Travesuras en Shabbāt

Bueno, estoy bastante nostálgica hoy, así que decidí comenzar por una foto de las nubes en las montañas de Galilea, una vista hermosísima, al menos para mí.
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Luego, el milagro de lo poco, y les cuento que -para variar- me estoy animando a cocinar espárragos y peras asadas, con hongos y almendras.
Aunque la receta no parece difícil, estoy segura que no me va a salir bien, y que terminaremos a las apuradas en una pizzería, pero de todas formas lo intentaré.
Lleva agua de rosas y canela, de las que tengo poquito, pero no dispongo nada de especias púrpuras, así que estoy al tanto que empezamos mal.
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Mientras tanto, escucharé la voz de Di-s, a sabiendas que no soy ni remotamente su exclusiva, pero a quien le agradeceré siempre haberme hecho de tal forma que estoy completamente segura que siempre voy a gustarle.
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Eventualmente, puedo preparar un modesto plato con naranjas, aceitunas, ajo, pimentón, comino, pimienta roja, y sal, pero creo que no todos se van a entusiasmar.
Ni aunque elimine mis piojos, ponga un plato de más, o después me lave los dientes.
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Lo siento mucho, pero tengo muy poco que ofrecer.
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Shindler llegó a llorar porque se dio cuenta de que podía haber vendido su alfiler de oro para salvar una vida más, y eso a mí nunca me sucederá.
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A este post le siguen mi amor, mis bendiciones y mis oraciones, para mi amado Benji, y para que todos -incluso yo- tengamos al menos algo de paz y de felicidad.
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Es una mɪtsvə para cualquier mujer ocuparse de encender las velas del Shabbāt.
No es más que el privilegio de la mujer de traer lo bueno al mundo, a través de la luz.
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