De más está decir que, de haber nacido Jobs en la Argentina, le hubiera sido virtualmente imposible poner manos a la obra a menos que se sumara a la emigración de cerebros que tantos perjuicios nos ha ocasionado. Si bien al país le convendría que sus gobernantes trataran de crear un medio ambiente socioeconómico y cultural en que podrían florecer hombres como Jobs –el valor de mercado de Apple equivale a más de la mitad del producto bruto anual de la Argentina–, ni los oficialistas ni, con escasas excepciones, los opositores parecen tener el menor interés en intentar algo tan exótico y "antipopular". Hasta que cambien de opinión, no habrá lugar aquí para empresarios capaces de transformar buenas ideas en riquezas superiores a las proporcionadas por cualquier cantidad de soja, trigo o por casi toda la industria nacional.
9 de octubre de 2011
Jobs
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