16 de agosto de 2010
Despotismo
Sólo la idea de que pueda haber una vez más un diálogo entre representantes de las diversas fuerzas políticas, incluido, claro está, el oficialismo, abrirá la esperanza de que la Argentina penetre en un estadio de civilidad política que se ha negado a sí misma por muchos años. El fenómeno que ha venido produciéndose desde 2003 es lo contrario del espíritu de democracia, contra el que nadie se atreve a alzar la voz, pero al que en los hechos se ha degradado en términos que explican, por sí mismos, la involución en términos de calidad institucional que sufre nuestro país. La dirigencia política, cualquier sea su color partidario, debe entenderlo de una vez por todas: sin diálogo no habrá progreso.
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