vivienda en la Isla.
No resolvió la situación, lo que sí contaminó el paisaje urbanístico de la llana y apacible barriada de Nuevo Vedado, con la construcción en los años 80 de cerca de veinte edificios feos y chapuceros que dan fe del poco aprecio que el régimen siente por la arquitectura.
En uno de ellos, a tiro de piedra de la Avenida Boyeros y con un balcón, desde donde se divisan las oficinas de la nomenclatura cubana y el extravagante monumento a José Martí en la Plaza de la Revolución, viven Yoani Sánchez, su esposo, el periodista Reinaldo Escobar, y Teo, el hijo de ambos.
Yoani Sánchez es muy delgada, no llega a las 110 libras (unos 50 kilos).

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En Cuba la edad de celebrar son los 15 años.
Exclusivamente las muchachas: ellos, en todo caso, son preparados por padres, tíos o abuelos en el arte de ligar y llevarse a la cama a una mujer, por lo regular mayor que el quinceañero.
Antes eran putas, ahora no es necesario llevarlo a un burdel o casa de citas: casi todas las chicas a esa edad hace rato han dejado de ser señoritas (vírgenes) y están preparadas para darle al inexperto chamaco una verdadera lección.
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Tania Quintero

Párrafos que seleccioné de un blog más que interesante, donde con un poquito de paciencia se puede aprender mucho de la actualidad y de la historia de Cuba.
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1 comentario:

MM dijo...

Qué mentira que es la Cuba "socialista".

CUBA - SISTEMA DE SALUD

De allí se desprenden otros documentales.

Saludos!