16 de octubre de 2011

Intercambiables


Debido a la falta de partidos genuinos –tanto mayor es uno, más grietas irreparables ostentará– y al ablandamiento de las ideologías, la política argentina se ha hecho maravillosamente fluida. El opositor firme, defensor vehemente de principios irrenunciables, puede transformarse un día en un oficialista igualmente firme, vehemente y principista sin que nadie se sienta del todo sorprendido por la metamorfosis. Hace algunos años, las conversiones instantáneas de este tipo, como la protagonizada por el cirujano que se hizo llamar Borocotó, resultaban escandalosas, pero ahora son tan rutinarias que apenas merecen comentarios. Se han hecho tan frecuentes los menemistas reciclados en kirchneristas –un buen ejemplo del género es el suministrado por el mismísimo ex presidente Carlos Menem–, los radicales K, los mandatarios feudales aliados del progresismo, los neoliberales severos devenidos en populistas a más no poder, que sería una pérdida de tiempo tratar de atribuir su evolución zigzagueante a motivos filosóficos. Basta con entender que, para conservar un lugar en la gran familia política, es forzoso hoy día hacer gala de un grado de flexibilidad que hubiera dejado boquiabiertos a los dirigentes de épocas menos sofisticadas.

2 comentarios:

carancho dijo...

Amén.

Anónimo dijo...

El Kamasutra un poroto al lado del contorsionismo servicial del polìtico argentino medio.