Me acerco a un lugar donde venden panes fuera del mercado racionado y una barra cuesta el salario de toda una jornada de trabajo.
Curiosamente, muchos de los que he visto en el camino, con sus peculiares e improvisadas indumentarias, se encaminan en la misma dirección que yo.
A medida que nos acercamos compruebo que todos van tras el escaso alimento que nos mantiene en vilo desde hace varias semanas.
A escasos metros del lugar, uno que se ha adelantado nos lanza el grito de '¡No hay!', verdadero cubo de agua helada sobre nuestras cabezas. Viro en redondo y me voy a casa.
Mañana será otro día sin desayunar.
La llegada de estos vientos del norte ha coincidido no solamente con la desaparición del pan, sino también con la escapada de la leche.
Como si el invierno hubiera afectado los hornos y congelado las ubres de las vacas. Aunque en la tele anuncian un sobre cumplimiento en la producción del preciado lácteo, el solitario vaso de café o la insípida infusión lo niegan cada mañana.
Son tiempos de levantarse de un tirón sin mirar a la mesa, de decirles a los niños que no pregunten y de dejar a un lado el trabajo, el blog, los amigos, la vida, para dedicarnos enteramente a perseguir un trozo de pan y un vaso de leche.
Tiempo de arrastrarnos en el polvo de las carencias y de las colas, pues para salir de ese rastrero ciclo y volar se necesita –más que alas– el combustible del alimento.
Yoani Sánchez
Los éxitos de la revolución castrista son apabullantes.
Conseguir un pedazo de pan en esa sucursal del paraíso en la tierra es una odisea.
Mientras tanto, el viejo asesino y carcamán sigue alegre dando cátedra y emitiendo periódicamente sus envenenadas 'reflexiones'.
...
De terror.
2 comentarios:
No se olviden de la caterva que lo escucha de rodillas...
Fidel va a una escuela revolucionaria y promete repartir juguetes bolivarianos entre los niños (nada de barbies y playstations, sino yoyos y trompos).
-Oie niño, comiste tu desayuno esta mañana?
-No, mi comandante.
-Entonces no hay juguete para tí.
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