3 de diciembre de 2009

Una cuestión de incentivos

El negocio de estos dirigentes es, con el dinero que reciben del Estado (nuestros impuestos), movilizar a gente para realizar escraches, cortes de rutas, puentes, calles, tomar comisarías, etc. por las razones más variadas que a uno se le pueda ocurrir. Ahora bien, supongamos que, por alguna razón insospechada, Argentina comienza a crecer en serio y se crean nuevos puestos de trabajo. La persona que es llevada a cortar un puente o una calle tendrá que optar entre hacer ese “trabajo” o bien ir a trabajar a una empresa, cumpliendo un horario. Analizado desde el punto de vista económico, esa persona tiene un costo de oportunidad. Seguir con los cortes o bien ir a trabajar a una empresa. Para optar por la segunda alternativa, el ingreso por trabajar en serio tendría que más que compensar el esfuerzo por cortar un puente o una calle y cumplir con un horario.

Supongamos que el ingreso que le ofrece la empresa compensa ese esfuerzo. ¿Cuál será la reacción del dirigente piquetero al ver que pierde parte de su tropa? La lógica indica que si quiere conservar su negocio, tendrá que hacer más cortes para exigir un aumento de aportes del Estado para retener a su gente. El aumento tendría que ser lo suficientemente alto como para neutralizar el ingreso proveniente de un trabajo en una empresa. Esto significa que el dirigente piquetero, para mantener su negocio, tendrá que ejercer cada vez más presión sobre el gobierno con el objeto de obtener más fondos.

Si el gobierno se negara a otorgarle esos fondos, el dirigente piquetero tratará de salvar su negocio presionando al gobierno con cortes y manifestaciones. Se le volvería en contra.

Mientras los piqueteros se conformen con los fondos que le otorga el gobierno, este hace negocio porque mantiene su propia fuerza de choque, lo cual lleva a la lógica conclusión que la pobreza y la desocupación pasa a ser parte de la construcción de poder hegemónico. Un país próspero, con trabajo bien remunerado para la gente, hace independiente a la población de las dádivas del Estado. Un país con pobres y desocupados, la somete a la indignidad de la esclavitud.

Roberto Cachanosky

1 comentario:

Carlos dijo...

Elementary, my dear Cachanosky.